Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Renée Fleming: de cómo una diva de la ópera se pega el batacazo en el pop

El mundo de la música clásica siempre ha mirado al pop desde arriba, con soberbia y altivez. ¡Bah!, esos pobres diablos que no saben leer una línea de pentagrama, gente ruidosa y sin sensibilidad, música facilota, vulgar... Perlas con las que se fustigaba -y se fustiga todavía- a los músicos de rock y pop. Yo mismo tengo la experiencia de cómo un insigne colega periodístico me miraba por encima, con sorna amable, pero con un desprecio interno por mis pasiones musicales -que dicho sea de paso incluyen también a Mozart o Beethoven (algún día hablaremos de clásica)- que me ponían del hígado.


Se concebía (y se concibe), por lo general, el pop desde las altas instancias clásicas como material vulgar y muy fácil de fabricar, sobre todo por quien tiene conocimientos y aptitudes musicales altísimas. Falso, pensé siempre. Un rockero no podrá cantar el 'Don Giovanni', de Mozart, pero, a la inversa, el Leporello mozartiano nunca podrá cantar como un Dylan o un Springsteen. Son dos estilos totalmente divergentes, pese a que ambos se basan en notas musicales, como lo son el tenis y el fútbol, aunque ambos se jueguen con una pelotita.


Y aquí, un ejemplo más de esa divergencia. Una de las divas operísticas más importantes de los últimos tiempos, Renée Fleming, ha decidido hacer un disco pop, cantando piezas de artistas tan diversos como Muse, Leonard Cohen, Band Of Horses, Jefferson Airplane, Peter Gabriel, Tears For Fears, Duffy o Death Cab For Cutie. ¿Y cómo lo ha hecho? Primero, rebajando la tesitura y la modulación de su primorosa y excepcional voz de soprano al nivel de una cantante pop normalita, trillada y hasta pastelosa. Y, segundo, recurriendo a unos arreglos poco originales, recurrentes, desfasados. Y eso que como director de obra ha figurado, David Kahne, que ha trabajado antes con The Strokes y otros grupos de peso pop-rockero.


El resultado es un disco amorfo, un disco que venido de manos de una principiante pasaría completamente inadvertido o, cuando mucho, encontraría eco en la zona más comercial y menos exigente del pop. Pero a una 'experiencia' como esta hay que pedirle mucho más. Si hasta la versión del 'Endlessly', de Muse, parece una pieza disco, amén de los tecladitos que le han adosado, y el 'Hallelujah' de Leonard Cohen, donde su voz podría haber brillado de forma solar y ni qué decir con unos arreglos de cuerdas limpios y sin esa base de ritmo sobrante, brota anodina y sin alma. ¡Con la punta que le han sacado a esta gema gente como U2 o Jeff Buckley!


Zapatera a tus zapatos, sentenciarán los más malévolos. Y quizá no les falte razón. La Fleming es un estupendo ejemplo de que no se puede jugar al tenis y al fútbol estupendamente por muchas condiciones atléticas que se tengan, paradigma de que hacer pop y rock requiere unos registros, una actitud y unas aptitudes que ella, pese a sus portentosas condiciones vocales, no posee. Un ejemplo de libro de cómo una diva puede darse el batacazo metiéndose en terrenos ajenos. Escúchala si no en todo su esplendor operístico y en toda su pobreza pop, o si quieres, en toda su escasa originalidad, en los dos youtubes que dejo.


http://www.youtube.com/watch?v=nRaMOka3xzo http://www.youtube.com/watch?v=rI65rdrVTdg

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