Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

La tumba tracia

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VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (8)


Kazanlak (Bulgaria)


Cuando empecé a viajar hace 35 años era posible que los vigilantes de los lugares arqueológicos te permitieran quedarte a dormir en un templo o traspasar la barrera prohibida de una tumba.


En 1982 pude dormir en una caseta al lado de los templos de Abu Simbel en Egipto y en 1984, el guardián de Uxmal en México, me permitió descansar a pocos metros de la gran pirámide maya.


Los suelos de ambos lugares eran duros pero valió la pena el sacrificio: ver el gran templo de Ramsés II iluminado por la luz de una hermosa luna llena y ser el primero en entrar y escalar la pirámide maya.


Hoy ya se puede contemplar Abu Simbel en un espectáculo de luz y sonido impresionante y no se puede subir por las escalinatas de Uxmal. Los tiempos han cambiado con la llegada del turismo masivo. Los vigilantes se han profesionalizado y es difícil que se apiaden de un viajero entusiasta aunque venga de la otra parte del mundo.


Frescos en la tumba tracia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Hasta hace tres años se podía visitar la tumba tracia original de Kazanlak situada en el centro de Bulgaria, descubierta en 1944 en plena Segunda Guerra Mundial por dos soldados que estaban excavando una trinchera para refugiarse durante los bombardeos estadunidenses sobre unos depósitos de carburante.


La tumba, construida hace 2.400 años, forma parte de una importante necrópolis tracia diseminada por toda la región que acumula un millar de sepulturas de miembros de la aristocracia.


Formada por un estrecho corredor y una cámara funeraria, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979 por sus impresionantes frescos, considerados los mejor conservados de la etapa helenística en Bulgaria.


Los tracios hacían tumbas mucho más grandes, pero ninguna de las encontradas muestra el refinamiento de Kazanlak. Fue edificada con ladrillos y argamasa y esta revestida de una capa protectora de piedra.


Antes de pintar los magníficos frescos, las paredes fueron embadurnadas de una capa de leche hervida y polvo de mármol que ha permitido que llegasen hasta nuestra época los cuarenta metros cuadrados de pinturas fantásticas que muestran los ritos funerarios de los tracios.


El gran historiador Heródoto de Halicamaso, que vivió hace 25 siglos, al que muchos consideran “el padre de la historia”, contó que los tracios hacían rituales funerarios que duraban tres días. Explicó que el primer día se dedicaba a los sacrificios de animales y a lamentarse por la muerte del difunto, el segundo era el día de las competiciones y de la entrega de los premios a los ganadores y el tercero se centraba en la comida ritual.


En los frescos de Kazanlak se puede ver al rey tracio con una corona de oro en la cabeza sentado en una silla al lado de la mujer elegida entre sus favoritas para ser enterrada junto a él.


El difunto acompañado de su favorita. Fotografía de Gervasio Sánchez


Heródoto contó que al morir el rey o la alta autoridad se desataba una fuerte disputa entre sus mujeres para saber cuál era la favorita, discusión en la que también participaban los amigos del difunto. “A la que se le reconoce este honor, será llevada triunfalmente a la tumba por hombres y mujeres donde será sacrificada por su pariente más próximo y luego enterrada junto a su marido. Las demás mujeres se lamentan en público y lloran porque sienten gran vergüenza por no haber sido elegidas”, explicó el historiador griego.


En otra parte del gran mural se representan carros tirados por caballos y conducidos por un solo hombre en una carrera imposible. También aparecen otros cuatro caballos enganchados en una cuádriga de combate y otros dos caballos favoritos del soberano. Asoman sirvientes adornados por telas finas y portando cofres y dos mujeres con trompetas.


Cuádriga de caballos. Fotografía de Gervasio Sánchez


También están representados soldados celtas con yelmos aplastados, enemigos de los tracios que se apoderaron de su reino y lo destruyeron poco antes de acabar el siglo III antes de nuestra era.


La tumba original ya no se puede visitar a no ser que seas un alto mandatario, “un primer ministro”, me dice la mujer que vende las entradas para visitar una réplica que asegura que es similar. Me cuenta que muchos visitantes preferían ahorrarse los 10 euros (un abuso) que costaba entrar en la original hasta 2012 y se conformaban con ver la copia.


Y yo me pregunto: ¿Es lógico aceptar ver una réplica si se puede ver el original? El precio puede ser un hándicap, no lo dudo, pero no hay nada igual al original.


Dos cantantes y un soldado. Fotografía de Gervasio Sánchez


Hace un mes estuve en Santillana del Mar inaugurando una exposición. Pasé horas investigando si hay alguna otra posibilidad de entrar en la cueva original de Altamira que la selección aleatoria que se hace una vez a la semana para que cinco personas puedan visitarla durante 37 minutos, tal como decidió la dirección del Patronato en marzo pasado.


Me encantaría ver la cueva original antes de morirme aunque me temo que me voy a tener que conformar con la copia. Tendría uno que estar tocado con el halo de los dioses griegos, tracios, romanos y egipcios para conseguir una oportunidad única en un sorteo aleatorio que se suele celebrar los viernes.


Desde enero de 2011 tampoco es posible visitar la tumba de Tutankamón en el valle de los Reyes de Luxor. "La protección de la historia es más importante que el turismo", aseguró entonces Zahi Hawas, responsable egipcio de Antigüedades.


Desde abril del año pasado se puede visitar una réplica idéntica a la de la necrópolis de la antigua Tebas, construida por una empresa madrileña y exhibida muy cerca de la casa de Howard Carter, el descubridor de la tumba original y de sus fabulosos tesoros. La tumba resistió cerrada tres milenios y apenas noventa años abierta.


La última vez que estuve en Egipto cometí el error de no bajar a verla de nuevo. Preferí que mi hijo, que entonces tenía siete años, descendiese solo y luego me describiese sus sensaciones. Subió maravillado después de 20 minutos que se me hicieron eternos y recordó durante años lo que había visto. Convertirme en un padre orgulloso me hizo perder la última oportunidad de ver el original de algo extraordinario.

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