Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El soldado que fusilaron en las tapias del cementerio

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En algún sitio tenía una lista de los ejecutados en Aragón antes de la guerra civil, tras ser condenados a muerte, pero no la encuentro. En cualquier caso, me imagino que este Pablo G. un joven soldado de 24 años, fue el primer ejecutado en Aragón en el siglo XX (18 de enero de 1902). No fue el último, ni mucho menos, antes de que llegara el 36. Luego...

Pablo G. fue condenado por un acto repugnante (el asesinato de su abuela, la madre de su padre, que también participó en el crimen) pero ello no resta un ápice de dramatismo ni de dureza a su ejecución que, como todas, podía haberse evitado. Al parecer lo fusilaron sus propios compañeros de regimiento. Y algunos no pudieron resistir la escena. El relato es estremecedor.

Bastante antes de amanecer compactos grupos de gente dirigíanse hacia las inmediaciones del cementerio.

A las seis y media llegaron allá piquetes de los diferentes cuerpos que guarnecen la plaza, excepto el Regimiento de Aragón, que se hallaba completo con bandera y música.

El coronel de este último ha tomado el mando de todas las fuerzas congregadas, dictando enseguida órdenes para formar el cuadro dentro del cual había de pasarse por las armas al soldado Pablo G.

El orden de colocación era el siguiente: El regimiento de Aragón dando frente a las tapias del cementerio; a su derecha los piquetes de Gerona, Galicia y cazadores de Montaña, y, a la izquierda los de artillería, ingenieros y caballería. La infantería estaba formada en cuatro filas para contener más fácilmente la avalancha de curiosos que pugnaba por situarse en puntos desde los cuales apreciasen todos los detalles de la ejecución.

Tropa y paisanos procuraban resguardarse todo lo posible del frío de la mañana, que era muy intenso mientras esperaban la llegada del infortunado reo.

Ha salido éste de la capilla poco antes de la siete, después de haber tomado devotamente la comunión.

Sin necesidad de ayuda y dando muestras de serenidad, ha subido al coche de Sanidad militar que le aguardaba a la puerta. Vestía traje de primera puesta, llevando un tapabocas de lana sobre los hombros, las manos atadas

con una pequeña cadena sujeta por medio de un candado. Con él han entrado en el carruaje, el capellán del regimiento de Aragón, el de la Hermandad de la Sangre de Cristo, D. Paulino Gómez, el presidente de esta asociación y el segundo mayordomo.

Inmediatamente se ha puesto en marcha el carruaje por el puente de América, escoltado por un piquete. Comenzaba entonces a clarear. Las luces de las hachas que llevaban los cofrades de la Sangre de Cristo  hacían destacar el vehículo que, con paso muy lento, conducía a Pablo G. hacia el lugar donde había de ser fusilado. Todo daba al cuadro tintes sombríos verdaderamente imponentes.

A las siete y cuarto llegó el reo a las tapias del Camposanto. El coche y la comitiva pasaron a través de las filas hasta el centro de la explanada que formaba el cuadro.

Los dos sacerdotes retiráronse con el reo en dirección a las tapias del cementerio, permaneciendo junto a este breves momentos. 

Inmediatamente avanzaron cuatro soldados de la primera compañía del primer batallón del regimiento de Aragón -la misma a la que pertenecía Pablo G.- a quienes la suerte había designado para disparar contra su compañero, al mando del oficial D. Ignació Estrús.

Pablo G. estaba colocado a unos cuatro pasos de la tapia, de rodillas y vuelto de espaldas. 

Los tiradores, que llevaban ya cargados sus fusiles, corrieron el mecanismo del seguro y apuntaron. El oficial, señor Estrús, que tenía el sable a la altura de la frente lo bajó al suelo, dando con ello la orden de hacer fuego.

Se han oído las cuatro detonaciones y Pablo G. ha caído al suelo. Se han acercado los médicos del regimiento, habiendo observado que vivía aún,  siendo por lo tanto precisos dos nuevos disparos, que han producido la muerte del reo.

Pocos momentos después de caer Pablo G. herido por la descarga, ha habido necesidad de auxiliar a dos soldados que, impresionados por el acto, se han sentido enfermos.

Por delante del cadáver y de los hermanos de la Sangre de Cristo que se hallaban junto a él, han desfilado las tropas por el siguiente orden:

Escuadrón de Caballería, Ingenieros, Artillería, piquetes de Galicia, Cazadores de Montaña y últimamente el regimiento de Aragón, emprendiendo todos ellos el regreso hacia sus cuarteles respectivos.

El cadáver ha sido envuelto en blanco sudario y colocado en el escaño de la Sangre de Cristo, cuyos socios lo han conducido al cementerio, donde ha quedado depositado hasta mañana.


¿Qué les parece? Sorprende un poco el tono un tanto 'forense' y desapasionado del cronista, pero en cualquier caso pinta la escena con una crudeza total. Quizá había algún tipo de restricción informativa, porque esta crónica se publicó el 18 de enero de 1902 por la tarde. En la edición matinal de ese mismo día, impresa antes del fusilamiento, se advertía que no se divulgaba un relato de las últimas horas del preso por prohibición legal. Así que quizá había también algún tipo de censura o veto sobre el fusilamiento. En cualquier caso, la crónica pone la carne de gallina.


Y mañana...

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