Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Vuestro recuerdo no se olvida

Niños y mujeres camino de las cámaras de gas después de haber descendido de los trenes. Tomada por uno de los guardianes
Niños y mujeres camino de las cámaras de gas después de haber descendido de los trenes. Tomada por uno de los guardianes

EUROPA EN GUERRAS (15)


Auschwitz (Polonia)


Los soldados soviéticos que liberaron Auschwitz el 27 de enero de 1945 llevaban meses viendo escenas macabras de los desastres de las guerras mientras avanzaban por toda Polonia machacando a un ejército alemán en retirada. Aldeas calcinadas, hombres quemados, colgados, mujeres y niños ejecutados. Destrucción, desolación, desamparo. Pero no estaban preparados para enfrentarse a figuras cadavéricas que parecían fantasmas andantes cuando rompieron la cerradura de la verja que permitía la entrada en el campo de exterminio.


Sólo quedaban 7.000 supervivientes. En el sótano de uno de los grandes barracones había un millar de cuerpos amontonados listos para ser quemados. Otros 700 cadáveres estaban diseminados por distintas dependencias. La mayoría habían muerto por disparos de armas de fuego.


Cuatro niños judíos supervivientes. Fotografía tomada el 27 de enero de 1945, el día de la liberación por los soviéticos de Auschwitz


Antes de abandonar Auschwitz, los responsables de aquella catástrofe humana habían quemado una gran parte de los archivos, derribado muchos barracones y volado las cámaras de gas y los crematorios. Querían borrar las huellas de las salvajadas que habían realizado durante los últimos cinco años en el gran campo de la muerte y la desolación


Unos 60.000 prisioneros habían sido evacuados a campos de exterminio situados en territorio alemán y austriaco por diversas vías durante los días anteriores. Una cuarta parte murieron por el camino de inanición y ejecutados de un disparo o a culetazos cuando eran incapaces de proseguir la marcha.


Se tiene constancia de que “la solución final de la cuestión judía” fue decidida en una reunión de jerarcas nazis en Wannsee (Berlín) el 20 de enero de 1942 presidida por Reinhard Heydrich, al que sus propios hombres de las SS apodaban “la bestia rubia”.


La orden emanada de las más altas instancias nazis, con Adolf Hitler a la cabeza, fue trasladar a todos los judíos europeos a los campos de concentración y exterminio y liquidarlos. Los protocolos de la reunión fueron encontrados intactos al final de la guerra y utilizados como prueba durante los juicios de Nuremberg.


Cámara de gas y crematorio destruido por los nazis. Se ve la plataforma por la que se entraba en la cámaras de gas. Fotografía de Gervasio Sánchez


A los pocos días de recibir la orden, las autoridades militares ordenaron gasear a miles de judíos, y a partir de junio de 1942, decidieron ampliar las instalaciones para internar a 200.000 presos al mismo tiempo.. En marzo de 1943 empezaron a funcionar las cuatro cámaras de gas y los crematorios construidos por empresas alemanas.


En octubre de ese mismo año Heinrich Himmler, el segundo hombre más poderoso del régimen nazi, ordenó trasladar a todos los judíos a los campos de exterminio polacos.


La llegada en masa de los 430.000 judíos húngaros obligó al comandante de Auschwitz, Rudolf Hoss, a incrementar el ritmo de los asesinatos. Se llegó a matar en un solo día a 24.000 personas y muchas de ellas tuvieron que ser quemadas al aíre libre debido a la reducida capacidad de los crematorios.


Rudolf  Hoss, cuyo quinto hijo nació en Auschwitz, escribió sus memorias durante su cautiverio  e, incluso, actuó como testigo en Nuremberg contra algunos de sus compañeros. Höss contó que Himmler le dijo: "El Führer ha dado la orden de proceder a la solución final del problema judío. Nosotros, los SS, somos los encargados de llevar a cabo esta orden. A usted le incumbe esta tarea dura y penosa".


