Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El comisario Muslares y el ladrón del sueño

ladronsueno
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Pues sí, vuelvo (momentáneamente) con Muslares. Y con la detención de otro gran timador de principios de siglo, que vino a hacer de las suyas en las fiestas del Pilar. El caso no tiene ningún misterio, pero está contado con tanta viveza que 'engancha' desde el primer momento. ¿Quién demonios era el redactor de Sucesos de Heraldo en 1915? Era casi tan bueno como Galdós.

A la una de la tarde, nos hallábamos ayer en el despacho del gobernador varios políticos y algunos periodistas. Los primeros estaban en visita de cumplido; nosotros en cumplimiento de nuestra cuotidiana labor informativa. De pronto se abrió la puerta del despacho y, encuadrado en su marco, apareció un hombre de elegante y airoso continente y de severo perfil. Venía precedido del jefe de policía, señor Muslares. El desconocido aparentaba tener algunos cincuenta años. Vestía un elegante traje azul, magistralmente confeccionado, cuello alto, flamante corbata, sombrero de fieltro de distinguido corte. Llevaba botas de charol y abundantes alhajas en la corbata y en las manos.  Una poblada barba blanca bien cortada y un enhiesto y aristocrático bigote le comunicaban cierta severidad de gesto, unidos a los lentes de oro y la actitud gallarda de la pulida cabeza.

Todos nos levantamos de nuestros asientos, completamente seguros de que estábamos ante un alto personaje de la política o ante un aristócrata de paso. Pero la presentación que hizo del desconocido el jefe de la policía nos hizo palidecer de sorpresa.

-Este es el ladrón del sueño.

El presentado no pestañeó; permaneció tranquilo y altivo, como si la presentación no tuviera nada que ver con él. Todos nos quedamos sin saber qué decir. Entonces el ladrón del sueño se adelantó y dijo tranquilamente:

-Yo agradecería del señor gobernador que me dejara poner un telegrama al señor Méndez Alanis, del cual soy íntimo amigo. 

Y el señor Isasa, que ya estaba puesto en antecedentes del curioso caso, contestó:

-Usted no telegrafiará a nadie mientras esté bajo mi dominio; desde aquí se comunicará su detención a la Dirección General de Seguridad.

Y una vez cruzadas estas palabras, el señor Muslares, que solo por curiosidad había llevado al ladrón a tan altos lugares, se lo llevó otra vez a la inspección.

El elegante personaje llegó hace tres días a Zaragoza con una colección de valiosas maletas y se alojó en un lujoso hotel; nadie, por muy listo que fuera, hubiera podido sospechar de él.

Ni la policía de Zaragoza lo hubiera descubierto tampoco.

Afortunadamente, los agentes que para prestar servicio de fiesta llegaron de Madrid conocían al pájaro y le echaron el guante.

Este, como todas los ladrones 'del sueño', llevaba en su equipaje una colección de instrumentos para abrir las puertas de los cuartos y los armarios y desvalijar a todo viajero que en el tren o en los hoteles se abandone al sueño teniendo valores aprovechables encima. Pensaba sin duda operar durante las fiestas, pasar una vida de príncipe y marcharse luego con sus dineros a Madrid. Pero la policía le ha estropeado el negocio.

Desde el hotel donde estaba admirablemente pasó al 'hotel Vinuesa' de la calle de Pignatelli. El gobernador le impuso una multa de 500 pesetas.

La cosa no paró aquí, donde parece que había terminado. El servicio tuvo una segunda parte no menos interesante por la tarde. Los mismos agentes de Madrid, señores Herráiz y Llimas,  se encontraron en el Pilar con dos hermosas mujeres a quienes  conocían bastante. Por si se habían equivocado, llamaron a una de ellas, la cual volvió rápidamente la cabeza. Fue la comprobación policiaca. Las cogieron y las llevaron a la comisaría, resultando que una de ellas era la esposa de Manuel S. (a)  'El Bueno', que es el elegante señor detenido hacía algunas horas.

