Blog La voz de mi amo
por Matías Uribe
Ron Howard y el 'ruido electrónico' de los Beatles

Más tarde de lo deseado, pero por fin me he hecho con el documental en blu-ray de Ron Howard sobre los Beatles, 'Eight Days A Week. The Touring Years'. Se estrenó, ya se sabe, el pasado año en los cines y después, en diciembre de 2016 salió en lujoso formato digital. Como dice el refrán, más vale tarde que nunca. Y en este caso, vaya que si lo merece.
El de Howard es un excelente documento sobre la trayectoria del cuarteto de Liverpool hasta su retirada de los directos, en 1966. Salvo una profusión de fotos impagable y algún fragmento inédito de actuaciones, es cierto que no aporta gran cosa que no hayan destilado antes las numerosas biografías y documentales al uso, comenzando por el soberbio pack 'Anthology', pero ahí está el segundo disco de la edición, que la convierte en toda una perita en dulce para beatlenianos.
Cien minutos extras con los cuatro reflexionando sobre la música de sus padres, mini reportajes poniendo sobre el tapete el papel de las mujeres en la educación de Paul y John, ambos huérfanos de madre, dando una visión del Liverpool pobre y paleto de la época, entrevistando a tres fans que vivieron de cerca el fenómeno, los sabrosos recuerdos de Ronnie Spector, que se medio ennovió con Lennon en su primera visita con las Ronettes a Inglaterra, las experiencias japonesa y australiana y revelando o remachando datos como los Beatles como 'colectivo' democrático e irrompible, cuatro mosqueteros (uno para todos y todos para uno), la firma del contrato de su primera película ¡antes de que siquiera fueran conocidos!, la confesión de Paul de que el futuro con John era escribir para otros artistas, la invención de John de 'ruido electrónico' para calificar sus canciones, Ringo declarando que había actuaciones en las que no oía nada por el estruendo de las fans, lo que le obligaba a acompañar las canciones mirando las caderas o los pies de John para saber por dónde iba la cosa o esa constatación de que antes de grabar su primer álbum lo cuatro, juntos o por separado, ya se habían metido entre pecho y espalda ni más ni menos que un total de 1.200 bolos. Y, por supuesto, aunque no lo tocan el documental ni los extras, porque no había lugar, ni la más mínima queja sobre las instituciones y el cacareado apoyo. Igualito a hoy, con tanto jeremías como anda suelto.
Y un añadido más: el magnífico libreto que acompaña a los discos, con excelentes fotos y con textos de Ron Howard y Jon Savage, y, oh, traducido al castellano, fabricado específicamente para el público de habla hispana, lo que no deja de ser un extraño, por no decir insólito, pero muy plausible regalo de la industria nacional.
No, no voy a hacer el típico panegírico sobre los Fab Four. Ya se ha hecho tantas y tantas veces, y tan merecidamente, que nada en absoluto aportaría, si no que, incluso, lo estropearía. Solo confesar una vez más que escucharles sigue siendo una de las más gratificantes actividades que me pueden ocurrir cada vez que me topo con ellos, bien, por ejemplo, a través de este nuevo pack, o cuando me da por desempolvar cualquiera de sus vinilos o sus películas, por no decir su antológica 'Anthology'.
Siguen sonando frescos, ingeniosos, seductores, sencillos pero reflexivos, impetuosos pero también sensibles, abrumadoramente productivos, maduros a medida que avanzaban, musicalmente revolucionarios especialmente desde 'Rubber Soul' en que dieron cabida a los sonidos orientales en 'Norwegian Wood', habilidosos para abarcar la cantidad de palos estilísticos que abarcaron, humorados, rupturistas, fascinantes, fuego inolvidable para atizar recuerdos y músicas con cuño clásico, de calidad.
Ah , que hoy no son modernos, que son de hace 50 años. Ya tenemos aquí al cenizo de siempre, al modernote de turno. Bueno, allá cada cual. Pero ya hace mucho tiempo, décadas, que uno aprendió a degustar la música no por sus años sino por su calidad, por su capacidad transmisora. Y la de los Beatles, como la de sus pares los Stones, sigue siendo una poderosa máquina generadora de emociones y placeres, de remover tanto el pasado como el presente. De contar en su haber con canciones perdurables, eternas, función de las más complicadas de conseguir por cualquier artista, provenga del campo que provenga. Canciones, por otra parte, aunque haya que volver las páginas atrás, para refugiarse de la morralla que nos invade, de los derroteros tan insalubres que han tomado algunos triunfadores actuales, jaleados por públicos entusiastas pero me pregunto si informados, y alentados por periodistas y críticos con el gusto en los alerones.
Por cierto, como nota al margen y salvando en muchos kilómetros las distancias, es hora de que algún director de cine profesional, como ha hecho Ron Howard, se hiciera cargo de Héroes del Silencio. Tienen un documental al modo beatleniano que sería muy bien recibido y sería una fórmula extraordinaria para revalorizar más aún su nombre, de preservar su historia. Ha sido una idea que me ha rondado mientras veía a los cuatro beatles aventar sus canciones e impactar al mundo. Idea tontuna quizá, pero es que así anda uno desde hace décadas.