La Seguridad Social podría incluir en sus prestaciones el suicidio asistido. Se acabaría con estas prácticas al aire libre, los que se queman a lo bonzo o saltan desde las azoteas. Es muy mala publicidad para el país y puede ser contagioso.

Se haría con discrección y las estadísticas podrían camuflarse con cualquier eufemismo o unas siglas esotéricas. Pasadas unas décadas podrían publicarse las cifras con transparencia a posteriori.

Como todo ha de ser rentable y la SS no está para gastos, los cuerpos se aprovecharían para trasplantes. Así, cuando se privatice el servicio se podrán exportar órganos casi calientes. A la carta.