Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Gasear al enemigo

DSC_8323
DSC_8323

Ypres (Bélgica)


El 22 de abril se cumplió 100 años del uso del gas como agente letal en una guerra. Fue en la llamada segunda batalla de Ypres, una localidad situada en el noroeste de Bélgica, muy cerca de la frontera francesa. El ejército alemán lanzó casi 6.000 cilindros cargados con 160 toneladas de cloro sobre las cinco de la tarde aprovechando una ligera brisa que se desplazaba hacia las trincheras francesas.


El pánico cundió al producirse la muerte instantánea de miles de soldados franceses. La huida en masa francesa no fue aprovechada por el ejército alemán al no tener constancia del verdadero resultado letal hasta días después, la falta de unidades de refuerzo y el propio miedo de sus tropas a ser envenado por el cloro. La llegada de refuerzos británicos y canadienses estabilizó el frente e impidió el avance alemán.


Soldados muertos por los efectos del gas. Fotografía del Museo de Ypres


Los alemanes volvieron a utilizar cloro en tres ocasiones más entre el 24 de abril y el 5 de mayo de 1915, pero ya no tuvo el efecto letal deseado porque su eficiencia era muy limitada al ser soluble con el agua o la orina.


El ataque del 5 de mayo sólo mató a noventa soldados en las trincheras y a otros 60 en el hospital, un número muy reducido si se tienen en cuenta que en la primera jornada de la batalla de Somme murieron más de 19.000 soldados británicos.


En el museo de Ypres sobre la Primera Guerra Mundial se dedica un espacio a las consecuencias de la utilización del gas en la ciudad. Una decena de fotografías muestra a soldados franceses afectados por el gas y muertos en el acto. Las imágenes fueron tomadas por soldados alemanes y fueron revendidas en mercadillos de toda Europa como principal novedad de la guerra.


Los estrategas bélicos de todos los ejércitos encargaron millones de máscaras antigás y a partir de la batalla de Ypres se combatió con ella contra doce diferentes tipos de gases utilizados de tipo lacrimógeno, paralizante o letal. Es raro el museo de la primera guerra mundial que no muestre máscaras antigás entre sus curiosidades.


Aunque el gas se utilizó por primera vez como arma masiva en la Primera Guerra Mundial, los historiadores expertos aseguran que el gas se ha usado desde hace siglos y se cree que los espartanos recurrieron al gas sulfuroso hace 25 siglos.


Soldado muerto por los efectos del gas. Fotografía del Museo de Ypres


Antes de utilizar gases letales como el cloro, el fosgeno o el gas mostaza, se usaron gases lacrimógenos o irritantes. Los franceses y los alemanes se pasaron la mitad de 1914, el primer año de la guerra, lanzándose granadas u obuses de fragmentación rellenos de gas lacrimógeno o agentes químicos irritantes aunque apenas tuvo efecto en las trincheras.


Alemania disparó el último día de enero de 1915 18.000 granadas de artillería cargadas con bromuro de xililo líquido sobre el ejército ruso en Polonia. Su efecto fue nulo porque el gas se congeló al quedar liberado.


La Primera Guerra Mundial fue el campo de experimentación perfecto para la utilización de gases letales. Dos químicos, el francés Victor Grignard, Premio Nobel de Química en 1912, y el alemán de origen judío Fritz Haber, llamado “el padre de la guerra química”, y Premio Nobel de Química en 1918, fueron los principales investigadores. El francés experimentó con fosgeno y gas mostaza y el alemán se centró más en el cloro.


Haber fue el encargado de proporcionar la técnica al ejército alemán para liberar gases a pesar de su prohibición por la Convención de La Haya de 1907 de la que Alemania era signataria. Otros futuros Nobel de Química alemanes como James Franck, Gustav Hertz y Otto Hahn fueron alumnos y actuaron como soldados de gas en la unidad de Haber. El investigador alemán lo tenía muy claro: "En tiempo de paz, un científico pertenece al mundo, pero en tiempo de guerra pertenece a su país".


Máscara de gas utilizada durante la Primera Guerra Mundial. Fotografía del Museo de Ypres


Los nazis ofrecieron a Haber la financiación necesaria para continuar sus investigaciones sobre armas. Aunque se había convertido por conveniencia del judaísmo al cristianismo, abandonó Alemania tras la ascensión de Adolf Hitler en 1933 al estar en desacuerdo con la expulsión de los científicos judíos.


Aunque no vivió para verlo con sus propios ojos, los nazis refinaron sus investigaciones del gas cianuro Zyklon A para el uso como insecticida y fumigante, y lo convirtieron en una variante letal, el Zyklon B, utilizado en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau en Polonia y los campos de exterminio nazis de Alemania y Austria para asesinar a  judíos, gitanos y otros grupos considerados indeseables.


Los británicos, que se indignaron al principio por el uso de gases, acabaron siendo los que más lo utilizaron a partir de septiembre de 1915. Un general británico lo resumió con estas palabras: “Es una forma cobarde de hacer la guerra que ni yo ni ningún soldado inglés aprobamos. No podemos ganar esta guerra a menos que matemos o incapacitemos a más enemigos que ellos, y si esto solo se puede conseguir copiando al enemigo en su elección de las armas, no debemos rehusar hacerlo”.


Los gases utilizados en la Primera Guerra Mundial causaron unos 300.000 muertos, un tres por ciento del total, y más de un millón de soldados y civiles sufrieron sus efectos durante toda su vida.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión