Llegó la época del aromático fruto del membrillero



Amigo. Si un jardinero aragonés cerrase los ojos y se imaginara el árbol perfecto, pensaría en uno que soportara inviernos muy largos y fríos, con algunas heladas severas, escasez de agua en invierno y verano y muy resistente al calor extremo prolongado. Al abrir los ojos, descubriría que el genio de la lámpara ha colocado en su jardín un membrillero, quizá uno de los árboles más adaptados a nuestro clima. Por supuesto, como cualquier planta, el membrillero (cydonia oblonga) gusta de suelos fértiles, húmedos, con un ph ligeramente ácido... pero eso no quiere decir que solo prospere en esas condiciones. De hecho, se puede plantar este árbol a la orilla de un río, en el borde de un campo de secano, en un suelo calizo, en otro arcilloso... y prosperará de igual manera en todos ellos, aunque en aquellos extremadamente calizos puede presentar clorosis férrica, que deberá corregirse mediante quelatos de hierro. La dureza del árbol lo hace perfecto para usarlo como patrón de injertos de otros frutales.


El membrillero pertenece a la familia de las rosáceas y se comporta como la mayoría de sus parientes, floreciendo en primavera y madurando su fruto bien entrado el otoño. Estas fechas, es habitual verlos cargados de membrillos, de olor inconfundible y con los que se puede preparar la deliciosa carne de membrillo.

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