Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Prince también dice adiós

Suma y sigue. Vaya racha. Evocando el título de uno de sus grandes discos, parece el 'signo de los tiempos'. Prince se ha unido a la ya larga lista de rock-stars que desde enero se han marchado. Una gripe parece que ha sido el desencadenante de su muerte. Muy extraño. La heroína no faltó en su dieta en tiempos pasados.


Hay que señalar que el llamado 'genio de Minneapolis', aunque se enfaden sus acérrimos, había muerto artísticamente hace ya muchos años. Básicamente desde que a principios de los 90 le dio aquel siroco del cambio de nombres y empezó a perder razones y papeles. Lo digo con pesar. No fue santo de mi devoción absoluta, quiero decir que no fue ese artista por el que corrí a las tiendas de discos o saqué el kilométrico para acudir a sus conciertos: sus grititos, su voz estrechita, feucha por momentos, su pose escénica, el sincopado de sus ritmos, la succión descarada del funk, el blues, el pop, el jazz, la psicodelia, el hinduismo o el R&B, pese a tamizarlo a través de la electrónica y el hip hop, argentando ese espíritu innovador e icónico con el que levantó su prestigio, y no digamos su personalidad estridente, artificiosamente feminizada y megalómana, rayando en el talibanismo, dicen, amén de su imagen petarda, de nuevo bufón moderno, no me provocaban excesivas palpitaciones.


Menos aún, desde que en los noventa tiró por la borda su fama y sobre todo su trabajo previo a través de unos álbumes –por lo general- mediocres y su consabida excentricidad. La malversación de caudales más insólita e incomprensible del rock. En 2014 publicó dos discos de una tacada: 'PlectrumElectrum' y 'Art Official Age'. Fui incapaz de escucharlos enteros un par de veces por más que lo intenté. Deserté de ni tan siquiera exponerlos en la página de discos del Heraldo. Me superaban. El último, 'HITnRUN', ya ni lo he intentado.


Y es que el Prince que me hizo algo de pupa, y con el que imagino que todos aquellos fans más severos se rindieron a él, fue el de los 80, el de discos como '1999', 'Purple Rain', 'Around The World In A Day', 'Parade', 'Lovesexy', 'Graffiti Bridge' y especialmente 'Sign 'O' The Times', que no tengo el menor inconveniente en reconocer, y así lo he dejado escrito en alguna ocasión en el periódico, es uno de los discos clave que sostienen el gran arco del rock de todos los tiempos. ¿A la altura de un 'Blonde On Blonde' o un 'Sgt. Pepper'? Hay opiniones afirmativas. A ello hay que unirle el colorido y el estilo naif de las preciosas carpetas, que salvo  'Parade', revientan el iris de los ojos. Y si encima todo ello viene envasado en el formato vinilo, como primigeniamente se editaron estos discos y como ahora los remuevo y los saco al giradiscos, es indudable que ayer se apagó una fuente de placer musical inolvidable. Personalmente bebo esta noche, mientras escribo, con sumo gusto de esa fuente. Pero no sé cuando volveré a hacerlo. Ya digo, Prince no está en mi altar.


Recurro a la 'hemeROCKteca' para desempolvar la página que hice en torno a su figura con motivo de su primera visita a España en 1990.

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