Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El apuñalamiento de la camarera del hotel Europa

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Volvemos a la violencia de género. Hoy, una agresión a una joven zaragozana que, afortunadamente, no le costó la vida. Ocurrió en diciembre de 1928. Los protagonistas, un chófer de Telefónica y una de las camareras del hotel Europa de Zaragoza. Así se contaba en las páginas de HERALDO:

Anteayer, domingo, a las cinco de la tarde, en plena calle de Alfonso, ocurrió un suceso de los llamados pasionales. Como puede suponerse, teniendo en cuenta la hora y lugar en que se desarrolló, produjo gran revuelo en los primeros momentos. Los protagonistas de este suceso son: Francisco C., de 22 años, soltero, chófer de oficio, natural de Serón de Nagina (Soria), domiciliado en Madrid, calle de Carretas, 45, fonda, en la que presta sus servicios como chófer; y Silvina del Val Ortega, de 26 años, empleada como camarera en el hotel Europa de esta ciudad, entre los que existían relaciones amorosas.

Pero desde hace tiempo, por causas que no se han exteriorizado, ella trataba con cierta frialdad a su galanteador, habiéndole indicado diferentes veces sus deseos de no continuar. Firme en su deseo de verla, suponiendo Francisco que Silvina saldría por la tarde, ya que era día festivo, se situó a primera hora en las inmediaciones del hotel de Europa a esperar esa circunstancia.

Después de las cuatro salió del hotel Silvina, la que dirigiéndose a su novio, le dijo resueltamente que no quería continuar; replicó el novio que sí; se ratificó ella en la negativa, y con este motivo comenzaron a andar juntos, hablando del asunto de sus amores. Así recorrieron varias calles, y al llegar por el Coso, esquina de la calle de Alfonso, delante del escaparate chaflán del café Moderno, Francisco, exasperado por la actitud de Silvina, sacando un arma blanca que llevaba en el bolsillo, la hundió dos veces en el cuerpo de su novia, no haciéndolo más por la intervención de numeroso público que se aglomeró al presenciar la agresión, comentando el inesperado y rápido suceso.

La aglomeración de público llamó la atención de los agentes de la autoridad que se hallaban por las inmediaciones. Un guardia municipal se hizo cargo de Silvina, llevándola al Hospital. Dos guardias de Seguridad se acercaron al grupo y, enterados de lo ocurrido, detuvieron a Francisco, desarmándolo, pues aún tenía el arma en la mano, conduciéndolo a la Comisaría.

Al llegar la camarera Silvina del Val al Hospital, la reconoció el médico de guardia, apreciándole una herida inciso punzante de cinco centímetros de longitud por otros cinco de profundidad en la región

deltoidea, y otra en la parte alta de la espalda, entre las dos escápulas. Le hizo la cura correspondiente, calificando su estado de pronóstico reservado, quedando instalada en el benéfico establecimiento.

Conducido por la pareja de Seguridad, llegó Francisco C. a Comisaría, entregándolo dos guardias con el arma ocupada. Interrogado, refirió que estaba muy disgustado con su novia, que lo rechazaba sin motivo, puesto que él quería casarse con ella, por lo que decidió venir a Zaragoza para hablar con ella y ver si de una vez arreglaban la situación. El viernes compró el cuchillo en Madrid y el sábado tomó el tren.

Practicadas las primeras diligencias, el chófer pasó a la cárcel a disposición del Juzgado que ha de instruir el sumario.

El agresor prestó sus servicios en calidad de mozo de estación en la casa de viajeros La Perla, donde conoció al jefe de material de la Compañía Telefónica, de quien interesó un destino estable.

Los conocimientos del muchacho eran rudimentarios pero, por alcanzar una posición que ofrecer a su novia, estudió incansablemente las teorías de mecánica necesarias para obtener el título de chófer y, robando horas al descanso, consiguió su propósito. Dice que era activo y trabajador, que estaba pesaroso de no haber aprendido un oficio en el que poder desenvolverse y que, al recibir el ofrecimiento de ingreso en la Telefónica, caso de que tuviese suficientes conocimientos de mecánica para conducir un automóvil, ocupaba el tiempo que le permitía el trabajo de su casa en estudiar y hacer prácticas de volante.

Añadió que estaba enamoradísimo de su novia, con la cual había tenido, durante su permanencia en Zaragoza, ligeros disgustos, motivados por su carácter celoso y por el desenvuelto de su novia. Hace cuatro meses, aproximadamente, que ingresó en la Compañía de Teléfonos, por mediación de un viajero, cliente de la casa en que estaba ocupado.

En ese tiempo hizo un viaje a Zaragoza, con material de la Compañía, y se dolió ante su antiguo patrón de la inconstancia de su novia. 

En el mismo sentido se han pronunciado cuantas personas han conocido en Zaragoza al autor de este suceso.

Silvina fue visitada el domingo por su madre, que la rogó, entre lágrimas, que no saliese de paseo, porque Francisco había estado hablando con ella, verdaderamente desesperado. La hija hizo caso omiso de las lágrimas de su madre y salió de paseo, para encontrar a Francisco, con el fin, sin duda, de romper en absoluto las relaciones. El muchacho, que quería extraordinariamente a Silvina, debió dolerse de su desvío y de lo que estimaba falta de formalidad, ya que su ingreso como chófer en la Compañía Telefónica significaba una próspera vida matrimonial, ya que su deseo era contraer nupcias cuanto antes.

De la respuesta, violenta, por el carácter de la víctima, debió surgir el suceso.


Y el viernes...

De la pista de atletismo a la pasarela de moda

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