Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Se apagó la guitarra de un 'dios metálico', Gary Moore

En los sesenta, la gente idolatraba a Eric Clapton, pintarrajeando las calles de Londres con el hiperbólico grafiti 'Clapton es Dios'. Gary Moore no llegó a tanto pero hubo un tiempo en que era un 'dios metálico', un guitarrista al que no solo se adoraba sino que cualquier pieza discográfica de sus inicios, oscura o pirata se pagaba a precio de oro. Coincidió con su época metalera, o sea, con la década de los ochenta en la que el irlandés dejó atrás el blues de su juventud y se sumergió de lleno en pleno océano heavy. La época de discos como 'Corridors Of Power' (1982), 'Victims Of The Future' (1983), 'Dirty Fingers' (1984), 'We Want Moore' (1984), 'Run For Cover' (1985), 'Wild Frontier' (1987) y 'After The War' (1989), que le encumbraron como artista de culto y del género.


Hasta que se cansó, o se arruinó. “Nunca gané un duro con el heavy metal”, llegó a decir, si bien, pese a la idolatría, no perfilaba el prototipo de artista heavy, ni en la apariencia y menos aún en el fondo, en el sonido, más refinado y medido que lo acostumbrado en la escudería metálica. En el álbum 'Corridors Of Power', por ejemplo, su primer álbum metálico como tal, lo mismo metió piezas que sonaban al artificioso rock venidero de Europe que versionaba el 'Wishing Well', de Free, el 'Always Gonna Love You', de los Yardbirds, o pisaba a fondo el acelerador en la autopista del heavy con el afamado y épico 'End Of The World' y su pirotecnia guitarrera.


Y de nuevo, con el popularismo 'Still Got The Blues' (1990), tres millones de copias vendidas, al lado de Albert King, Albert Collins y su adorado George Harrison, volvió a sus raíces, al blues. A aquel blues británico de los primeros sesenta, aunque en la carpeta de aquel disco apareciese con una foto de niñez tocando bajo un gran poster de su ídolo Hendrix, o sea, al blues de Mayall, Clapton, Peter Green… que le insuflaron sus primeras habilidades a las seis cuerdas.


Desde entonces venía haciendo honores a aquella música y a sus primeros dos ídolos, Hank Marvin  y George Harrison. Su penúltimo disco, por ejemplo, firmado en el 2007 es una auténtica perla por la emotividad de 'Have You Heard', de los Bluesbreakers de Mayall, el pequeño tributo a Chuck Berry, las versiones de blues rural, la cohetería guitarrera de 'Checkin', de Sonny Boy Williamson, y no digamos los siete minutos propios del baladón 'I Had A Dream'.


Ayer, con 58 años, este guitarrista y cantante irlandés de Belfast, murió en Estepona. Muy joven para ello, como decía Ian Anderson, pero dejando un legado extensísimo de grabaciones. No en vano, como él decía, le gustaba vivir la música las 24 horas del día, razón por la que no solo tenía su estudio o se instalaba en uno de ellos durante días para tenerlo al pie de la cama. Culo inquieto (hacía y deshacía bandas a la velocidad del rayo), grabó en más de medio centenar de discos, con una nómina de trabajos en grupos y colaboraciones extensísima: los inicios juveniles con Skid Row, sus primeros álbumes en solitario como el progresivo 'Grinding Of Stone' (1973), de bellísima y sugerente portada, el imprescindible 'Black Rose' con Thin Lizzy y su amigo del alma Phil Lynott, el ochentero G-Force, el trío BBM junto a la sección de ritmo de Cream o la segunda versión de los grandes del jazz-rock, Colosseum II, por no olvidar sus colaboraciones, a finales de los setenta, con Andrew Lloyd Webber, Rod Argent, Cozy Powell, Gary Boyle y Greg Lake. Su versatilidad y su dominio de las seis cuerdas le facilitaron tantas mutaciones y tantos compañeros de viaje y proyectos que al final su discografía se ha convertido en un insólito, rico y variado caleidoscopio sonoro: entre el Moore de 'Grinding Of Stone', el de 'Still Got The Blues' o el de 'Blues For Greeny', en homenaje a Peter Green, por ejemplo, por no decir obviamente el de la época heavy, hay más que notables y distintas diferencias y maneras de expresarse.


Ahora, cada cual lo recordará en la versión y con el color que más le gustó o le emocionó. De lo que no hay duda general (o no debe haberla) es de que, pese a haber abominado del virtuosismo –“ser un esclavo de la digitación es absurdo”, llegó a confesar-, se ha ido un grande de los grandes de la guitarra rock, versátil, enérgico, exquisito, flexible, intuitivo y…, sí, virtuoso.


Os dejo con una de las canciones señeras y bluseras de su adorado Peter Green (Fleetwod Mac) y con otra de su etapa heavy metal


http://www.youtube.com/watch?v=tWwUQ6gbKIo


http://www.youtube.com/watch?v=c5ECaMU7csY

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