Las semillas milenarias y la palmera Matusalén

Muchas de las plantas silvestres que rodean al caminante en sus paseos por el campo han nacido de semillas procedentes del año anterior. Sin embargo, cuando se remueven tierras para construir equipamientos, muchas de las plantas que prosperan en los solares nacen de otras simientes que cayeron en el lugar hace ya décadas y que han permanecido dormidas, a la espera de que la luz del sol o el agua lograran que sus hormonas despertaran, iniciando el proceso de germinación.

Esa dormancia asegura a la especie la supervivencia en caso de que se produzcan circunstancias muy adversas a su alrededor. En la mayoría de los casos, basta con una espera de algunas décadas, pero el hallazgo de diversas semillas alrededor del mundo han superado todas las expectativas. El letargo de las semillas puede superar incluso los mil años, como es el caso de las simientes de magnolia encontradas en el yacimiento de Asada, en Japón, que superaban los 1.700 años. Sin embargo, otros ejemplares hallados en Israel han superado ese récord, pues su origen se remonta a dos mil años atrás.

Intactas durante 2.000 años

Bautizadas con el nombre de Matusalén, estas semillas de palmera datilera (phoenix dactylifera) fueron encontradas en la mítica ciudad de Masada, en Israel, hace cuarenta años. La ubicación de las semillas cobra una gran importancia, ya que los científicos consideran que el clima del Mar Muerto ha podido contribuir a que las propiedades de estas semillas hayan permanecido intactas durante dos milenios. Durante décadas, quedaron almacenadas como reliquia arqueológica, hasta que hace una década la experta botánica Elaine Solowey y la doctora Sarah Sallon procedieron a su germinación, como parte de un proyecto de búsqueda de especies de plantas adaptadas al clima desértico y el estudio de las plantas medicinales en la zona. A lo largo de este tiempo, el crecimiento ha sido constante y en la actualidad la palmera ya supera el metro y medio de altura.