Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Yo he llorado en Auschwitz

Niños supervivientes
Niños supervivientes

EUROPA EN GUERRAS (14)


Auschwitz (Polonia)


Cumplo 55 años a finales de este mes. Tengo uso de razón desde hace 50. Sé que existieron los campos de concentración desde hace 45. He visto fotografías de Auschwitz y he leído testimonios estremecedores desde hace 40. Pensaba que mi experiencia en tantos conflictos, documentando historias tan profundamente dolorosas que te asfixian para siempre, sería suficiente para enfrentarme a la cumbre de la barbarie.


Pues no me sirvió de nada. Todo lo que sabía, lo que había visto en imágenes, lo que había sufrido leyendo historias de terror y sadismo, no evitaron que me sintiera desnudo desde el primer minuto, despojado de los atributos que permiten enfrentarse éticamente al espanto y la consternación.


Campo de exterminio de Auschwitz. Fotografía de Gervasio Sánchez


Yo he llorado en Auschwitz. No en forma de reguero de lágrimas imposible de parar. Ni siquiera fue visible para otras personas. Fue, más bien, un lloro silencioso, interior  y profundo que se disparó cuando la principal pregunta, “¿podemos seguir creyendo en el ser humano después de contemplar este lugar?”, se instaló inquietantemente en el estadio más racional de la conciencia y consiguió la respuesta más clarividente y concisa: No


Todo empieza con una frase sarcástica, “Arbeit macht frei” (“El trabajo os hará libre”), una cancela que se abre y una barrera que sube. Los prisioneros de Auschwitz atravesaban cada día la gran puerta y se topaban con una orquesta que tocaba marchas para agilizar las salidas, las entradas y los recuentos.


Entrada al campo de exterminio. "El trabajo os harán libres", dice la frase sarcástica. Fotografía de Gervasio Sánchez


A las ocho de la mañana apenas hay turistas. Suelen llegar a las 10 en grandes grupos desde Cracovia.  Por eso es imprescindible empezar la visita temprano para pasear por los barracones en silencio. Un silencio necesario para asumir que lo que estás viendo es único y que nunca lo olvidarás.


Auschwitz se creó en abril de 1940 para albergar a los nuevos detenidos que ya no cabían en las cárceles . Su primer y único comandante fue Rudolf Höss y los primeros reclusos fueron 728 polacos procedentes de una prisión cercana.


El campo llegó a contar con 28 edificios de dos plantas, más las cocinas y los almacenes, y tenía 20.000 prisioneros en 1942. El aumento de presos fue lo que decidió ampliarlo y crear Birkenau o Austwitz II, a unos dos kilómetros. Los presos ocupaban los edificios y también se hacinaban en sótanos y desvanes.


Hoy todas las instalaciones son un museo con exposiciones permanentes que muestran las condiciones de vida de los prisioneros, muchos de los cuales murieron por el trabajo inhumano y esclavo, el hambre, enfermedades, experimentos en los laboratorios, castigos, torturas y ejecuciones.


Botes de Zyklon B usados en las cámaras de gas. Fotografía de Gervasio Sánchez


Hasta 1942 el campo funcionó como lugar de reclusión de polacos  y prisioneros de diferentes nacionalidades y fue a partir de ese año cuando se transformó en el mayor centro exterminador de judíos europeos.


La visita suele comenzar por el Bloque 4. En la planta de abajo hay una urna de gran tamaño que contiene las cenizas de personas asesinadas, una forma emotiva de homenajear a todos  los que perdieron la vida en Auschwitz.


Las cifras de víctimas fluctúan mucho. Lo más sensato es remitirse a las que el propio campo de extermino indica: 1.300. 000 de personas murieron, de las que un millón cien mil fueron judíos, siendo los húngaros con 430.000 y los polacos con 300.000 los grupos nacionales más golpeados. También fueron exterminados centenares de miles de judíos franceses, holandeses, austriacos, alemanes, eslovacos, checos o belgas. Por las cámaras de gas pasaron más de 20.000 gitanos y 8.300 prisioneros rusos.


