Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

La Movida, treinta años

Ayer, el telediario del mediodía de TVE cerró recordando el concierto en homenaje a Canito, en la Escuela de Caminos de Madrid, en el que tomaron parte Alaska y Los Secretos, entre otros, y que está considerado como el acta fundacional de la Movida madrileña, si eso se puede datar de esta manera. Fue la noche del 9 de febrero de 1980. Treinta años pues de distancia.


Diego A. Manrique, el gran y admirado Manrique, ponía en el mentado telediario su punto de vista de testigo directo de aquel concierto y de periodista musical. Decía que, después, a él y a quienes se implicaron en la retransmisión del concierto, les llamaron 'locos de atar' por haberlo emitido. Y es posible. Era un concierto de diletantes, magro, de gente totalmente desconocida. Yo mismo, que estaba siempre al tanto de cualquier programa musical televisivo, no tengo ni idea de aquella retransmisión. Y seguro que a más de uno le ocurrirá lo mismo. Signo de su levedad mediática.


Entonces, la Movida, aún no llamada así, sino simplemente Nueva Ola, era embrionaria en España, una pequeña mota musical sin el más mínimo peso fuera de Madrid e inclusive dentro. Lo que ocurrió fue que el embrión cogió vida propia enseguida hasta generar una criatura tan enorme que fue capaz incluso de saltarse las barreras musicales y extender su influjo a otras artes como la pintura, la fotografía, la moda, el cómic o el cine.


Contra ella, contra la criatura gigante, podrá decirse lo que se quiera: que si fue un invento de cuatro periodistas snobs de la capital, que si una burbuja inconsistente, que si mató al rock, que si se trataba de cuatro niñatos haciendo ruido, que si un espejismo, como años después dijo Álvarez del Manzano, que si propaganda política... Lo que se quiera, pero lo que resulta inapelable es el saco de canciones que dejó en la memoria, y que no es cuestión de enumerar ahora para no alargar mucho esta entrada,  pero desde 'Cuatro Rosas' a 'La estatua del jardín botánico', 'Para ti', 'Déjame', 'Chica de ayer', 'Groenlandia', 'Enamorado de la moda juvenil', 'Selector de frecuencias', 'Bailando', 'Branquias bajo el agua', 'Aquella canción de Roxy', 'Autosuficiencia', 'Perlas ensangrentadas', 'Arponera'... todo una fanal de piezas inolvidables. Otra edad de oro del pop español -la segunda y no la primera como erróneamente se la califica- que no ha vuelto a tener continuidad. Y seguramente será irrepetible.


¿De dónde surgieron todos aquellos chavales con el pelo pintado y encrespado y dispuestos a vivir en un mundo diferente al de sus predecesores barbudos y rock pesado? ¿Qué o quiénes le impulsaron a generar aquellas canciones variadas, pero con el denominador común del optimismo y el desparpajo adolescente, aun pisando géneros tan pocos proclives a la sonrisa como el siniestrismo? No, no se hable de política y de carnalización del paraíso que Felipe González pintó en los bucólicos carteles electorales que le llevaron a ganar las elecciones del 82. Es verdad: estábamos en un tiempo nuevo, pero no hubo tan apenas apoyo institucional. Más bien, con las trenkas aún sin guardar en el armario y con las barbas progres sin recortar, los sociatas miraban aquello con recelo e indiferencia. Aquí mismo, en Zaragoza, por ejemplo, la oficialidad municipal apoyó a tope una celebración progre, como fue la ejecución del 'Canto General', de Neruda, por Mikis Theodorakis, llenándose la plaza de toros, mientras que para el primer concurso de pop-rock del 82 apenas soltaron cuatro duros. Ni los políticos, y en concreto los del PSOE, ni los nuevos tiempos determinaron el nacimiento de La Movida. Por esa regla de tres, o sea, la de los nuevos tiempos, la primera Edad de Oro, la de Brincos, Bravos, Iberos... etcétera, no hubiera sido posible nunca: vivíamos bajo el oxidado puño de hierro franquista.


Tampoco exageremos. Como decía tiempo atrás Alaska, Madrid no se llenó de punkies y 'nuevos románticos' en un chasquido, ni al ya icónico slogan del despistado alcalde Tierno Galván de 'a colocarse y al loro' surgieron patuleas de grupos. Eran pocos, esa era la realidad, y lo que alentó a aquel grupúsculo de jóvenes a coger las guitarras en medio del nuevo crisol democrático fueron fundamentalmente las ansias de dejarse llevar por el flujo de las nuevas libertades y aspirar intensamente los ecos que venían de fuera, del post punk y de la misma New Wave británica, entonces en pleno hervor.


Aquellos ecos fueron recogidos y canalizados hacia nuestro país por varias emisoras de radio, discotecas, salas, programas de TVE, como 'Caja de ritmos' o 'La bola de cristal', la snobísima pero inaudita y sorprendente 'La edad de oro', de Paloma Chamorro, y diversas publicaciones musicales -Disco Express, Vibraciones, La Luna, Madrid me mata, Sal Común y hasta, permítaseme un poco de petulancia, el mismo Disco Actualidad, que uno fundó- y fueron los que realmente propulsaron el movimiento. De no haber sido por el efecto restallante de lo británico en nuestro país a través de esas esporas citadas, ayer el telediario del mediodía no podría haber cerrado con una efeméride musical tan relevante. La Movida no hubiera existido. Una historia inmarcesible e inolvidable. ¿Tú la viviste? ¿Qué canción, concierto, programa de radio o TV te dejó más mella? A mi me noqueó y me sigue noqueando 'La estatua del jardín botánico'.


http://www.youtube.com/watch?v=BqEVqJviQFQ

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