Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Miguel Gil en la memoria

SALIM
SALIM

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (4)


Pirana (Kosovo), 15 de julio de 2015


Regreso a Kosovo después de 16 años. Entonces, la provincia autónoma vivía su periplo más violento. Los albanokosovares habían sido deportados a Albania y Macedonia y allí malvivían desde hacía casi tres meses. La OTAN dio un ultimátum a Slobodan Milosevic. Este ordenó la retirada de sus tropas regulares y los paramilitares después de que Serbia sufriera varios violentos bombardeos. La guerrilla kosovar  ocupó las ciudades. Miles de soldados internacionales se desplegaron por todo el territorio.


Decenas de fosas comunes fueron abiertas y los cuerpos de las víctimas desenterrados. Varias ciudades ardieron. Los civiles serbios tuvieron que abandonar sus hogares donde vivían desde hacía siglos por miedo a las venganzas. Era extremadamente peligroso moverse por las carreteras ya que las unidades serbias en retirada mantenían una actitud de fiereza con los periodistas extranjeros. Dos periodistas fueron asesinados y otros apaleados o sufrieron ataques armados.


Regreso a Kosovo después de abandonar Serbia y atravesar territorio de Montenegro. Hoy es un estado independiente. Me sorprende la separación de varios kilómetros entre ambos pasos fronterizos mientras disfruto de una carretera escarpada bastante bien conservada.


Policías fronterizos kosovares me reciben muy amablemente. El proceso aduanero se hace con pulcritud. Varios policías internacionales vigilan a sus colegas kosovares. El país está todavía bajo la batuta de la comunidad internacional y tiene fuerzas extranjeras desplegadas. La moneda es el euro.


En Pec disfruto de un buen café. La última vez que estuve aquí en julio de 1999 estaban cerrados todos los negocios que no habían sido quemados por los paramilitares serbios antes de retirarse.


Aprovecho para visitar el monasterio ortodoxo de Pec, complejo de iglesias que son la sede espiritual y mausoleo de los arzobispos y patriarcas serbios. La entrada está vigilada por policías kosovares que velan por la seguridad del enclave religioso. Antes de levantar la barrera autentifican la identidad de los visitantes.


Monasterio ortodoxo de Decani en Kosovo. Fotografía de Gervasio Sánchez


Unos kilómetros más al sur está el esplendoroso monasterio de Decani, una de las cumbres del arte bizantino. Aquí los controles son más severos. Soldados italianos protegen otra de las cumbres del arte ortodoxo. Aunque parece que todo está tranquilo, el alambre de espino rodea varios monasterios en Kosovo. Muchos serbios han optado por no regresar a sus casas.


Desde que he entrado en Kosovo Miguel Gil absorbe mis pensamientos. Varias veces paramos en el monasterio de Decani para admirar sus esplendorosos frescos y, de paso,  llenar nuestras botellas y cantimploras del agua helada que sale de sus fuentes.


Aunque nos conocimos en Bosnia unos años antes, fue en Kosovo del verano de 1998 cuando trabajamos juntos durante varias semanas para Associated Press. Conseguimos las primeras imágenes de guerrilleros kosovares combatiendo. Incluso en aquellos primeros tiempos ya eran esquivos con los periodistas. Las conexiones entre aquella guerrilla oscura y las mafias kosovares, especializadas en tráfico de drogas, robo de coches de alta gama y trata de blancas, eran muy estrechas.


Guerrilleros albanokosovares en julio de 1998. Fotografía de Gervasio Sánchez


Mis fotografías se publicaron en los principales diarios de todo el mundo. Sus imágenes de televisión le permitieron ganar un año después el Rory Peck, un premio muy prestigioso que se entrega anualmente en Gran Bretaña.


Pero antes nos dieron un susto de muerte. Dispararon contra nuestro todo terreno blindado con fusiles de asalto y nos reventaron las ruedas de repuesto. Un oficial estuvo a punto de activar su lanzador de proyectil anticarro desde pocos metros de distancia al confundirnos con militares serbios.