No era menos elegante la mujer.  Vestía un traje de raso negro, confeccionado con arreglo al último figurín, y tocábase con un elegantísimo sombrero de dama de gran mando. No le faltaban sus pulseras, collares, anillos, pendientes, etc., etc. Es, en fin, una mujer de presencia tal, que en el punto en que se alojaba todos los viajeros hubieran sospechado de todo el mundo menos de ella.

En el caprichoso bolsito de mano, que inmediatamente registró el Sr. Muslares, encontróse una navaja especial con corte como las de afeitar, que en el argot del hampa se le conoce con el nombre de 'chino'. Este instrumento es para cortar los bolsillos y realizar rápidamente los robos. La mujer permaneció tranquilamente en la comisaría hasta ser conducida al depósito. Había llegado en el rápido de la tarde acompañada de una especie de camarera, también del oficio y hábil colaboradora, según informes que obran en poder de la policía. Esta se llama Carmen G.; su señora, Concepción M. El matrimonio es de cuidado, como irá viendo el lector. Y dice la mujer que tiene 10 hijos. Si todos son como los padres y han venido por casualidad a Zaragoza estamos perdidos.

La señora es además de las que saben dar esquinazo y hubo que llevarla al depósito con la mar de precauciones. Habrá que ver el efecto que producirá entre los desarrapados concurrentes habituales del hotel Vinuesa la presencia de estos compañeros de gran mundo. Los habrán tomado por altos funcionarios que se encuentran en Zaragoza girando una visita de inspección.


Ahora, una pequeña novedad para los fans de Muslares. Total, que estaba pensando en cómo planteaba su anunciada 'prejubilación', cuando caigo en la cuenta de que el protagonista de esta historia es el mismo que el protagonista de esta otra. ¡Casi nada! ¡El rey de los timadores fue detenido por el rey de los policías! En principio no lo advertí por la diferencia de nombres, Emilio San Pedro Bienés frente a Emilio Gómez Díaz y R. de San Pedro. Pero en la época todos los delincuentes de guante blanco utilizaban varias identidades y, en cualquier caso, de la duda me ha sacado un recorte de 'ABC', que en 1936 daba cuenta de la detención de Emilio Gómez Díaz (es decir, 'el marino'), atribuyéndole algunos de los timos cometidos por el Emilio San Pedro Bienés que entrevistó Heraldo. En el recorte del 36 se puede leer:

Emilio Gómez Díaz tiene actualmente cincuenta y siete años y estaba reclamado por la Dirección General de Seguridad por estafa al comisario superior de Marruecos, sr. Rico Avello. Estaba hace tiempo en Santander, desde donde, haciéndose pasar por capitán del vapor 'Cristóbal Colón', D. Eduardo Fano, y por teléfono, había hecho algunas estafas a comerciantes de Santander y Gama (...). La vida de este hombre es larga y pintoresca, y culminó en la suplantación que hizo del príncipe de Battenberg, hermano de doña Victoria, en el año 1906, engañando a las autoridades de París, Burdeos, San Sebastián, Valladolid, Toledo y Zaragoza; se le rindieron honores y le hicieron objeto de toda clase de agasajos. En Toledo estafó al cardenal primado, monseñor Sancha, 40.000 pesetas, y en Zaragoza se descubrió la superchería por llegar aquel mismo día el auténtico príncipe de Battenberg a Madrid.


Este Muslares no deja de sorprender. La próxima semana publicaré la última de sus 'aventuras', ya que, como les avisé, voy a precipitar el fin de la serie por falta de audiencia. Será un final a la altura del personaje. Cuando empecé la serie siempre tuve claro que ese texto sería su final, un final en el que quedaba patente que Muslares era humano, demasiado humano. Y también cometía errores. Pero, ¿tenía sentido del humor?


Y mañana...

La primera mujer taxista, con falda y corbata

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