Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

¿Por qué Santiago pasó de soldado a desertor?

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Los periódicos siempre buscan noticias e historias "de interés humano", aunque cabría preguntarse si es posible una noticia que no tenga esa característica, ser "de interés humano". Pero con esa denominación queremos aludir a asuntos que emocionan y conmueven, a pequeños dramas, a actos de heroísmo cotidiano protagonizados por personas  normales y corrientes, como usted y como yo. Cuando un periodista 'atrapa' una de estas historias, no la suelta ni con agua caliente. Es lo que ocurrió a principios de agosto de 1987, cuando Encarna Samitier conoció la situación en la que se encontraban Santiago Ferrando y su familia: 

Hasta hace cinco días, Santiago Ferrando, un zaragozano de 20 años, era un soldado más que cumplía su servicio militar en Intendencia. El pasado jueves, Santiago, con un contrato de trabajo en el bolsillo, decidió no volver al cuartel, empujado por dos poderosas 'razones': sus hijos, de quince meses y nueve días. Desde entonces, Santiago Ferrando se ha convertido en un desertor buscado por la Justicia Militar. Lo mismo que él, su mujer, María Teresa Nolla, de 19 años, no comprende que la burocracia haya podido más que la situación angustiosa en la que vive la familia desde que, en noviembre de 1986, Santiago se tuvo que incorporar a filas -casado y con un hijo- por haberse retrasado en la entrega de los papeles para obtener la prórroga. Pese a las gestiones realizadas por este periódico, ayer no fue posible obtener la versión de las instancias militares acerca de estos hechos.

Santiago Ferrando y María Teresa Nolla se casaron el 15 de marzo de 1986, cuando ella estaba embarazada de ocho meses de su hijo mayor. En noviembre, Santiago tuvo que incorporarse ineludiblemente a filas, porque no había tramitado a su tiempo los papeles necesarios para conseguir una prórroga o dispensa. Entonces, explica Teresa, se le aseguró que una vez que jurara bandera se le licenciaría: "Le dijeron que como mucho serían tres meses, pero han pasado siete y seguimos igual".

A las dificultades burocráticas se unió, como otro escollo difícil de salvar, la inexistencia de un contrato de trabajo fijo: Estaba sin asegurar y se sacaba unas treinta y dos mil pesetas al mes. Antes de que fuera a la mili echamos la prórroga, y le dijeron que no podía ser, que así era imposible que nos mantuviera". Durante los siete meses que Santiago ha pasado en el cuartel, la familia ha ido manteniéndose gracias a los trabajos eventuales que iba realizando, "porque el capitán se portaba muy bien con él y, si podía darle siete o quince días lo hacía, y así iba haciendo de 'pegotero' en la construcción, se iba a la vendimia... Yo no podía trabajar con un niño pequeño y otro en camino, y nuestras familias tampoco están para ayudarnos mucho", dice Teresa.

Lo único que esta chica quiere -y lo repite una y otra vez- es "dar de comer a los hijos, sacarlos adelante, algo imposible si mi marido está en la mili". Para ahorrar en leche y biberones, da todavía el pecho a Santi, el mayor, un niño de 15 meses. La familia vive en el barrio Oliver, "en una casa que amenaza ruina", pero eso es lo de menos para Teresa, que vio "el cielo abierto" cuando el marido de una señora que le ayudaba con ropa para los niños se ofreció a hacer un contrato de trabajo a Santiago: "Es en una constructora -dice Teresa, que enseña la nómina, el contrato, el libro de familia y toda una serie de papeles que no le han servido, por el momento, para nada-. Mi marido se presentó en el cuartel con el contrato, pero le dijeron que no podía licenciarse. Entonces decidió no volver, porque no quería perder el trabajo, en el que le pagaban 21.000 pesetas a la semana, algo que solucionaba todos nuestros problemas".

El mismo día en que desertó Santiago fue detenido e ingresado en la prisión de Valdespartera. A las pocas horas, escapó y fue a ver a su mujer, que acababa de dar a luz. Ahora está huido y no quiere volver, aunque le han asegurado a su mujer que si se presenta voluntariamente serán seis meses de cárcel en lugar de un año. Ella, cansada de "acumular papeles, hasta para certificar que el niño está vivo", sólo tiene claro ahora que la mili "está bien para los solteros, no para los que tienen hijos que alimentar".


Este reportaje fue seguido de otros, en los que Encarna Samitier contaba que Santiago se había entregado a la Justicia Militar, que decretó de inmediato su libertad provisional; o que el fiscal que se ocupaba de su caso iba a pedir para él siete meses de cárcel. Al final, en marzo del 88 absolvieron a Ferrando por entender que había actuado movido "por el estado de necesidad", como se decía entonces. No podía ser de otra manera, pero si esta profesión merece la pena es por casos como éste, en los que el periodista tiene la íntima convicción, como imagino le sucederá a Encarna, de que si no se hubiera preocupado por el problema y lo hubiera dado a conocer, el final de la historia habría sido distinto.


Y mañana...

El ingenioso timo de las monedas de dos céntimos

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