Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

MIEDO A LA SOMBRA TALIBAN

Herat (Afganistán)   


Hay miedo a la sombra talibán. Un sentimiento que en Afganistán está relacionado con la capacidad de infiltración de los insurgentes. Con su movilidad en la oscuridad y su destreza para atravesar los controles más eficientes y activar sus cinturones de explosivos en los lugares más concurridos.


Cuando se produce una alarma general en Herat, los soldados se despliegan rápido por las vías aledañas y las principales arterias. Como la del pasado domingo cuando los talibanes anunciaron el inicio de una gran ofensiva en todo el país. Como la del lunes cuando la noticia de la ejecución extrajudicial de Osama Bin Laden corrió como la pólvora.


Digerir dos malas noticias al mismo tiempo requiere de una gran capacidad de resistencia en un país que convive con la fatalidad desde hace lustros. En estas circunstancias es fácil pensar en bombas preparadas a punto de estallar.


Es entonces cuando el tráfico se densifica, las colas se alargan, los ciudadanos se arman de paciencia. Los cacheos y controles se vuelven reiterativos, eternos, soporíferos.


El miedo al enemigo ha obligado a suspender el reclutamiento de nuevos soldados. En dos meses empezará la retirada gradual de los 150.000 militares extranjeros desplegados en Afganistán que durará tres años hasta 2014. Las unidades militares y policiales tienen que estar preparadas para asumir la seguridad del país y proteger a unos ciudadanos muy desconfiados.


El reloj es impecable y no se pliega a situaciones extraordinarias. Si no se recluta a tiempo se incumple con los planes diseñados y se pone en peligro el plan estratégico preparado por la comunidad internacional.


Ya hay 270.000 soldados y policías encuadrados en las nuevas brigadas afganas. Pero, ¿están preparadas para asumir responsabilidades y enfrentarse en el combate abierto con los talibanes?


El coronel Nater Azimi,  jefe del centro de reclutamiento hoy vacío de Herat, admite que los nuevos soldados reciben una instrucción insuficiente de sólo seis semanas en vez de los tres meses de rigor, y que algunos oficiales son mandados al combate a los seis meses de iniciar sus estudios en la Academia Militar, donde en teoría tendrían que pasar cuatro años.


“Son órdenes del Ministerio de Defensa. Necesitamos formar un ejército con urgencia. Cuando hayamos suministrado todos los soldados necesarios, volveremos a los tiempos lógicos de instrucción y conocimientos”, se excusa el alto oficial


.  El centro de reclutamiento de Herat, uno de los cinco que hay en todo el país, licencia cada 45 días a 1.400 nuevos soldados. Las exigencias son muy rigurosas con el fin de evitar las infiltraciones. Los reclutas tienen que ser avalados por dos familiares que responderán en el caso de que se pase al enemigo o participe en un atentado.


Tras sortear varios requisitos, uno de los cuales es el de “no estar relacionado con el tráfico de drogas”, el aspirante será interrogado por un oficial de inteligencia y se tendrá que comprometer con el ejército durante tres años. Salarios entre 210 dólares y 260 dólares han provocado una avalancha de jóvenes entre 18 y 35 años deseosos de huir de la miseria y el desempleo.


¿Mujeres? “Este es un país muy conservador y es muy difícil cambiar las costumbres. Hemos conseguido incluir a una mujer entre las aspirantes a oficiales. Pero no tenemos ninguna joven entre los 1.400 nuevos reclutas”, explica el coronel Azimi. Las pocas mujeres que se atreven a presentarse a la llamada ministerial acaban en las unidades sanitarias o logísticas.


El general Sayed Jalal Saidi, jefe del grupo operativo encargado de confiscar armamento en el oeste de Afganistán, presume de haber desarmado voluntariamente a 121 grupos talibanes compuestos entre 5 y 10 militantes, y de haber capturado 6.500 armas, incluidos decenas de morteros, ametralladoras pesadas y material anticarro, en la provincia de Herat.


“No estoy preocupado por la seguridad porque el enemigo carece de potencia de disparo”, afirma sin prejuicios. Está seguro de que el ejército afgano podrá garantizar el orden siempre que se les suministren las armas suficientes.


El general Ziarat Shah Abed, jefe de la Primera Brigada, tampoco es pesimista a pesar de que su base militar está en máxima alerta y las medidas de seguridad son intensivas. “Entre 5 y 7 grupos de 10 a 20 talibanes operan en algunos distritos de la provincia y sólo se agrupan para atacar a nuestras unidades en algunas ocasiones. Unos 150 talibanes como máximo”, explica con gran naturalidad. Enfrente hay un millar de soldados desplegados. Con estos datos pareciera que la guerra puede acabar mañana.  El problema es que los soldados regulares no pueden perseguir sombras.

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