Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Así fue la 'guerra de los biquinis'

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Hace unos días  publicaba aquí un texto sobre la famosa 'guerra de los biquinis', de la que se cumplen ahora 40 años, y que acabó con un anacronismo insólito: en varias de las principales piscinas zaragozanas, en 1970, las mujeres no podían enseñar el ombligo: el biquini estaba prohibido. Hoy les escribo un reportaje de urgencia sobre lo sucedido, y les adelanto que va a ser un reportaje 'en evolución'. Si las protagonistas quieren enviar una foto de la época (con biquini, vestidas de calle, o simplemente de las piscinas) la publicaremos, tanto como si envían alguna foto actual. Y, sobre todo, si aparece alguna 'soldado' más que combatiera en aquella 'guerra', gustosamente incorporaré su testimonio. Este va a ser un reportaje abierto, que me encantará ir agrandando, puliendo y mejorando con el paso del tiempo. A ver si entre todos podemos hacer un relato fidedigno de lo ocurrido. Así que allá voy.




Fue una guerra en la que no se dio ni un solo tiro y en la que solo hubo un ganador: la sensatez. En mayo de 1970, cuando las turistas extranjeras llevaban años bañándose en biquini en las playas españolas, tomar el sol con un dos piezas estaba prohibido para muchas zaragozanas.  La que luego se llamaría 'guerra del biquini' no fue ni guerra ni revolución, solo una protesta sana, alegre y desenvuelta de un nutrido grupo de jóvenes aragonesas contra una imposición que no tenía sentido. No entendían -ni era posible que nadie lo hiciera-, cómo las revistas de la época jaleaban las fotos de Brigitte Bardot en Saint Tropez vistiendo una prenda que ellas tenían prohibida. Que podían comprarla, pero no vestirla libremente. No entendían cómo iban al cine y veían a Marilyn Monroe o Ursula Andress bronceándose el ombligo y ellas lo tenían vedado. ¿Por qué? Lo explicaba, certero, J.J. Benítez en las páginas de HERALDO, cuando el asunto, que aún escandalizó a muchos, estaba ya en boca de todos:

"Nuestras piscinas, en efecto, tienen un correcto grado de higiene. Lo que ya no es tan correcto -y pasamos a otro problema- es que en Zaragoza existan tres grandes instalaciones de esta índole -por lo menos- donde se practique todavía una discriminación de sexo. Este reciente e insólito hecho de que un grupo de muchachas se hayan manifestado en pro del bikini encierra en el fondo algo más serio y delicado. Vivimos aún a la sombra de un puritanismo brutal".

El caso es que a mediados o finales de mayo estalló la revuelta. Las tres piscinas a las que aludía J. J. Benítez eran los stadium Venecia y Casablanca y el Estadio Miralbueno-El Olivar. La llama, al parecer, prendió en el primero de ellos: "No sé si empezaron antes en el Olivar o nosotras en el Stadium Venecia -recuerda ahora Puri Abadía-. El caso es que el comentario surgió de unas chicas, que dijeron, 'al domingo que viene venimos con biquini y a ver qué pasa'. Y fuimos unas poquitas, seis o siete. Y vino el encargado y nos echó de la piscina. Nos obligaban a ponernos una blusa. Pero la cosa se fue repitiendo todos los fines de semana, cada vez venían más chicas, cada vez más, y al final la cosa fue imparable". Según lo recuerda Puri Abadía, el 'movimiento' fue espontáneo, sin líderes reconocibles, y estuvo espoleado por el hecho de que en otras piscinas zaragozanas el biquini sí estaba permitido. "Ninguna de nosotras era cabecilla de nada. Ni siquiera las primeras que nos pusimos el biquini éramos amigas ni del mismo grupo, aunque, como es lógico, nos conocíamos de vista".

La respuesta de los responsables de la instalación deportiva, ante las dimensiones de la protesta, fue acotar una pequeña parte de la piscina para las jóvenes que querían utilizar el biquini. "Si salías fuera tenías que ponerte la blusa o un pañuelo -recuerda Puri Abadía-. Aquella situación duró años y también era un poco incomprensible. Ibas allí, y si querías tomar el sol en la tripa te ponías el biquini. Pero si luego querías estar con tus amigos te tenías que cambiar y poner el bañador".

Tras el primer conato de rebelión en el Stadium Venecia, la 'agitación' se trasladó al Estadio Miralbueno-El Olivar. Aquí sí tenemos una fecha clave: jueves, 28 de mayo de 1970. Según contaba una de las protagonistas al HERALDO: "Resulta que nosotras ya llevábamos el 'bikini' puesto, pero disimulado con una blusa por encima. Dos comenzaron la guerra, quitándose la blusa. Vino el encargado y les llamó la atención. Y entonces nos pusimos así hasta medio centenar. Minutos después se habían sumado a la protesta todas las mujeres, aunque vistieran el bañador tradicional. Llamaron a la Policía y todo quedó resuelto. Nos salimos con la nuestra y conseguimos bañarnos en bikini".

"Yo participé muy activamente en aquella 'guerra' -recuerda ahora otra luchadora, María José Laguardia-. Era la socia 3.411 y la presidenta era Francisca Muñoz. Nos prohibían usar biquinis, nos vigilaban, teníamos que ponernos un trocito de tela uniendo las dos partes para taparnos el ombligo... Cuando hacíamos las manifestaciones llamaban a la Policía, y entraban dentro del Stadium a pedirnos la documentación. El Estadio era de Acción Católica y cada vez que hacíamos nuestras manifestaciones llamaban a la Policía".

Lola García, que entonces tenía 19 años, tiene un recuerdo casi festivo de lo que ocurrió aquel 28 de mayo de 1970. "Es que no ocurrió nada, de verdad. Las chicas jóvenes tomábamos el sol en biquini y nos obligaban a ponernos un pañuelo o una blusa para andar por las zonas comunes. Un buen día nos rebelamos, no lo hicimos, y alguien acabó llamando a la Policía. ¿Y qué iba a pasar? ¡Si es que no podía pasar nada! Vinieron dos coches de la secreta, sin marcas de ningún tipo y ellos vestidos de calle. Y nada más bajar del coche se vieron rodeados de un montón de jovencitas tan contentas, felices e inocentes con sus biquinis. Recuerdo que incluso los acompañamos hasta la salida de la carretera de Valencia. Los pobrecitos estaban que no sabían dónde meterse y nos miraban con una carita... La verdad es que fue todo muy divertido. A partir de aquel momento, hicimos de nuestra capa un sayo y ya nos poníamos biquini con normalidad". En la Zaragoza de la época había tiendas que vendían trajes de baño 'preparados' para esas piscinas. Eran biquinis a los que se les había cosido una malla exterior: biquinis por dentro, bañadores por fuera. La 'guerra' de los biquinis logró que el uso de esta prenda fuera un poco más normal en las piscinas zaragozanas. Pero no acabó con la discriminación. Hasta bien entrada la década de los 70, en algunas instalaciones existían piscinas masculinas y femeninas. Pero Puri Abadía, María José Laguardia y Lola García pusieron su grano de arena para acabar con la irracionalidad.

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