Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El OVNI de los pinares de Venecia

Aunque uno de los mandamientos de los blogs establece que los textos han de ser necesariamente breves,  ya quedó claro el primer día que esto, en realidad, no es un blog. Además, estamos en fin de semana, con más tiempo para leer, y el caso merece la pena.

Hubo un tiempo en que los extraterrestres nos visitaban casi a diario. Pero acabamos perdiendo su favor, y ya hace muchos, muchos años, en que parecen preferir pasar sus días de fiesta, o sus vacaciones, en otros planetas más acogedores. Aunque casi todos recordamos la 'fiebre' de avistamientos y abducciones de los años 70, en realidad aquello tuvo poco de nuevo. Ya hubo otra veinte años antes.

Y uno de los episodios más famosos de los que se tiene constancia en Aragón tuvo lugar la noche del 16 de mayo de 1950. En plena oleada de avistamientos, algo muy aparatoso ocurrió sobre el cielo de la ciudad. Y cientos de zaragozanos salieron a la calle para contemplar lo que parecía ser un platillo volante moviéndose sobre los pinares de Venecia. Eduardo Fuembuena realizó una crónica de urgencia esa misma noche, para que se publicara, calentita, en el HERALDO de la mañana siguiente. Así lo contaba en nuestras páginas:

Minutos después de las nueve de la noche, recibimos una llamada telefónica en nuestra Redacción.  Al aparato, una voz femenina y entrecortada por la emoción, nos habló:

-¿Es el HERALDO? Pues vengan en seguida que acaba de aparecer un platillo volante. Les llamo desde la calle de África, en el barrio de Venecia... toda la barriada está

alborotada... Les esperamos en la calle...

Instantes después, un taxi, conducido por Luis Daniel, nos llevaba camino del Barrio de Venecia.

-Vamos a la calle de África -le dijimos.

-Pues ahora mismo regreso de allí -respondió.

- ¿Y no ha observado usted nada anormal?

-Nada; unos cuantos mozalbetes jugando y gritando...

La respuesta del taxista nos dejó un poco preocupados. ¿Será una bromita? Seguimos adelante por la orilla del Canal, entramos en la calle de África ¡y allí no había nadie!

-¿Nos habrán gastado la broma -pensábamos nosotros- para que comprobásemos e! lamentable estado de todas estas calles? Ya íbamos a regresar, bastante cariacontecidos por cierto, cuando una muchacha, durante la maniobra de vuelta, se acercó al coche preguntándonos qué buscábamos.

-¿Es verdad que han visto por aquí un platillo volante?

-Sí, señor, sí; yo lo he visto ¡con mis propios ojos y todo el tiempo que he querido!

No sabemos cómo, ni de dónde salieron, pero lo cierto es que aún no había terminado la muchacha de decirnos esto cuando el coche ya estaba rodeado de mujeres, hombres y chicos del barrio, que todos a un tiempo nos hablaban del disco volador.

-¡Ya lo creo que es verdad, lo he visto yo, señor!

-¡Más de diez minutos estuvo volando sobre nuestras cabezas!

-¡Aún estoy temblando de la impresión! -nos decía una anciana.

-¡Usted no se lo creerá, pero un día se dará con alguno en las narices!

-¡Tampoco yo creía en esas historias, pero ahora lo he visto...!

Como allí en la calle no había posibilidad alguna de concretar la información, don José María P., empleado del Banco de España, que con su esposa también había visto el platillo volante, nos invitó a pasar a su casa. Y allí, en un acogedor saloncito, materialmente lleno de vecinos del barrio que habían visto el platillo volante, fuimos recogiendo la información. Fue don José María P., con domicilio en calle de África, número 14, persona dignísima y seria, merecedora del mavor crédito, quien nos habló primero:

-Llegábamos nosotros a casa en un taxi, precisamente en el mismo taxi que le ha traído a Usted, cuando los gritos de algunos vecinos nos llamaron la atención: '¡Un platillo volante!', '¡Un platillo volante!', decían. Miramos al cielo y, efectivamente, allí estaba haciendo zigzags, con una marcha incierta y titubeante, volando no a mucha altura, un extraño cuerpo incandescente, con movimiento de rotación. Instantes después, como si rectificara su marcha, fue ganando altura y se perdió por verticalidad más arriba de las nubes.

Después, su esposa nos habla en parecidos términos.

