Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

La ruta de los monasterios ortodoxos

VIAJE EN COCHE DESDE ZARAGOZA A GRECIA ATRAVESANDO LOS BALCANES (3)


Novi Pazar (Serbia)


La primera vez que visité Yugoslavia fue en septiembre y octubre de 1981 cuando estaba a punto de empezar tercero de Periodismo. Viajé en tren desde Tarragona, donde entonces vivía, con uno de mis amigos del Instituto. Antes de atravesar la frontera paramos en varias ciudades francesas (Marsella) e italianas (Milán, Verona, Venecia).


Hacía poco más de un año que el mariscal Tito había muerto. Muchos yugoslavos iban a Italia a comprar vaqueros y otras prendas de marca y perfumes y luego los vendía en su país.


En la frontera el tren estuvo retenido tres horas. Centenares de policías, con caras de pocos amigos, bloquearon los vagones y registraron los lugares más escondidos utilizando destornilladores para abrir boquetes que desconocía que existiesen en un tren. Las maletas eran literalmente volcadas en los asientos. Los viajeros dedicaban mucho tiempo a ordenar el desbarajuste con una sorprendente paciencia.


Unos jóvenes nos rogaron que les escondiésemos unos botes de colonia en nuestras  mochilas, las únicas que no fueron registradas. Cuando el tren se puso en marcha los pasajeros sacaron lo que habían entrado de contrabando de los lugares más insospechados. Eran expertos contrabandistas.


Fue un viaje sensacional por un país que empezaba a despertarse de un largo sueño dictatorial. Había visto hacía poco la fantástica “Papá está en viajes de negocios”, de Emir Kusturica, su mejor película, cuyo guion era del escritor y poeta Abdulah Sidran (al que conocería una década después durante el cerco de Sarajevo). Parecía que Yugoslavia quería seguir los pasos de la España postfranquista.


El viaje nos permitió conocer algunas de las principales ciudades: Rijeka, Zagreb, Split, Sarajevo, Belgrado. Nunca olvidaré un concierto espectacular de rock en Sarajevo en la que participaron los mejores grupos del país (donde se hacía el mejor rock europeo después del británico) con el objetivo de recaudar dinero para las víctimas de unas inundaciones en el sur de Yugoslavia. La policía vigilaba desde lo más alto de las gradas mientras los jóvenes consumían cervezas, rakia, el alcohol local, y algunos fumaban hachis.


Por supuesto nunca imaginé que años más tarde tendría que volver muchas veces a lo que había sido Yugoslavia y dedicaría una década a cubrir guerras horribles que provocaría un retraso económico de décadas en la mayor parte de los territorios que formaban aquel gran país.


En aquel primer viaje me quedé con las ganas de visitar los principales monasterios ortodoxos serbios. Un formidable mapa, que regala la oficina de turismo serbio, recoge las ubicaciones de unos 75 monasterios muy importantes. Media docena son imprescindibles y ya son considerados como patrimonio de la humanidad por la Unesco.


La primera parada es en Studenica, situado en un paraje espectacular y rodeado de unos muros fortificados que custodian dos iglesias construidas en mármol blanco a finales del siglo XII por Stefan Nemanja, fundador del estado serbio medieval.


Sus espectaculares frescos de influencia bizantina fueron pintados en los dos siglos posteriores. Es considerado el principal templo serbio. Durante mucho tiempo el monasterio se convirtió en el centro político, cultural y espiritual medieval de Serbia. Los otomanos asaltaron el centro religioso a mediados del siglo XV.


Más al sur, a un puñado de kilómetros de la ciudad musulmana de Novi Pazar, se encuentra el monasterio de Sopocani, que alberga los frescos más bellos del arte medieval serbio, entre ellos una fantástica Dormición de la Virgen. Los otomanos saquearon e incendiaron el monasterio que permaneció abandonado durante dos siglos. Sorprende que ocho siglos después de ser pintados los frescos mantengan intacto todo su esplendor.


Novi Pazar sirve para pasar la noche. La ciudad tiene un destartalado barrio otomano que se anima a la hora de cenar cuando miles de musulmanes hacen su comida principal en pleno Ramadan. Situada en una intersección de rutas que unía las ciudades balcánicas y otomanas más influyentes, Novi Pazar tuvo una gran importancia hasta finales del siglo XIX. Hoy es una localidad venida a menos.

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