Heinrich Himmler, el segundo hombre más poderoso de la Alemania nazi y principal programador del exterminio, eligió Auschwitz ( Oswiecim en polaco) “por su privilegiada ubicación en cuanto a las comunicaciones (nudo ferroviario importante) como por la posibilidad de aislamiento y camuflaje”, tal como contó el comandante Höss en sus memorias.


Montañas de zapatos infantiles pertenecientes a los niños asesinados. Fotografía de Gervasio Sánchez


Los alemanes desalojaron a la población de uno de los barrios de la pequeña localidad y también de ocho aldeas colindantes. 1.200 viviendas fueron destruidas. El 60% de la población de Oswiecim, de origen judío, fue aniquilada en sus instalaciones.


Una parte de los edificios desalojados fueron ocupados por los oficiales y los suboficiales de las SS encargados de llevar a cabo las tareas sangrientas y muchos se instalaron con sus familias. 8.000 miembros de la unidad más macabra del ejército alemán estuvieron destinados en el campo de exterminio.


Los judíos llegaron al campo atraídos por una idea de vida mejor que los nazis les habían prometido en sus lugares de origen. Muchos creían que trabajarían como operarios en fábricas inexistentes y recibirían terrenos para construir sus viviendas. Algunos recibieron títulos de propiedad falsificados.


Después de un largo camino, que duraba una semana cuando viajaban de lugares lejanos como Grecia o Noruega, eran seleccionados por los guardianes y la mayoría, hasta el 70% de cada convoy, era trasladado directamente a las cámaras de gas.


Maletas con los nombre y las direcciones de los judíos asesinados. Fotografía de Gervasio Sánchez


Se les desnudaba con la excusa de que iban a recibir una ducha y en grupos de 2.000 tardaban entre 15 y 20 minutos en morir por el efecto de entre cinco y siete kilos de gas Zyklon B. Entre 1942 y 1943 se gastaron 20.000 kilos de este gas.


Antes de transportarlos a los hornos crematorios o a las fosas comunes para incinerarlos, los cadáveres eran despojados de dientes de oro, pendientes y sortijas. También se les cortaba el pelo que luego era vendido a la industria textil alemana a medio el marco por kilo. Cuando fue liberado el campo se encontraron sacos con 7.000 kilos de cabellos humanos. Casi dos toneladas de cabello femenino está expuesto en uno de los barracones.


En otras salas montañas formadas con 80.000 zapatos infantiles o de adultos, 40 kilos de gafas, 12.000 ollas y escudillas, 460 prótesis de todos los tamaños imaginados, 3.800 maletas de las que más de la mitad están firmadas con los nombres y las direcciones de los asesinados, 570 uniformes a rayas que llevaban los prisioneros, 260 prendas de ropa civil, incluidos vestiditos infantiles, un número similar de talits (chal de oración judío), reafirman con una contundencia asfixiante la magnitud de la tragedia.


Las colecciones se completan con fotografías, documentos históricos y trabajos artísticos realizados ilegalmente por parte de los prisioneros en el campo o en los años posteriores a la liberación que recogen escenas de la vida cotidiana y constituyen un relato en primera persona de personas que sobrevivieron.


Los prisioneros eran fotografiados en tres posiciones  y a partir de 1943 se les tatuó su número de registro en el brazo. Auschwitz fue el único campo de exterminio donde se hizo esta práctica de tatuaje.


Los prisioneros eran identificados con triángulos de colores según el motivo del arresto. El color rojo indicaba una motivación política. El negro se asignaba a los gitanos y a los clasificados como  antisociales. El morado estaba reservado para los testigos de Jehová, el rosa para los homosexuales y el verde para los criminales. Los judíos recibían una estrella amarilla, además de un triángulo de color.


Niños supervivientes el día que fue liberado el campo por los soviéticos en enero de 1945.


No hubo piedad con los niños. Los nazis deportaron 216.000 niños judíos, 11.000 gitanos, 3.000  polacos y 1.000 eslavos y de otras nacionalidades. Eran desechables desde el momento en que bajaban de los trenes y eran llevados directamente a las cámaras de gas. Cuando el 27 de enero de 1945 el ejército soviético liberó el campo, sólo quedaban 650 niños y jóvenes, 450 menores de 15 años.


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