Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

La invasión de caracoles

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Aún puede verse, a la entrada de los mercados, o incluso en el Rastro, a gente que vende caracoles recogidos no se sabe dónde. En las zonas verdes de la ciudad se ven pocos y pequeños. Pero en 1912 los periódicos aragoneses contaban que la ciudad estaba invadida por miles, millones de caracoles. La noticia de esta invasión pacífica, que acabó pronto, me la pasa el colega periodista Alberto Serrano, y la verdad es que resulta curiosa:

Los jardines interiores de la ciudad son un hervidero de caracoles. La plaga, por su novedad, no ha podido menos de llamar la atención de los encargados de la conservación de los jardines públicos, como la ha llamado de los muchachos, los cuales asaltan los macizos provistos de saquetes en busca de los crustáceos. ¿De dónde han salido esos miles de caracoles que cobijan las plantas y hierbas de nuestros jardines? Nadie lo sabe. Lo cierto es que la invasión caracolera ha sacado de sus casillas a los chicos y que algunos de estos se han dedicado con tal furia a la caza de los caracoles, que la recogida de estos constituye una amenaza para los macizos por los destrozos que originan en las plantaciones.

Ayer fue sorprendido un muchacho en uno de los macizos de la huerta de Santa Engracia llevando en la mano un saco que difícilmente podía pesarlo.

-¿Qué haces ahí, muchacho? -le preguntamos-.

-Estoy cogiendo caracoles.

-¿Caracoles?

-¡Anda! Si hay una nube.

-¿Y cuántos llevas recogidos?

-Todo este saco. Ayer recogí otros tantos, y el chico de la señá Micaela recorrió el viernes los jardines de la plaza de Salamero, de la Libertad y estos de la huerta, y sacó bastante dinero.

-¿También hay dinero?

-Dinero no, señor; pero vendemos los caracoles y tenemos dinero.

-¿Y dónde los vendéis?

-En las tabernas y también por la calle. Los muertos nos los comemos en casa.

-¿Y como conocéis los caracoles muertos?

-Pues porque no quieren sacar los cuernos ni a tres tirones. En estos 'corricos' de plantas hay más caracoles que en los campos.

Tenía razón el chico. Los macizos de nuestros jardines públicos son verdaderos criaderos de caracoles.


Y mañana...

El secreto del 'hombre de la florecica'

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