-Era impresionante. Nosotros solo alcanzamos a verlo durante poco más de tres o cuatro minutos, y yo todavía subí a casa a buscar unos prismáticos para contemplarlo mejor. Créanos usted. ¡Era un platillo volador! ¿Cómo comprende que íbamos a decir lo que no habíamos visto! Antes tampoco yo creía en los platillos voladores, pero ahora tengo la convicción absoluta de que existen y de que responden a un mando. ¡Ya lo creo que existen!

Doña Dominica A., esposa de un capitán retirado del Ejército, es la 'tía Domi' de la muchacha que primero descubrió la presencia del artefacto volador. Todavía está bajo la tremenda impresión nerviosa de lo que ha visto. Sus casi setenta años no comprenden, no aciertan a comprender el por qué de estos misteriosos vuelos, pero, en cambio, presiente todo el horror que puede ocultarse tras ellos.

-Me llamó mi sobrina -nos dice- y bajé en seguida a la calle para verlo. Era como una rueda de fuegos artificiales o como un aparato de luz de esos antiguos, redondos y chafados, que resplandeciera mucho y estuviera dando vueltas sin parar.

Su excitación casi no le permite hablar y, al recomendarle que se tranquilice, ella, por toda respuesta, nos comenta:

-¡Si es obra de Dios ya está bien; pero si es obra de los hombres no sé lo que va a ser del mundo!

Laura P., sobrina de la anterior, también se encuentra bajo los efectos de la impresión sufrida.

-¿Pero no decían que los platillos pasaban sin casi tiempo para verlos? ¡Pues nosotros bien que los hemos visto, y durante mucho rato! El platillo apareció por encima del Cabezo de Buena Vista, luego se detuvo durante más de diez minutos sobre nosotros, ¡pero si lo ha tenido que ver mucha gente desde Zaragoza!, y aquí estuvo como indeciso, con marcha hacia adelante y hacia atrás, hasta que, de repente, ganó altura y se perdió entre las nubes.

-¿No habrán sufrido confusión con algún globo?... -nos atrevemos a insinuar, porque, la verdad, nosotros no creemos mucho en los platillos voladores.

La respuesta es unánime y casi agresiva. Los señores de P. son quienes la inician.

-¡De ninguna manera! Era un artefacto volador y... ¡llámele usted como quiera, pero no era un globo!

La maestra doña Josefina S. también presenció el fenómeno.

-¡De no haberlo visto yo -nos dice- jamás lo hubiera creído! Era como una ruleta poco más que el tamaño del sol, dotado de un extraño resplandor que se hubiera perdido en el firmamento girando vertiginosamente-. Desde luego, alguien la mandaba, porque sus movimientos respondían a la mecánica de quien busca una orientación, y cuando la encontró, en verticalidad, emprendió rápido ascenso. Hasta entonces, yo la contemplé durante más de cinco minutos, su velocidad no parecía grande. Más bien, repito, daba la impresión de un aparato volador desorientado.


¡Casi nada! Como aquel 17 de mayo no se hablaba de otra cosa en la ciudad, el periódico hizo un reportaje sobre las posibles explicaciones del suceso.  Y fue el acabóse. La comparación entre las crónicas de ambos días pone en evidencia que quien las tituló -¡quién sabe si no fue el maestro Fuembuena!- merecía un premio de periodismo. Si la del primer día, titulada 'Un platillo volante apareció ayer sobre los pinares de Venecia" llevaba el expresivo antetítulo de '¡Ahora es de verdad!', la del día siguiente le daba sopas con honda. Se titulaba 'Globos, estrellas errantes y proyectores antiaéreos pretenden explicar la presencia de los "voladores luminosos" de anteanoche" y el antetítulo era genial: '¡Esto es un lío!'. Así arrancaba el reportaje.

¡Esto es un lío! Pero un lío monumental, porque en torno a los platillos voladores de anteanoche en el barrio de Venecia, se tejieron ayer en Zaragoza conjeturas y cábalas sin cuento.

Hubo, incluso, detectives espontáneos que, en las primeras horas de la mañana, apenas el HERALDO había salido a la calle, se presentaron en el barrio de Venecia para interrogar a quienes habían tenido la suerte de presenciar el fenómeno que, naturalmente, una vez más, volvieron a repetir cuanto publicábamos en nuestra primera información.

El prestigioso escritor y gran amigo nuestro don José Artero Soteras, comandante profesor de la Academia General Militar, fue de los primeros en llamarnos.

