Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Setenta años de un levantamiento sangriento

Monumento al levantamiento del Varsovia. Fotografía d Gervasio Sánchez
Monumento al levantamiento del Varsovia. Fotografía d Gervasio Sánchez

EUROPA EN GUERRAS (16)


Varsovia (Polonia)


Varsovia parece el escenario de una película de época, con miles de estudiantes vestidos con uniformes militares de los años cuarenta que desfilan por las calles de la ciudad vieja. Hay barricadas con niños parapetados en posición defensiva; jóvenes trasladando a niños interpretando a  heridos; enfermeras con peinados ya olvidados mostrando pequeños botiquines; adultos exhibiendo armas polacas y alemanas y padres entusiasmados dejando que sus hijos las toquen, las alcen y las prueben, como si estuvieran en el frente de una batalla.


Participan en una reconstrucción histórica, el levantamiento sangriento contra la ocupación nazi que empezó el 1 de agosto de 1944 y finalizó dos meses después con la destrucción casi total de la capital polaca hace setenta años. El comportamiento heroico de la población llena de orgullo a las nuevas generaciones polacas.


Niños y adolescentes desfilando en la conmemoración del 70 aniversario del levantamiento de Varsovia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Planificado por el ejército clandestino polaco, el principal objetivo fue liberar Polonia antes de que llegasen las tropas soviéticas. Aunque había decenas de miles de hombres, mujeres y niños dispuestos a sacrificarse, el número de armas era muy limitado y apenas servía para proveer a unos 2.500 milicianos.


Siete ametralladoras pesadas, mil fusiles, dos mil pistolas, 60 subfusiles, 35 proyectiles anticarro y 25.000 granadas frente al armamento pesado de un ejército alemán formado por unos 15.000 hombres que ocupaban la capital fortificada con búnkeres de hormigón, y otros 90.000 desplegados en los alrededores.


Los soviéticos llegaron a los alrededores de Varsovia a mediados de septiembre y sólo tenían que cruzar el río Vístula para liberar la ciudad.  Pero Stalin prefirió que la sublevación fracasara. Su objetivo era ocupar Polonia e instaurar un régimen comunista. Además, el descubrimiento un año antes de la masacre de Katyn, donde miles de oficiales polacos fueron asesinados por los soviéticos, había destruido las relaciones entre la Unión Soviética y el gobierno polaco en el exilio.


El comportamiento heroico de los combatientes polacos fue admitido por el propio Heinrich Himmler, jefe de las SS y número dos del régimen nazi, que llegó a escribir que el levantamiento había sido “una de las más mortíferas batallas desde el comienzo de la guerra, tan difícil como la lucha por Stalingrado”.


Monumento al levantamiento del Varsovia. Fotografía de Gervasio Sánchez


La capitulación polaca dio inicio a la venganza alemana y se saldó con un auténtico baño de sangre. Entre 150.000 y 180.000 polacos murieron en los combates o en los fusilamientos masivos. Toda la población polaca, entre 350.000 y medio millón de civiles, fue evacuada de la capital y trasladados a diferentes campos de trabajo, de concentración y exterminio en Polonia y Alemania.


Fue entonces cuando Adolf Hitler dio la orden de demoler con explosivos todos los edificios del casco antiguo, incluidos los monumentos históricos, y construir en su lugar un lago artificial que se extendiese por toda Varsovia.


Casi 10.500 edificios fueron destruidos además de 923 edificios históricos que representaban el 94% de la totalidad, 25 iglesias, 14 bibliotecas, 150 escuelas primarias y secundarias y las dos universidades. Un millón de personas perdieron sus propiedades.


Recreación de un herido en el levantamiento de Varsovia. Fotografía de Gervasio Sánchez


El centro histórico de la ciudad fue reconstruido después de la guerra y en 1980 fue declarado Patrimonio de la humanidad por la Unesco "como "ejemplo destacado de reconstrucción casi total de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX".


