Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

¿UN MUNDO MÁS SEGURO?

Kabul (Afganistán)


Los talibanes afganos se apresuraron ayer a negar cualquier implicación en los atentados del 11-S que provocaron la intervención de Estados Unidos en Afganistán y aseguraron que sus milicias están preparadas para resistir una larga guerra contra las fuerzas internacionales.


En un comunicado oficial, los portavoces fundamentalistas acusaron a Estados Unidos de utilizar aquellos atentados para “derramar la sangre de decenas de miles de inocentes de afganos" y pidieron una “investigación imparcial” sobre lo ocurrido en territorio estadounidense hace diez años.


El comunicado talibán también acusó a los estadounidenses de bombardear aldeas y cultivos y de encerrar a miles de afganos en prisiones tanto en Guantánamo (Cuba) como en el interior de Afganistán.


El régimen talibán fue muy permisivo con las huestes del terrorista Osama Bin Laden, muerto en mayo de este año, y facilitó su territorio como campo de entrenamiento para células de Al Qaeda que luego atentaron en diferentes países del mundo.


Pero nadie ha podido demostrar que los líderes talibanes ordenasen o tuviesen algo que ver con los ataques realizados por 19 terroristas suicidas, 15 de los cuales eran de Arabia Saudita, un país que apoyó con entusiasmo al régimen talibán tras su conquista de Kabul en septiembre de 1996.


En todo caso la pregunta que cabe hacerse hoy, décimo aniversario de la gran tragedia del 11-S, es si el mundo actual es más seguro que el de hace una década.


La BBC (televisión pública británica) presentó el pasado jueves un interesante artículo basado en los datos sobre actos terroristas recogidos por el Consorcio para el Estudio de Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (START, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Maryland, financiado en gran parte por el Departamento de Seguridad Interna de EE.UU, aunque considerado como un programa independiente que agrupa a analistas de múltiples países especializados en analizar actos de violencia extrema.


Sin entrar en valorar a qué se aplica la palabra terrorismo porque daría para un profundo debate, los datos de START aseguran que poco antes del 11-S el número de atentados y actos terroristas había disminuido en todo el mundo desde la caída del muro de Berlín a finales de los ochenta.


START catalogó un promedio de 2.922 ataques terroristas anuales entre 1991 y 2001. Colombia encabezó la lista en esa década, ocupando el quinto lugar Perú. La India, Pakistán y Argelia era los otros tres países que formaban el poco honorífico quinteto después de estudiar la situación de 150 países donde se produjeron actos terroristas.


La cifra de ataques anuales se mantuvo entre 2001 y 2005 en la media de la década anterior, pero a partir de 2006 se disparó alcanzando los 4.000 atentados por año. El 2010 rozó el record de 1991 con 4.669. En esta última década Irak ha ocupado el primer lugar y Afganistán el cuarto lugar. En la lista siguen estando India y Pakistán y destaca Tailandia.


El desmantelamiento de las bases de Al Qaeda se convirtió en la primera obsesión de Estados Unidos tras el 11-S. La persecución de Bin Laden fue declarada cuestión de Estado. La opinión pública y la prensa estadounidenses no se percataron de que sus responsables políticos utilizarían la caza del terrorista más buscado del mundo para darle una patada al mapa de Oriente Medio.


Los intereses geoestratégicos se embadurnaron de moral patriótica con la intención de imponer un cambio de rumbo en Irak, liderado por Sadam Husein, un sanguinario dictador antiguo aliado de Estados Unidos y las potencias europeas durante el enfrentamiento armado con el régimen iraní del imán Jomeini, y atrapar sus reservas petrolíferas.


Tanto Irak como Afganistán y Pakistán entraron en una brutal espiral de violencia que ha supuesto la muerte de  250.000 personas con un alto porcentaje de civiles como suele ser habitual en las guerras actuales, además de centenares de miles de heridos y amputados y millones de desplazados y refugiados.


El coste económico de estos conflictos, valorado en 4 billones de dólares, es similar a la  cantidad gastada por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

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