Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Perder una guerra

Tumba de Antonio Machado y su madre en Collioure
Tumba de Antonio Machado y su madre en Collioure

EUROPA EN GUERRAS (3)


Collioure (Francia)


Desde el collado de Belitres, a tres kilómetros de Portbou y a dos centenares de metros de Francia,  la vista es espectacular. Es un lugar ideal para ver la orografía de la costa, sentir una brisa que te corta los labios a pesar de que es 2 de julio y, sobre todo, reflexionar sobre los desastres de la guerra.


El éxodo republicano se inicio el 28 de enero de 1939. Trece días después, el 9 de febrero, 140.000 personas  habían atravesado a pie este paso fronterizo, a un ritmo de más 10.000 diarios. 78.629 eran niños. Primero pasaron los civiles, después los heridos y mutilados, al final los militares. Y sólo hablamos de un tercio de todos los que huyeron del avance franquista por diferentes pasos fronterizos de los Pirineos.


Memorial sobre el exilio español en el collado de Belitres a 200 metros de Francia. Fotografía de Gervasio Sánchez


El informe Valière, encargado por el gobierno francés, aseguraba que el 9 de marzo de ese mismo año había 440.000 refugiados en Francia, la mitad soldados y milicianos, 170.000 mujeres, niños y ancianos, 40.000 inválidos y 10.000 heridos.


He sido testigo de varios éxodos en mi vida profesional. No hay nada peor que salir de tu país sin nada, apenas con una maleta, si puedes llevarla a cuestas y no te la roban. Las imágenes del éxodo español son similares a las que he visto en Bosnia en 1992, Ruanda en 1994 (el más espantoso), Sierra Leona en 1999 (un millón de cuatro habitantes).


Hombres hundidos en la vergüenza después de ser desposeídos de la dignidad, mujeres llorosas rodeadas de pequeños con las miradas perdidas, niños presos del pánico o del aturdimiento. No me es difícil imaginar lo que tuvo que ser el collado de Belitres.


Un niño español atravesando el collado de Belitres en enero de 1939.


Quiero centrarme en la experiencia de dos fotógrafos, los que mejor cubrieron la Guerra Civil, un judío húngaro conocido como Robert Capa y un valenciano catalanizado llamado Agustí Centelles, y de un escritor y poeta, Antonio Machado. Los tres abandonaron España por este paso. Capa y Machado el mismo día.


Capa pisó una mina 15 años después y murió en Indochina en mayo de 1954; Machado murió tres semanas después de exiliarse en febrero de 1939; Centelles pasó cuatro años en Francia, a la vuelta se le prohibió trabajar como fotoperiodista y murió en diciembre de 1985.


Capa vivió el principio y el final de nuestra guerra. Estuvo en los frentes más peligrosos y algunas de sus fotos son una demostración palpable de los riesgos que asumió. Aunque era extranjero, apátrida al huir de Hungría en manos de un régimen pronazi a mediados de los treinta, sintió la derrota republicana como propia.


Marta Gellhorn, una bella periodista y amante de Ernest Hemingway, hizo el mejor retrato sobre Capa, recogido en el libro Sangre y champán, de Alex Kershaw: “Tan apuesto con su estilo gitano, amado por las mujeres y solicitado por los hombres, Capa era un ser con una contagiosa capacidad para disfrutar de la vida, la clase de persona que la gente afirmaba conocer sin conocerlo”.


Estuvo en la Batalla del Ebro, en la de Teruel, tan cerca de las bombas en Fraga que sus fotos muestran a soldados “aturdidos por los estallidos, tambaleándose a campa abierto”. Se acercó tanto al caos y a la carnicería, y de paso a la muerte, que parecía que la buscaba.


Su reflexión ante la visión de una niña tumbada sobre unas maletas es legendaria: “No siempre es fácil mantenerte al margen y no ser capaz de hacer nada a parte de documentar el sufrimiento que te rodea”.