Varsovia sufrió el gueto judío más grande de los 400 que la Alemania nazi ordenó crear durante la Segunda  Guerra Mundial. En aquella época, sólo en Nueva York vivían más judíos que en la capital polaca en todo el mundo.


En la pequeña extensión del gueto se hacinaron 450.000 judíos en condiciones deplorables. La inmensa mayoría fueron trasladados al campo de exterminio de Treblinka, a dos horas de la capital, y asesinados en las cámaras de gas. La población judía de Varsovia, que representaba el 30% del censo de la capital, se redujo de 400.000 a 50.000 al caer el régimen sanguinario nazi.


El 12 de octubre de 1940, los alemanes obligaron a toda la población judía de Varsovia a trasladarse a un área específica que rodearon con un muro de tres metros. La primera deportación se produjo casi dos años después, en julio de 1943 y, en apenas dos meses, trasladaron a 300.000 judíos a Treblinka. Otros 100.000 murieron de hambre y de enfermedades en el interior del gueto.


Todos los habitantes tenían que llevar insignias distintivas y brazaletes que los identificaban como judíos y trabajar forzosamente en la industria alemana. El gueto era administrado por un consejo judío, cuyos miembros eran nombrados por la autoridad militar, y la policía judía era responsable del orden público y, además, tenía que organizar las deportaciones.


Muro original del gueto de Varsovia. Fotografía de Gervasio Sánchez


El 19 de abril de 1943 se inició el primer levantamiento contra el régimen nazi en una ciudad ocupada por sus fuerzas militares. Los 70.000 residentes que aún quedaban conocían los planes alemanes de destruir el gueto y llevar a los sobrevivientes a los campos de exterminio.


La resistencia fue feroz y duró un mes, pero los judíos apenas tenían armas caseras contra una maquinaria infernal alemana que utilizó blindados y bombas incendiarias lanzadas desde aviones. Unos 7.000 residentes murieron en los combates y otros 6.000 a consecuencia de los incendios. El resto, unos 56.000, fueron capturados y deportados. Los alemanes perdieron 300 soldados y otros mil resultaron heridos.


Sólo algunos edificios y muros permiten hacerse una idea de lo que tuvo que ser la vida en el gueto de Varsovia. Hay que callejear mucho para ver los vestigios. Buscar entre las grandes moles construidas durante el régimen comunista para darte de bruces, al girar una calle, con un pedazo de la historia trágica de la ciudad.


Un lugar inolvidable es el cementerio judío con sus 150.000 tumbas, el más grande de Europa, con dos siglos de historia. En él están enterrados judíos polacos famosos como Lazar Zamenhof, el inventor del esperanto. La tumba de Ber Sonnenberg, de 1822, está considerada como uno de los monumentos funerarios europeos más bellos. Pero no está el músico judío W?adys?aw Szpilman, protagonista de El pianista, la famosa película de Roman Polanski, enterrado en el cementerio de los hombres ilustres polacos.


El administrador, emparentado con la familia de Szpilman, explica que “el irremediable paso del tiempo y la falta de cuidado de las familias (muchas de ellas perdieron a todos sus miembros en los campos de exterminio)” han hecho que muchas lápidas estén derribadas o rotas.


Cementerio judío en Varsovia. Fotografía de Gervasio Sánchez


El mar de tumbas está extendido por un bosque de árboles que oscurece y encierra la gran historia de Europa en un silencio conmovedor. Apenas hay algunas centenares de sepulturas de las últimas décadas porque en Varsovia “sólo viven 600 judíos oficialmente aunque, en realidad, seremos unos 2.000”, según comenta el responsable del cementerio.


El resto de las tumbas son anteriores a 1944. Mientras paseas sientes como si estuvieses buscando un tiempo perdido y te golpea el terrible recuerdo de los acontecimientos históricos. El silencio y la angustia sólo son rotos por el lejano murmullo del tráfico.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión