Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Los lunes al sol han existido siempre

Alsol1 copia
Alsol1 copia



Hoy, un poco de tipismo. Y de filosofía popular. Me da la sensación de que ahora hay menos ancianos que hace unos años saliendo a la calle solo para tomar el sol. Pero en los 50 había por toda la ciudad. El lugar más frecuentado en la Zaragoza de aquellos años era la escalinata y los aledaños de San Juan de los Panetes. Según el reportaje de Marcial Buj, todos los días se juntaban más de 200:

Han llegado los fríos y una eterna estampa invernal se repite: la simpática, la conmovedora estampa de los carasoles invadidos por ancianos. Los viejos -a los humildes nos referimos- saben elegir bien los sitios en donde pasar calientes las horas de sol, evadiéndose así de sus lóbregas o frías moradas. Conocen todas las solanas de la ciudad. Saben cuáles están resguardadas del viento. Nos hemos detenido muchas veces a contemplar el espectáculo de estos carasoles. Los siempre curiosos grupos de viejos y viejas que charlan de sus cosas mientras los rayos de sol acarician sus apergaminadas epidermis, han sabido ejercer sobre nosotros singular atractivo. ¿De qué hablarán? ¿Cuáles serán sus preocupaciones? ¿Cómo vivirán en sus casas?

Allí están, aprovechando el débil sol que viene a darles vida por unas horas, acurrucados, apoyados sobre sus "gayatas", adormecidos algunos. Vidas que se van.

Uno de los mejores carasoles zaragozanos lo encuentran estos viejecitos en la fachada principal de la desierta iglesia de San Juan de los Panetes, junto a los restos de las murallas romanas. Todos los contertulios pasan de los setenta años. La mayoría, aunque modestamente, viste con aseo, con pulcritud. Unos forman grupos; otros se aíslan y los hay que dormitan recostados en los peldaños de la escalinata. Nos acercamos a un grupo formado por tres ancianos y entablamos conversación con ellos. Es uno el que habla. Los otros parecen pensativos, ausentes. Uno de éstos, el más anciano, de ojos hundidos y lacrimosos, protege su cansada vista de los rayos del sol haciendo visera con la mano.

-¿Vienen todos los días? -preguntamos-.

-Los que hace bueno.

-¿Por la mañana?

-Y por la tarde también. En este tiempo hasta las cuatro y media o las cinco.

-¿Cuántos añicos "nos" caen?

-Setenta y dos.

-¿Hace mucho que viene a tomar el sol a San Juan de los Panetes?

-Siete años; los que llevo viviendo en Zaragoza. Aquí hay quien ha cumplido los noventa y hace veinte que toma el sol en esta solana.

-¿Se está bien aquí?

-Es el mejor carasol de la ciudad. Como éste no hay otro.

-¿Siempre se reúnen los mismos?

-Casi siempre. Por las mañanas venimos pocos, pero por las tardes nos reunimos más de doscientos entre hombres, mujeres y chicos.

-¿De qué hablan ustedes?

-¿De qué "quié" usted que hablemos? De cosas.

-¿Y esas cosas?...

-Pues de todo, en particular de lo remala que se ha puesto la vida y de lo que "cambean" los tiempos. ¡Ah, si "gólviéran" aquéllos!...

Y el simpático ancianito se lía a hacer consideraciones curiosísimas sobre las distintas épocas con una original y estupenda filosofía.

Aislado de todos, junto al muro de la iglesia, uno de los ancianos lee el HERALDO. Sus lentes están materialmente pegados a la letra impresa.

-¡Esta maldita vista! -exclama-. Si no fuera por eso...

-Si no fuera por eso, ¿qué?

-Aún me echaría mis "güenos" bailes con las mozas.

-¿Qué edad tiene usted?

-Ochenta y cuatro. ¿Verdad que "paice" que tengo menos?

-Desde luego...

-¿Ha visto usted cómo anda el mundo? Todo son escaramuzas y matanzas. ¡Con lo bien que se está tomando el sol! ¡Le digo!... ¿Sabe usted lo que pasa? Que "tol" mundo es una ambición y que todos

quieren tener más de lo que Dios les ha dado, eso es. Nos han convertido en "un Babel" y no hay forma de entenderse. Y total, ¿"pa" qué? "Pa" llegar a la edad que tengo yo, si llegan, y tener que "decile" al mundo "si te "hi" visto no me acuerdo".

-La culpa de todo -interviene otro de los contertulios- la tienen los "cacharros".

-¿Qué "cacharros" son esos? -preguntamos-.

-Los que van "pol" aire, que no se conforman con matar a las personas, sino que también cambian el tiempo y nos estropean las cosechas. Y "aluego", hala a subir el precio de las verduras.

Otro de los ancianos llama nuestra atención. Está solo, cara a la pared, de espaldas al sol. No cabe duda que algo está haciendo; algo que quiere hacer sin que nadie se entere. Sus brazos manipulan. Su cabeza se inclina. Nos acercamos a él y le sorprendemos comiendo con avidez un trozo de chorizo y un pedazo de pan.

-¿Por qué se esconde? -preguntamos-. ¿Es que no quiere invitar?...

-Es que en casa me matan de hambre, ¿sabe usted? Estos hijos míos se han propuesto acabar con "mí". ¡Si uno no tomara sus medidas!...

-¿No le dan suficiente comida en casa?

-¡Qué van a darme! Dicen que si el médico ha dicho, que si ha "dejao" de decir...; que si tengo no sé qué en la sangre... ¡Bobadas!

-Será que el comer mucho le perjudica. No le quepa duda que sus hijos le quieren y miran por usted. A estas edades no es bueno comer mucho.

-A estas edades y a todas las edades, aquí y, en Cuba, lo que no es bueno es el no comer. Yo tengo hambre a todas las horas.

-¿Cuántos años tiene?

-Ya "hi" saltao los ochenta. ¿Son muchos o qué?

-Regular...

-No me fio, ¿sabe? Me siguen, estoy seguro. Me espían para ver si como fuera de casa. No lo dejan a uno vivir a gusto los cuatro días que le quedan.

-Que aproveche..., pero debe usted hacer caso a sus hijos.

Es la eterna canción. Todos los viejos son iguales. Todos creen que en sus casas quieren matarlos de hambre... El carasol: remanso inigualable de los ancianos. Aquí se reúnen, aquí se hermanan, aquí mandan ellos...


Y mañana...

Una zaragozana, doble de Greta Garbo

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión