Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

La doble vida del hombre-mujer

Tost
Tost



Primero, como siempre, si han llegado aquí sin haber leído nada del caso del hombre-mujer de El Burgo de Ebro, lo mejor es que empiecen pinchando este enlace.


Bueno, y este es el cuarto día de nuestro folletín. Algún lector se me ha quejado de que estoy 'estirando' mucho el asunto, pero ya les dije que quería rendir homenaje a los folletines y que si alguien no se enganchaba a la historia, lo mejor era regresar a Tinta de Hemeroteca la semana que viene. Yo, por mi parte, aunque el tema me podría dar para un par de semanas, prometo que intentaré acabar con esto el domingo.


El caso es que habíamos dejado a Tost como presunto anarquista que quería atentar contra Weyler, o como actor teatral que se pasaba de la raya. A falta de noticias oficiales (se había decretado algo así como el secreto de sumario), los periodistas se lanzaron a recabar datos sobre la vida de Tost en Reus. Y, sorpresa, sorpresa...

Se llama la esposa de Tost Magdalena Virgili Aymerich, de 30 años, natural de Villanueva y Geltrú, sin hijos y vecina de Reus, domiciliada en la parte alta de la ciudad. Ha vivido siempre, al parecer, en la mayor armonía con su marido, e ignoraba hasta anteayer lo acaecido a su esposo, pues las pocas personas con las cuales se frecuenta, indicáronle que aquel se hallaba enfermo en Zaragoza, por haberle sobrevenido un ataque cerebral.

Parece que desde hace tiempo oculta Tost 'algo' que induce a formular más sospechas y a aumentar los misterios que le rodean, y que, como ve el lector, no son pocos. Ese 'algo', consiste en que a Tost le han robado, según dice, en varias ocasiones, siendo los robos de que ha sido víctima, o supone haberlo sido, originales por demás. Del interior del piso en que vivía, le han quitado, sin fractura de puerta, una porción de duros que tenía en un cajón, dejándose en el mismo los ladrones, otras cantidades.

En cierta ocasión, hallándose pasando un día de campo en una finca de una honradísima familia, se quejó también de que le faltaba del bolsillo interior de la americana, que colgó en un árbol, un billete da diez duros, lo cual hubiera motivado tal vez un disgusto si el mismo Tost no hubiese insistido en que no se hablara ya más del asunto.

Existe la particularidad de que de ninguna de tales sustracciones dio nunca parte al tribunal.

Ahora bien, Tost, que no es conocido por jugador ni por persona que derrocha caudales; que vivía, modestamente con un sueldo de cuarenta duros al mes, que le permitía algún ahorro, no hay duda entregaba periódicamente 'a alguna parte' cantidades metálicas, y que sin duda, para que su mujer ignorase el destino que a las sumas daba, apelaba a la muletilla del robo. ¿Dónde mandaba Tost las cantidades que decía se le robaban?

Esta nos parece una incógnita que tal vez contribuiría al esclarecimiento de los hechos.


¿Para quién 'desviaba' fondos Tost? La respuesta más lógica parece devolvernos a la hipótesis primitiva, la del amante despechado/a. Esto se publicaba el 16 de diciembre. Pero el 17 se volvía a la 'hipótesis anarquista'. Y es que así lo anunció el ministro de Gracia y Justicia a los periodistas madrileños, explicando que lo más probable es que Tost fuera 'castigado' por sus compañeros por haber mostrado signos de cobardía a la hora de realizar un atentado. Pero la idea tenía muchos puntos flacos, hasta el punto de que el propio HERALDO dudaba de que el anarquismo "vengue como modista las traiciones de sus adeptos".

Para acabar de complicarlo todo, y según suele ocurrir en estos casos, la investigación acabó sacando a la luz otros sucesos extraños. Dos hombres que hablaban catalán habían alquilado un piso de la calle de San Valero, y una muchacha vecina, atisbando por el ojo de la cerradura (sí, como lo leen) vio una maleta extraña. Tras denunciarlo, el juez de San Pablo, creyendo que los hombres tenían relación con Tost, entró en el piso mandando forzar la puerta y se encontró... con que en la maleta había dos sombreros de teja y dos sotanas, todo ello sin estrenar. No, no se asusten, que la Iglesia no tiene nada que ver en esto. Al parecer, eran disfraces.

Y por hoy, ya vale. Pero no me despido sin darles un par de datos más, que les darán qué pensar: al parecer, la carta que apareció junto al hombre-mujer la había escrito él mismo. Y de Reus llegó el dato de que no era la primera vez que a Tost le pasaba algo así: que una vez apareció atado al poyo de una carretera, que otra vez ataron a otra persona al pie de una cama creyendo que era Tost...


¿Alguien entiende algo?

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión