Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Led Zeppelin, 'tempus fugit'

Led Zep
Led Zep

Semanas atrás se publicó una caja con dos deuvedés y dos cedés de Led Zeppelin. Correspondían al concierto que el veterano grupo de hard-rock ofreció en Londres en 2007, el concierto que históricamente más expectativas ha levantado en la taquilla: 20 millones de personas de medio mundo quisieron verlo en vivo. Los elegidos, por sorteo y a precios que superaban los 150 euros, fueron exclusivamente 16.000. Habrá que imaginar cómo iría la reventa…


Sigue siendo un fenómeno inexplicable. Led Zeppelin fue una jugosa presa de caza en los finales de los setenta, cuando el punk devoraba 'dinosaurios' de manera incendiaria. Declive artístico y tiempo fueron sus enemigos. Led Zeppelin murió en 1980. Atrás, con el blues y el rock como soporte y con derivaciones al folk y la psicodelia, había dejado una discografía crucial para el rock de la época y para futuras generaciones, si bien fue una discografía que se degradó progresivamente: a sus seis primeros álbumes 'cincoestrellas' le sucedieron dos con el motor medio roto. Por otro lado, como digo, eran los apetitosos dinosaurios a abatir por las hordas punkies y nueva oleras (¡qué horror, un grupo panzer que hace solos de guitarra y toca en estadios!¡A por ellos!), y vaya si cayeron…


Los ochenta se olvidaron por completo de Page y compañía. Es más, ellos mismos cavaron su fosa definitiva en 1988, cuando volvieron a reunirse para tomar parte en la fiesta del 40 cumpleaños de la Atlantic: ¡que patética actuación! La emitió TVE y uno no recuerda ridículo más espantoso en la historia de las reapariciones que el de aquella noche. Jimmy Page y Robert Plant andan todavía lacerándose por aquel retorno. Punto y final.


La historia había engullido a uno de los grupos mayores del rock, tras santificarlo para la eternidad pero ya nunca más para la resurrección. El mundo olvidaba a aquella pesada máquina de solos guitarreros, aullidos masculinos y volcánicas canciones... Ah, ah, eso pensábamos… En 2007 anunciaron la vuelta para un solo concierto en el O2 Arena de Londres, con motivo del homenaje al fundador de Atlantic, e inmediatamente se produjo la aludida explosión en taquilla, tan inesperada como colosal: más de 19 millones de personas se quedaron con las ganas.


Un hito comercial en la historia del rock, que, por lo que ahora puede comprobarse a través de la caja publicada con el título de 'Celebration Day', no puede calificarse también de hito artístico. ¿Era para tanto la expectación? Amantes del fetichismo jurarán hasta la muerte que sí; melómanos exigentes dirán que bueno… Un grupo como este es más que propicio para mostrar el 'yayismo' y los cardenales de la edad.


Hay retoques posteriores, que el mismo Plant ha reconocido, y él se aleja del ridículo del 88, pero su voz, sellada por sus enormes agudos de antaño, no llega, le falta combustible, como diría él mismo. Menos mal que en la tabla de canciones no figuraba 'Immigrant Song', un recital de agudos en origen que hubiera puesto las cuerdas vocales del emblemático cantante al borde del precipicio.


Ese recorte tímbrico, pese a la fuerza inmaculada de la guitarra de Page, en una banda que tenía a Plant como santo y seña, es acercarse a la imagen de un púgil sin pegada o a la de un Messi sin gol ni regate. Deja un resabio de decadencia, evoca la sabia frase latina de 'tempus fugit'. Y, afortunadamente, para no mancillar la historia, el zeppelin no emprendió más vuelos y la gira mundial que el resto del grupo pretendía quedó cancelada. ¿Mejor así?

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