Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

El disco perfecto (2): Van Morrison y 'Astral Weeks'

¡Cuánta buena música se hizo en los sesenta y cuántos hallazgos y conceptos nacieron allí! Aprovecho la reedición de 'Astral Weeks' (aumentada con cuatro bonus y un sonido espectacular) para volver a la sección que el recordado amigo Antonio Tenas me impulsó a abrir en el blog, la del 'disco perfecto'. Ricardo VM eligió este álbum de Van Morrison como disco de cabecera. Y no fue mala elección, vaya que no. Es una de las obras cruciales de la música pop de todos los tiempos.


Una ingeniosa obra, al margen de su belleza intrínseca: unos músicos de jazz de reconocido prestigio –el batería de The Modern Jazz Quartet, Connie Kay, el contrabajista de Eric Dolphy o Kenny Burrell, Richard Davis, el guitarrista de Charles Mingus, Jay Berliner...- tejiendo un disco de cuasi folk. Algo inaudito. Y en tan solo tres días de septiembre y octubre de 1968. Y con ellos, su artífice y conductor, Van Morrison. Increíble que con tan solo 23 años alumbrara este monumento musical, aunque bien es verdad que, como confesó muchos años más tarde, en 2009, no salió como él lo había concebido, seguramente por la libertad e ingenio con que trabajaron sus músicos.


El irlandés después de dar carpetazo a Them –sagrados sus dos álbumes con él y con la sangrante 'Gloria' en ellos-, se marchó a Boston y luego a Nueva York y allí, empinando el codo más de la cuenta y tras sus escarceos con el sello de Bert Berns, Bang Records (cerrado de urgencia por un infarto) en el que dejó la popular 'Brown Eyed Girl', firmó con Warner con plena libertad impuesta por él mismo y alumbró su primer retoño en solitario, este paseo astral por sus recuerdos de infancia y adolescencia en su Belfast natal acompañado por una música de una osadía y una imaginación portentosa.


Marañas de violines, trompetas, cuerdas, saxos, flautas, guitarras acústicas, vibráfono… envolviendo los quejidos del león, templando su canto dramático, envolviendo en terciopelo sus embestidas vocales... Jamás en el pop, y puede decirse que en la historia de la música popular, desde Billie Holiday, alguien cantaba con ese nervio y esa mística con la que cantaba Van Morrison. Los ojos cerrados y el rostro pegado al micrófono como si estuviera de rodillas en el confesionario relatando al confesor su pena y su arrepentimiento. En medio del colorín de la época y de los restallidos hippies, nacía el pop trascendente, místico, religioso, no en el fondo pero sí en la forma, que después hilarían toda una cadena de cantautores, desde Nick Drake a Mike Scott, Jeff Buckley, Elliot Smith o el mismo Bono.


'Astral Weeks' es 'el disco perfecto' de 'Cyprus Avenue', donde Morrison evocaba a aquella chica a la que espiaba en su Belfast natal buscando su amor; el de 'Madame George' y el encapsulado de un travesti que las malas lenguas asociaron a su padre; el de 'Ballerina' y su historia de amor entre un apasionado del jazz y la poesía -¿adivinan?- y una chica “tan suave como la nieve”, el de 'Beside You' y su entrega amorosa latiendo con unas guitarras ¡de sabor flamenco!, tras Miles Davis, la primera vez que lo andaluz se colaba en el jazz y en el pop de forma tan evidente y notoria… El de una música, en suma, superlativa. El de ocho canciones que lejos de perder espacio y tiempo crece cada vez que pasa por el reproductor.


Dios, si hoy un indie se presentase con un disco como este: corona de laurel. Pero entonces, en 1968, cuando apareció, no se le hizo el mínimo caso, algo por otra parte natural a tenor de la música tan atípica y fuera de tiempo que contenía y a tenor de los discos que había en el escaparate: el álbum blanco de Los Beatles, el 'Electric Ladyland' de Jimi Hendrix, el 'Beggars Banquet' de los Rolling, el 'Sweetheart Of The Rodeo' de los Byrds, el 'Wheels Of Fire' de Cream, el 'Cheap Thrills' de Janis Joplin y su Big Brother & The Holding Company, el primero de la Creedence, el primero también de Soft Machine, el 'Mr. Fantasy' de Traffic, el 'Dock Of The Bay' de Otis Redding, el 'Crown Of Creation' de la Jefferson, el 'Last Time Around' de Buffalo Springfield, el directo de retorno de Elvis, el 'Blues From Laurel Canyon' de Mayall… y hasta aquel platillo volante que era el 'In-A-Gadda-Da-Vida', de Iron Butterfly. Fue con los años cómo se reconoció y se asentó esta obra maestra en la prensa musical y en el público. Ya se sabe que los buenos vinos no fermentan de un día a otro.

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