En sus escritos afirmó que la utilización del gas contra los prisioneros le permitió solucionar un grave problema que se le presentaba cada vez que ordenaba los fusilamientos masivos: “Los condenados intentaban huir y los heridos, especialmente, las mujeres y los niños, tenían que ser rematados. Se producían suicidios entre los soldados de los pelotones de ejecución que no podían soportar aquellos baños de sangre. Algunos de ellos se volvieron locos. Y la mayoría recurría al alcohol para calmarse”.


Los supervivientes del campo aseguraron que Hoss era un hombre frío y sin sentimientos capaz de dirigir impecablemente aquella máquina de matar. El patíbulo, con la horca que sirvió para ahorcarlo en abril de 1947, es uno de los objetos del actual museo y está situada al lado de una cámara de gas y crematorios, reconstruidos, con elementos metálicos de los que fueron destruidos por los nazis, por las mismas empresas que instalaron los originales. Su visita es una de las experiencias más demoledoras en Auschwitz.


Barracones donde se hacinaban a los prisioneros. Fotografía de Gervasio Sánchez


El Museo permite la visita a las diferentes ampliaciones que se hicieron a partir de 1942 en lo que  se conoce como Auschwitz II-Birkenau. En las 191 hectáreas de extensión se puede acceder a 150 edificios originales como bloques y barracones para prisioneros, letrinas, edificios de la administración y dirección del campo, los cuartos de las SS, las torres de vigilancia y la plataforma de descarga de los prisioneros que llegaban hacinados en trenes.


Las barracas de ladrillo situadas a un lado de la plataforma de descarga eran habitadas por las mujeres. Tenía que dormir en literas de tres niveles sobre paja podrida en grupos de cinco. Otras barracas mejor condicionadas servían para aglomerar a los hombres. Habían servido anteriormente como establos. Donde antes descansaban 52 caballos ahora vivían 400 ó 500 prisioneros en condiciones execrables.


Las ruinas de los crematorios no impiden que se pueda ver un largo vestuario subterráneo donde los prisioneros se desnudaban antes de su viaje final, una cámara de gas, restos de cinco hornos  y los raíles utilizados para transportar los cadáveres.


Los prisioneros más fuertes fueron obligados a trabajar en régimen de esclavitud en las fundiciones, minas y fábricas que había alrededor del campo y participaron en la extracción de carbón, producción de armas y ampliación de plantas industriales. Muchos de ellos eran incapaces de resistir las jornadas maratonianas ya que las condiciones de alojamiento en el campo eran terribles.


El valor energético de la comida diaria era de 1.300 a 1.700 calorías. Apenas medio litro de líquido que simulaba café o infusión de hierbas para desayunar, un litro de sopa, a menudo hecho con verduras podridas, para almorzar, 300 gramos de pan negro y 30 gramos de salchicha, margarina o queso para cenar. Algunas reclusas fotografiadas tras la liberación del campo apenas pesaban entre 23 y 35 kilos.


Los médicos de las SS realizaron experimentos criminales con los presos. Cari Clauberg estaba obsesionado con la búsqueda de alguna droga que permitiese el exterminio rápido de los eslavos y utilizó a centenares de mujeres judías a las que esterilizaba en el bloque 10. Josep Mengele manipuló a niños mellizos y personas con discapacidades para sus investigaciones genéticas y antropológicas. Otros médicos utilizaron a los judíos como conejillos de indias para experimentar los efectos de diferentes drogas o hacer trasplantes de piel.


Piedrecita mirando hacia la plataforma donde eran desembarcados los prisioneros. Muchos de ellos iban directamente a las cámaras de gas. Fotografía de Gervasio Sánchez


Paseando por la larga vía del tren me encuentro una piedrecita en la que un visitante ha escrito: “Vuestro recuerdo no se olvida”. La piedra está dirigida hacia la plataforma donde los prisioneros eran desembarcados como ganado y muchos de ellos directamente llevados a las cámaras de gas después de quitarles todas sus pertenencias.


Después de siete horas de visita a Auschwitz es lo único que queda: no olvidar. Recordar siempre que un régimen brutal esgrimió terribles excusas para liquidar a una de las comunidades más florecientes de toda Europa. No olvidar para que nunca más vuelva a ocurrir.


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