Un Capa exhausto, deprimido y derrotado cruzó la frontera el 28 de enero de 1939.  En París se le recibió como al mejor fotógrafo de guerra del mundo, pero él regreso al sur de Francia para cubrir las terribles condiciones a las que fueron sometidos los republicanos por los franceses. Estuvo en Bram, cerca de Carcasona, donde se instaló un campo de concentración en el que pasó varios meses Agustí Centelles.


Esta fotografía la hizo en este mismo lugar Agustí Centelles en Montearagón (Huesca) durante la Guerra Civil española. Fotografía de Gervasio Sánchez




Centelles fue fotógrafo de guerra desde el primer día. Sus imágenes de los enfrentamientos del 19 de julio de 1936 en Barcelona son únicas y una de ellas fue portada de la revista Newsweek pocos día después. Recorrió los escenarios bélicos más importantes de Aragón.


Días antes de la caída de Barcelona en manos franquistas tuve que enterrar a su madre. “Caja blanca de madera sin forrar. La mejor de las tres que se pueden escoger. 700 y pico pesetas. ¡¡Ladrones!!”, escribe en Diario de un fotógrafo, encontrado por su hijo Sergio meses después de su muerte.


Una mañana del frío diciembre de 1992 nuestra traductora Alma no llegó a la cita que tenía con Alfonso Armada y conmigo en Sarajevo. Fuimos a buscarla a su casa. Su hermana nos recibió llorando. La madre de Alma estaba muerta en el suelo envuelta en un sudario hecho con una manta. Nuestra traductora había ido a buscar un ataúd. No fue capaz de encontrar un trozo de madera en toda la ciudad.


Centelles tuvo que tomar otra decisión drástica: dejar a su esposa a y su hijo Sergio de menos de dos años en Barcelona. Nos los volvería a ver hasta cinco años más tarde cuando regresó clandestinamente. Abandonó la capital condal cuando los franquistas estaban entrando. En el camino a la frontera se enfrentó a situaciones dramáticas. “Mi espíritu de periodista ha desaparecido y no me siento capaz de bajar del camión o de hacer fotos desde arriba”, escribió en su diario.


El gran fotógrafo llegó a Francia con 5.000 negativos guardados en una maleta. Su carné internacional de prensa impidió que se los quitaran.  Recuperó el pundonor de periodista en el campo de concentración de Bram y tomó imágenes magníficas de la vida cotidiana  de los exiliados.


Casa (entonces hotel) donde murió Antonio Machado en febrero de 1939. Fotografía de Gervasio Sánchez


Antes de volver a España pidió a una familia de Carcasona que le guardaran sus archivos. Fue juzgado y condenado por la justicia española, pero obtuvo la libertad condicional antes de entrar en prisión. Quedó inhabilitado para ejercer como reportero gráfico y se dedicó a la fotografía industrial. Meses después de morir Franco, regresó a Carcasona, recuperó sus negativos y pudo ver su obra publicada antes de morir.




Antonio Machado no pudo enterrar a su madre porque murió tres días antes que ella. Muy enfermo, “herido de muerte”, según su hermano, llegó el 28 de enero de 1939 a la localidad francesa de Collioure.


Se alojaron en un pequeño hotel de dos plantas llamado Bougnol-Quintana muy cerca del centro urbano de la localidad. La madre del poeta, Ana Ruíz, apenas podía moverse. Machado pasaba muchas horas a su lado.  En una carta que le manda a José Bergamín habla de “éxodo lamentable” y de pasar la frontera “en condiciones empeorables (ni un solo céntimo francés)”.


Sus últimas palabras se las dedicó a su madre. El callejón que permite rodear el inmueble donde murió fue bautizado como calle Antonio Machado.  El pueblo entero, encabezado por su alcalde, le acompañó hasta su tumba.


Tumba de Antonio Machado y de su madre en Collioure. Fotografía de Gervasio Sánchez




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