Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Vivir de las rentas, Kraftwerk

Increíble: desde 1986 en que acabó la fase de producción de Kraftwerk, o lo que sus componentes llaman 'el decálogo', completado por la edición un tanto sui generis de otro álbum en 2003, al rebufo del aniversario de 'Tour de France', no graban un solo disco.


Vamos, que aquella etapa, formada por el pentatlón de oro -'Autobanh', 'Radio-Activity', 'Trans-Europe Express', 'The Man-Machine' y 'Computer World'- y grabada entre 1974 y 1981, no ha vuelto a tener continuidad 'comme il faut' ('Electric Cafe', del 86, bajó mucho el listón). Y, sin embargo, cada año que pasa, el cuarteto alemán, ya con solo un miembro original en sus filas, Ralf Hütter, sube el caché y el glamour como si una supernova actual se tratase.


El viernes pasado actuó en el Sónar de Barcelona, a recinto hasta los topes, según cuentan las crónicas, y antes ha hecho lo mismo en lugares tan chic como la Tate londinense o el MOMA neoyorkino, a 2.000 dólares la reventa. No se conoce grupo que, no solo viva tan ricamente de las rentas, sino que las centuplique, como estos alemanes, sin producir nada nuevo desde hace casi 30 años. No, los Rolling, paradigma de longevidad, salvo este año, han salido a la carretera siempre con un disco nuevo.


¿Timo, vagancia, vivir de las rentas descaradamente…? Una pregunta lanzada al aire no para restarle méritos musicales a Kraftwerk, que personalemente me encantan, aunque mis favoritos de toda aquella onda alemana de los setenta fueron, y son, Tangerine Dream, pero sí para poner en tela de juicio estos largos periodos sin discos de grupos de primera fila. Eso sí, en tecnología no parece que el grupo alemán se haya adormilado. Ahora, hay que ponerse gafitas en los conciertos para verlos en 3D, como las modernas televisiones o los cines.


Por cierto, el insólito efecto devocional pro Kraftwerk se ha dejado sentir incluso por estas tierras. En los anales de la ciudad, queda para el recuerdo la actuación que el grupo ofreció en el teatro Fleta, la noche del 9 de noviembre de 1991. Teatro abarrotado, todas las entradas vendidas, pero aún así, pérdidas cuantiosas. Lo curioso: el promotor, a sabiendas de antemano de esas pérdidas, las asumió como un jabato con tal de ver al grupo teutón en Zaragoza. Era un fan. Un romántico. Por supuesto, de los que no quedan, ni seguramente antes los hubo. Que hay que echarle bemoles electrónicos a la cosa para prestarse a perder en torno a un millón de las viejas pesetas con tal de darse el capricho. El romántico en cuestión no se sabe si se habrá arrepentido o por el contrario vivirá cada año más feliz en su sueño cumplido. Me temo que lo segundo. Hace no mucho, regaló a sus amigos un deuvedé de aquella noche mítica en el que se certifica que 'The Model' se quedó en el camerino, pero no así 'Radio-activity' o 'Autobahn', por ejemplo.


Locuras del pop, cuya explicación no es otra que el culto a los viejos mitos, algo que en este oficio se prodiga con fe reverencial. Menos frecuente o menos admisible, sin embargo, es vivir de las rentas durante tantos años.


El pasado viernes en Barcelona:


http://www.youtube.com/watch?v=KRcYt7LpcuU


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