Blog Cuarta dimensión

por Carlos Bogdanich

No todo lo que vuela es pájaro

Castillo De_Coruña Del Conde, avión conmemorativo
Castillo De_Coruña Del Conde, avión conmemorativo

El deseo de volar siempre ha estado presente en la humanidad. En los principios, muchos acabaron mal intentando emular a los pájaros, pero no cejaron en su empeño. Muchísima gente, incluso científicos de la época, lo veían como algo imposible para las capacidades del ser humano. En el año 852, el andalusí Abbás Ibn Firnás, se lanzó desde el minarete de la mezquita de Córdoba con una enorme lona para amortiguar la caída. Sufrió heridas leves, pero estamos en presencia del precursor del 'paracaídas'. Años después lo volvió a intentar, esta vez con un artilugio con alas de madera recubierto con una tela de seda y plumas. La caída fue más violenta, pero sirvió como inspiración para futuros aventureros en el empeño.


Nuestro admirado Leonardo da Vinci se dedicó muy seriamente a diseñar una máquina capaz de volar. Diseñó varios aparatos que, aunque no llegó a construir, sus diseños se conservaron y fueron la inspiración de los futuros constructores de dichos artilugios. Previo a los planeadores fue la invención del globo y el dirigible, pero tenían la dificultad en su control. La idea de construir una máquina más pesada que el aire y que fuese capaz de volar por medios propios, se hacía cada vez más atrayente.


La Historia no contada


Muchísimas han sido las personas que, con mejor o peor suerte, han intentado emular a los pájaros. En la foto de la izquierda aparece el ingeniero rumano Traian Vuia que, el 18 de marzo de 1906 y con un aparato de su construcción, logró despegar y mantenerse un "tiempo prudencial".


Cuando indagamos en los libros de texto, siempre nos aparece el dato de que los primeros hombres que volaron fueron los hermanos Wrigth en 1903 o el francés Clement Adar en 1890. Sin embargo, un siglo antes, en 1793 fue un español quien voló por primera vez en el mundo. Muy cerca de Aranda de Duero, provincia de Burgos, existe un pequeño pueblo llamado 'Coruña del Conde'. En él nació, hace más de 300 años, 'Diego Marín'. Miembro de una familia numerosa y huérfano de padre, desde muy pequeño tuvo que encargarse del rebaño de ovejas que tenía la familia. Su contínuo contacto con la naturaleza, pero sobre todo su inquieta mente, le hizo observar con detenimiento y constancia el vuelo de los pájaros. Poco a poco fue forjando en su cabeza un gran sueño, el de volar. Deseo, quizá también alimentado, por buscar un cambio en su situación. En total secreto y con la ayuda del herrero del pueblo y de una de sus hermanas, construyó un aparato ideado por él al que añadió las plumas de las águilas que cazaba por el bosque.


La mañana del 15 de mayo de 1793, los tres intrépidos inventores se subieron con el aparato construído, al castillo del pueblo. Desde allí y sin pensárselo, Diego Marín se lanzó al vacío con el objetivo de llegar volando hasta Burgo de Osma, en Soria, donde tenía familia. Aunque pudo aprovechar todas las corrientes de aire imperantes, a los pocos 500 metros y por un fallo mecánico de construcción, el aparato perdió altura hasta precipitarse al suelo. Su hermana y el herrero corrieron inmediatamente hasta el lugar de la caída, encontrando a Diego sano y salvo pero increpando a "grito pelado" al herrero por haber unido mal una de las alas del artilugio. El suceso, como pasa en todos los pueblos, llegó pronto a oídos de sus habitantes quienes, junto con el cura y temerosos de que Diego Marín tuviese un futuro accidente, quemaron el artefacto de su invención. Esto, unido a las burlas de sus vecinos, hizo que Diego cayese en una profunda depresión con la resultante de morir de pena el 11 de octubre del año 1800. No hay nada peor que, a un ser creativo e ingenioso, le "corten las alas" a su ilusión...




Hoy, en su recuerdo, el Ejército del Aire Español colocó junto al castillo donde se produjo la hazaña, un moderno avión y el Ministerio de Fomento, junto con el Ayuntamiento de Burgos, un monolito en la entrada del Aeropuerto de Burgos. Diego Martín Aguilera, uno más de los tantos que han sufrido y sufren la incomprensión del medio, pero que el Tiempo termina por poner en su sitio. Un español, el primer hombre que voló en el mundo.


FELICES PESADILLAS.


Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión