Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

La odisea del cuerpo del Duce

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70 AÑOS DEL FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (3)


Predappio (Italia)


La cripta familiar que alberga la tumba de Benito Mussolini es hoy un lugar de culto para viejos y no tan viejos fascistas, hombres y mujeres desilusionados con la actual situación de Italia y algunos curiosos que se desvían algunas decenas de kilómetros de las rutas turísticas más conocidas. Aunque es un vulgar día laborable y la hora de comer en Italia, el goteo de visitas es ininterrumpido en el cementerio de San Cassiano in Pennino, una pedanía perteneciente a Predappio, pueblo natal del dictador italiano enclavado en una región sacudida por revueltas permanentes. Una bellísima iglesia, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, recuerda el pasado señorial en un cementerio repleto de vistosos panteones. Una mujer de más de cincuenta años comenta que le sigue fascinando su figura y su legado. “Fue un gran estadista y su figura ha sido manipulada históricamente”, comenta después de hacer el saludo fascista ante tu tumba y escribir en el libro de visitas la palabra “ritorna” (regresa). Otros mensajes son aún más venerables: “Te queremos; vuelve para salvar a Italia”.


Una mujer imita un gesto típico de Mussolini ante su tumba en San Cassiano in Pennino, una pedanía de Predappio. Fotografía de Gervasio Sánchez


Un hombre jubilado asegura que ha venido por curiosidad, pero pronto muestra su simpatía: “Él murió sin nada porque nunca se preocupó de enriquecerse al contrario que los políticos actuales que son corruptos y ladrones”. El panteón pertenece a Alessandro y Rosa, los padres del dictador, y acoge la tumba de su esposa Rachele y a varias generaciones de hombres y mujeres de apellido Mussolini. Su madre era la maestra del pueblo y su padre un activista socialista que eligió su nombre por afecto al líder revolucionario mexicano Benito Juárez y empezó a llevar a su hijo a mítines y reuniones del partido cuando era un crío. Los simpatizantes del Duce organizan masivos homenajes tres veces al año para conmemorar cada 29 de julio la fecha de su nacimiento, cada 28 de abril la fecha de su muerte a manos de los partisanos y cada 28 de octubre la Marcha sobre Roma que le catapultó a la dirección del gobierno italiano en los años veinte.


Una placa dedicada al Duce por sus simpatizantes. Fotografía de Gervasio Sánchez


El líder atlético y omnipresente, que se creía el nuevo César italiano y que era considerado un grotesco dictador de opereta por sus enemigos, cometió crímenes de guerra al ordenar la utilización de armas químicas en 1936 durante la invasión de Etiopia aunque tuvieron que pasar 60 años para que el ejército italiano lo reconociese públicamente en 1996. También dictó leyes que limitaban los movimientos de los judíos a partir de 1938 y lanzó una campaña acusando a esta comunidad de haber arruinado Italia. Y en mayo de 1939 involucró a su país en la guerra firmando el pacto de Acero con Adolf Hitler que provocó su destrucción y la derrota militar. Los últimos días del Duce fueron muy turbulentos. Decidió que su mujer Rachelle y sus hijos pequeños se quedasen en el lago de cómo, al norte de Italia,  e intentó huir disfrazado de soldado alemán con su amante Clara Petacci y algunos colaboradores, pero el grupo fue interceptado por partisanos en el interior de un camión que formaba parte de un convoy alemán que se dirigía a Suiza. Los partisanos negociaron con los alemanes la entrega de los italianos y alguien lo reconoció. La noticia de su detención llegó pronto a Milán. El futuro presidente de Italia Sandro Pertini, entonces dirigente del Comité de Liberación Nacional, anunció la decisión tomada por su organismo: debía morir fusilado como un perro rabioso. Fueron ejecutados cerca del Lago Como hace hoy 70 años y trasladados a Milán al día siguiente. Los cuerpos del dictador, su amante y cinco jerarcas fascistas fueron sometidos a todo tipo de ultrajes por parte de la muchedumbre, golpeados con suma brutalidad, escupidos, orinados y colgados boca abajo en la plaza Loreto, en una gasolinera donde meses antes habían sido colgados los cadáveres de 15 partisanos asesinados por los fascistas. Los cuerpos desfigurados fueron enterrados en cajones individuales y en tumbas sin nombre para evitar su identificación en el principal cementerio de Milán. Su amante le había escrito meses antes que “nací para ti y terminaré a tu lado” y así fue como acabó. Mussolini tenía miedo de caer en manos de los estadounidenses ya que pensaba que lo “exhibirían en el Madison Square Garden de Nueva York”.


Casa natal de Mussolini en Predappio. Fotografía de Gervasio Sánchez


Pero el destino fue más cruel y humillante en manos de sus compatriotas. Muchos de los que se burlaban del Duce, con la cara hinchada y deformada y los labios separados de los dientes por los golpes recibidos, lo habían aplaudido y adorado en multitud de ocasiones. Un mes más tarde todavía se leían los nombres de los ajusticiados en la viga donde los cuerpos habían sido colgados. El crítico literario estadounidense Edmund Wilson escribió lo siguiente recogido por Ian Buruma en su libro Año cero. Historia de 1945: “En toda la ciudad se apreciaba el hedor de la muerte de Mussolini y sus seguidores, la exposición de sus cuerpos en público y la deshonra de sus restos por parte de la multitud. Los italianos lo paraban a uno en las tabernas para enseñarle las fotografías que habían tomado del acontecimiento”. En los siguientes meses decenas de miles de fascistas y colaboracionistas fueron ejecutados de forma sumaria o después de juicios regidos por “tribunales populares improvisados que impartían la giustizia della piazza”. Murieron muchos inocentes y los fascistas más conocidos fueron ejecutados junto a toda su familia. La mujer de Mussolini se enteró de lo ocurrido a las pocas horas y se sintió traicionada al saber que su marido había preferido morir acompañado de su amante. Días después de la rendición de Alemania que ponía fin a la Segunda Guerra Mundial, fue internada junto a sus hijos en un campo de prisioneros británico donde pasó tres meses. La odisea del cuerpo de Mussolini empezó un año después, la noche del 23 de abril de 1946, cuando un grupo de simpatizantes fascistas robaron sus restos y lo escondieron durante dos semanas en el maletero de un coche sin saber qué hacer con ellos.


Estudiantes pasean en Prediappio junto a un cartel que indica la casa natal del dictador. Fotografía de Gervasio Sánchez


Finalmente, las autoridades italianas llegaron a un acuerdo con los franciscanos de un convento para que custodiasen lo que quedaba del cuerpo de Mussolini después de haber sufrido graves mutilaciones y las inclemencias de entierros y desentierros. Tuvo que pasar más de una década hasta que el gobierno italiano devolviese los restos momificados a su familia y fueran enterrados en 1957 en la cripta familiar de San Cassiano in Pennino. La tumba se ha convertido en un lugar de peregrinación en honor a su memoria como suele ocurrir con los dictadores cuando se permite la construcción de un mausoleo. Se dice que Hitler recibió información de primera mano justo un día después de que su aliado Mussolini hubiese muerto junto a su amante aunque nadie ha podido aclarar si llegó a conocer los macabros detalles. Las órdenes del jerarca nazi fueron muy claras cuando al día siguiente se suicidó junto a su mujer Eva Braun: quemar los cuerpos con gasolina.

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