Todavía lo recuerdo llorando mientras nos pedía perdón. En compensación los guerrilleros nos dejaron acompañarlos durante varias horas en la primera línea de combate y pudimos hacer un trabajo periodístico excepcional y único hasta entonces.


¿Cuántas veces viajamos juntos en 1998 entre Pristina, la capital de Kosovo, y esta zona? Salíamos temprano por rutas distintas para sortear los controles serbios y poder alcanzar las zonas más conflictivas del oeste de Kosovo donde la guerrilla atacaba a menudo a las patrullas serbias.


Cuando mataron a Miguel Gil en Sierra Leona en mayo de 2000 en una emboscada tuve que escuchar varias veces que los riesgos que asumía para informar eran muy grandes. Y es muy posible que fuera verdad ya que no hay otra forma de documentar lo que ocurre en una zona de conflicto que visitándola.


Pero puedo dar fe de que Miguel era muy precavido y que siempre elegía la ruta más segura aunque fuese la más larga. Más de una vez tuve que aceptar sus razones para viajar dando grandes rodeos porque lo fundamental era nuestra seguridad.


El 5 de julio de 1998 estábamos a punto de regresar a Pristina desde Prizren, bastante frustrados porque no habíamos conseguido buenas historias después de dos días de trabajo sin apenas descanso, cuando alguien nos avisó de que en Pirana, una aldea a unos pocos kilómetros, habían encontrado los cuerpos de tres albanokosovares asesinados por paramilitares serbios.


Los cadáveres de Muhamet Elsani y de su hijo Afrim son velados por su familia. Fotografía de Gervasio Sánchez


La policía serbia había cerrado la zona y nos obligaron a retroceder cuando nos dirigíamos a la aldea por la carretera principal. Después de dar un largo rodeo conseguimos colarnos y llegar a Pirana cuando estaban lavando los cuerpos antes de entregarlos a los familiares.


Primero estuvimos presentes en la entrega de Muhamet Elsani y de su hijo Afrim. Los familiares colocaron los dos cadáveres en el centro de la sala de visitas y se mantuvieron firmes mientras los vecinos le daban el pésame. Sólo se escuchaba los lloros de la esposa y madre de las dos víctimas.


El padre de Salim Azem Gashi, de 16 años, abraza el cadáver de su hijo. Fotografía de Gervasio Sánchez


Después nos dirigimos a la casa de Salim Azem Gashi, de 16 años, el tercer asesinado. Su padre se subió al tractor donde yacía el cuerpo de su hijo menor y lo abrazó mientras varias mujeres de la familia proferían lloros y gritos desgarradores. El angular de 24 milímetros me hizo vivir la escena tan cerca que parecía que yo también formaba parte de aquel cuadro trágico.


Los familiares nos pidieron que les acompañásemos al cementerio y grabásemos el funeral. Estábamos muy preocupados porque teníamos que regresar a Pristina y sabíamos que las patrullas serbias nos iban a parar y a registrar a fondo con la intención de quitarnos todo el material. Llegamos a Pristina casi al anochecer. Tuvimos que sufrir dos registros severos, pero sólo nos requisaron cintas y rollos vacíos.


Las tumbas de Muhamet Elsani y de su hijo Afrim. Fotografía de Gervasio Sánchez


Visito Pirana con gran emoción. Me acerco al cementerio y localizo las tres tumbas.  Cada una tiene el retrato de la víctima labrado sobre la estela de mármol. Me impresiona el rostro de Salim. Parece más niño de lo que era.


Salim. Fotografía de Gervasio Sánchez


Un grupo de albanokosovares se acercan. Uno de ellos me asegura que conducía el tractor donde fueron trasladadas las víctimas. Le muestro la foto del cadáver del crio abrazado por su padre. Me dice que “esta es mi pierna” mientras señala la parte izquierda de la imagen.


Pregunto por el padre de Salim y me dicen que ya murió. La madre sigue viva. Se ofrecen a acompañarme a su casa. Pero renuncio a hacerlo. ¿Para qué? Para abrir, de nuevo, las heridas, del día más triste de su vida. ¿De qué le serviría? ¿De qué me serviría?


Me voy pensando en Miguel.

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