La peor plaga de la historia

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En una entrevista radiofónica, el naturalista británico David Attenborough se lamentaba esta semana del enorme daño que el ser humano hace al planeta: "Somos la peor plaga y solo si controlamos nuestro crecimiento podremos sobrevivir", aseguraba. Son muchos los ecologistas que alertan de cómo nuestra huella pone en peligro los ecosistemas de todo el mundo, pero Attenborough dio con la clave del problema: no es la Tierra la que está en peligro, sino nosotros. El ser humano está destrozando su propia casa, contaminando el aire que respira, manchando las aguas de las que bebe y dejando sin reservas las praderas que le dan alimento.


El planeta Tierra cuenta sus cumpleaños por cientos de millones y la presencia del hombre apenas es un suspiro. De hecho, según científicos que han publicado estudios en 'National Geographic' o realizado documentales para 'Discovery Channel', tan solo tendrían que pasar 50.000 años para que toda huella humana desapareciera y apenas quedaran pequeños restos arqueológicos.


El mundo, nuclear


Los biólogos y científicos parten de una idea inquietante: ¿y si imaginamos que todos los seres humanos mueren de repente y dejan el planeta tal y como lo conocemos? A las pocas horas, todas las ciudades están a oscuras y se producen los primeros problemas: sin mantenimiento, las centrales nucleares fallan y emiten radiaciones fatales. Al mismo tiempo, los animales domésticos abandonan su espacio, en busca de comida para alimentarse. Vacas u ovejas perecen por falta de comida, pero otros más grandes van migrando a otras zonas. Fauna y flora que se encuentran en el radio de contaminación de las centrales nucleares muere en un mes.


A los seis meses, la pérdida del mundo artificial creado por el hombre ha afectado a animales como las cucarachas (no sobreviven al invierno ya que no hay hogares con calefacción), los perros (asilvestrados atacan a todo animal para alimentarse de él) y los antiguos hogares humanos se llenan de roedores y pequeños mamíferos. Al cabo de un año, la radiación del aire ha desaparecido y la flora empieza a regenerarse.


La fuerza de las plantas


Sin mantenimiento, las carreteras se convirtirían en espacio improvisado para nuevos árboles y arbustos, al igual que aceras y calzadas de las ciudades. Durante ese primer siglo, los tejados se derrumbarían y las plantas colonizarían el interior de edificios. El crecimiento de los bosques ayudaría a limpiar el exceso de CO2 de la atmósfera.


La vida es cada vez más natural. Solo 150 años después de la 'catástrofe', la mayoría de edificios se habría colapsado y empezarían a derrumbarse puentes, diques y pantanos. Ríos como el Ebro estarían otra vez naturalizados en apenas 250 años y los sotos se habrían ampliado hasta ocupar su espacio original, que en el caso de las inmediaciones de Zaragoza ocuparían todo el espacio entre las diferentes muelas. Además, dentro de unos 300 años, la vegetación habrá recuperado tanto territorio que empezará a reducirse considerablemente el CO2 que el ser humano ha emitido a lo largo de su historia . En un milenio, sus niveles habrán retrocedido a la época preindustrial.


Las excesivas edificaciones humanas no solo se habrán desmoronado con el paso de los siglos, sino que se habrán cubierto de vegetación: las raíces se encargarán de ir rompiendo las piedras hasta deshacerlas, mientras que la erosión y humedad convertirá en polvo ladrillos y materiales más endebles. Apenas habrá rastro ya del ser humano, que dentro de unos 50.000 años será un recuerdo borroso en la larga historia de la Tierra y solo estará presente en reducidos yacimientos arqueológicos.


SI EL HOMBRE DESAPARECIERA DE LA TIERRA


En 50 años


Fauna marina. Parte de la contaminación de las aguas desaparece (nitratos, fosfatos) y la fauna marina recupera sus niveles normales, tras cesar la pesca.








En 250 años


Embalses y diques. Ríos como el Ebro ya no tienen ningún pantano que los frene. Los puentes han caído, así como los


edificios de madera, metal y vidrio.




En 1.000 años


Construcción y polución. Todas las construcciones han desaparecido y los niveles de C02 de la atmósfera retroceden a niveles preindustriales.




En 50.000 años


Adiós. Los últimos restos de plástico se han degradado y apenas queda huella del ser humano, excepto pequeños restos arqueológicos. Documentos digitales o en papel se han desintegrado para siempre.

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