-¿No sería un globo -nos dijo- lo que vieron los vecinos del barrio de Venecia? Precisamente ayer, minutos después de las siete y media de la tarde, cruzaba yo la plaza de Aragón y pude comprobar el paso de un globo que, procedente del paseo de Sasera, se dirigía  a la bisectriz del ángulo que forman la avenida de Calvo Sotelo y el paseo de Mola. Este globo bien pudo sostenerse en el espacio y llegar hasta la vertical del barrio de Venecia, determinando el fenómeno óptico que presenciaron aquellos vecinos.

Minutos después nos llegaba la segunda versión. Esta vez procedía de unos simpáticos artilleros que estaban pasando un buen rato leyendo la información.

-¿Por qué? -les preguntamos.

-Porque esos platillos volantes que vieron anoche desde el barrio de Venecia no eran otra cosa que la proyección de unos potentes reflectores con los que, a esa misma hora, y precisamente en dirección al Cabezo de Buenavista, estaban haciendo prácticas los soldados del Regimiento de Artillería Antiaérea número 73. ¡Ya lo creo que respondían a un mando! ¡Como que los mandaba un capitán!

Y antes del mediodía recibimos otra visita que nos quería hablar de los discos voladores.

-Vengo -nos dijo- para aclararles lo de los platillos volantes de anoche. Soy un vecino de la calle de Madre Vedruna, y ayer anochecido vi cómo desde la terraza de una casa de mi calle unos chicos soltaban globos que emprendían siempre la dirección del Parque de Buenavista. Estos son los platillos volantes que vieron desde el barrio de Venecia. ¿Está aclarado? Pues díganlo mañana en el periódico para tranquilidad de los vecinos de aquel simpático barrio. ¡Y la de todos, porque, sinceramente, a nadie le puede hacer gracia que esos artefactos vuelen sobre su cabeza!

Nosotros, ante tal cúmulo de pruebas en contra, emprendimos el camino del barrio de Venecia buscando nuevos testigos presenciales del fenómeno, y hablamos con el guarda del barrio, el servicial y simpático Pedro Jarabo, hombre cabal, si los hay, ya cuajado en años, de hablar pausado y decir sentencioso, que tiene a su cargo la vigilancia del barrio.

Jarabo no cree en platillos volantes. El está de vuelta de todas esas fantasías.

-Lo de anoche -nos dice- lo vi yo muy bien y no fue un platillo volante, no señor. Los demás vecinos dirán lo que quieran pero yo le digo a usted que aquello no era un platillo.

-¿Era un globo?

-¡Qué va a ser un globo! ¿Usted cree que aquí no tiramos también globos para las fiestas?

-¿Pues qué era?

Jarabo hace una pausa, y muy despacio y solemnemente, comp si sus palabras hubieran de ser esculpidas en piedra, nos responde:

-Aquello era una estrella corrida. En el cielo, a veces, las estrellas, por perder velocidad, se juntan y se caen, y luego vuelven a subir, ¿comprende usted? y esto es lo que pasó ayer. Usted ya me entiende, ¿verdad?

-Hombre, dicho así, y lo que se dice muy claro, muy claro, yo, la verdad, no lo entiendo mucho. Pero...¡cuando usted lo dice!

Y dejamos a Jarabo para volver a encontrarnos con algunos testigos de la noche anterior, y su respuesta es tan firme como unánime:

-¡Aquello sería lo que fuera, pero desde luego no eran globos, ni estrellas, ni proyectores. ¡Qué van a serlo! ¿Piensa usted que no hemos visto en nuestra vida un globo de papel, una estrella fugaz o un reflector...? ¡Vamos, hombre!


Total, que a Fuembuena, que como periodista había visto toros de todos los colores, no le quedó otra que cerrar su crónica con un final abierto:

...después de escuchar a todos terminamos el día y la crónica como la habíamos comenzado. ¡Esto es un lío! Pero un lío monumental, y lo mejor será que cada lector se lo descifre a su gusto.


¿Alguien ha visto ovnis o recuerda algún caso famoso en Aragón? ¿Queda algún testigo del platillo de 1950? ¿Fue un globo, una estrella fugaz, un proyector antiaéreo? ¿Quizá un auténtico platillo volante?


Y próximamente...

'Fu Chau Fa, el profeta chino

que visitó Zaragoza'

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