Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

GOYA, EL MEJOR REPORTERO DE LA HISTORIA

Nadie, ni antes ni después, ha mostrado los horrores de la guerra con el escalofriante dramatismo de Francisco de Goya y Lucientes ni se ha implicado con tanta lucidez en comprender la gran pasión del Hombre por causar el daño y la muerte.

Desde muy joven me he paseado decenas de veces por Los Desastres de la Guerra en mis visitas a Fuendetodos, la localidad natal del genio aragonés, o en las continuas exposiciones que han mostrado la serie de 82 grabados.

Llevo 25 años cubriendo conflictos armados, viendo las escenas más escabrosas, asistiendo a los capítulos más devastadores protagonizados por el supuesto ser superior del Reino de la Tierra. Alguna vez he realizado una fotografía decente que describe la esencia del mal, pero nunca, ni yo ni ninguno de mis compañeros, hemos conseguido retratar los horrores de la guerra con tanta fuerza visual como lo hizo Goya.

Aunque existe un precedente, los 18 grabados de Jacques Callot realizados en 1633 conocidos como Las Miserias de la guerra, “las estampas de Goya - tal como afirma el crítico de arte australiano Robert Hughes- son mucho más dramáticas y variadas, su valor documental es más penetrante, su belleza más salvaje, y, en todos los sentidos, nos conmueven más”.


Un hombre mayor que se acercaba a la edad de la jubilación, que se había quedado sordo 20 años antes, fue capaz hace dos siglos de resumir en unos cuantos grabados el imperecedero sendero por donde transita la angustiosa fuerza letal del Hombre, incapaz de domar sus apetencias más salvajes, que aparecen con toda su desgarradora violencia en cuanto el árbitro de la Muerte da el pitido inicial en cualquier conflicto.

Goya es el mejor reportero de la historia. Como afirma Hughes, Los Desastres de la Guerra “constituyen los auténticos antecedentes de los grandes reportajes fotográficos de la guerra”. El periodismo gráfico nace con Goya “antes de que se inventara la cámara fotográfica” y, como ha dicho otro crítico y escritor fantástico, John Berger, si hoy viviese el más grande de los pintores de la historia, se pasearía por los escenarios de la desolación como fotógrafo de guerra.

Es muy probable que la obra de referencia de Goya, realizada entre 1810 y 1815, tenga su origen en los dos sitios que Zaragoza sufrió entre mediados de junio de 1808 y el 21 de febrero de 1809, cuando la capital maña capituló ante las tropas francesas.

Goya aprovechó la retirada francesa después del primer sitio para viajar a Zaragoza en octubre de 1808 invitado por el general José de Palafox con el encargo de realizar una pintura que mostrase la heroicidad de sus habitantes. Se sabe que el pintor hizo algunos bocetos al óleo y varios dibujos.

El viaje entre Madrid, donde vivía cuando se inició la guerra de la Independencia, y Zaragoza, le obligó a atravesar los campos de batalla de media España. Su llegada a la ciudad desvastada, donde había estudiado y vivido en su juventud, tuvo que provocarle un profundo dolor. Y aunque no vivió el dantesco segundo sitio es muy posible que le llegasen testimonios directos sobre el valor mostrado por la población civil.

En una carta enviada al emperador Napoleón Bonaparte, el mariscal Jean Lannes, que dirigió a las fuerzas francesas, muestra una profunda admiración por la resistencia zaragozana: “Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. El sitio de Zaragoza no se parece a los anteriores. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores. ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena”

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Los amigos de Goya eran ilustrados y compartían con él convicciones liberales. Francia había vivido una gran revolución que provocó la caída de la monarquía absolutista, pero sus soldados actuaban sin piedad en el campo de batalla.

Bombardeaban a la población civil sin importarles la muerte de niños, mujeres y ancianos. Sitiaban las ciudades hasta que las epidemias mataban a miles de personas. Asaltaban los pueblos, quemaban y saqueaban sus casas e iglesias, violaban a las mujeres, torturaban a los prisioneros y los fusilaban sin que les temblase el pulso.

Pero los resistentes también cometían crímenes de guerra. Y el pintor, escrupuloso con la verdad, mostró en sus grabados las brutalidades e irracionalidades de sus paisanos. Como si quisiera persuadirnos de que la guerra ciega la razón, diluye la piedad y convierte en un asesino al más inofensivo de los seres humanos.

Un buen arranque o un buen titular es prioridad absoluta para realizar un buen reportaje periodístico. Los títulos de muchos de los grabados de Goya son magistrales y refuerza la idea de que actúo como un documentalista de su época. Ya en la serie anterior de Los Caprichos encontró títulos como El sueño de la razón produce monstruos, una de las frases más enigmáticas, estudiadas y utilizadas en la historia, o Si amanece: nos vamos, reconvertido en el título de un programa de radio.

Pero fue en Los Desastres de la Guerra donde se hizo imbatible. El primer grabado lo llamó Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer y muestra una figura suplicante con un fondo tan oscuro como la noche sin luna.


Con razón o sin ella, que da título al segundo grabado, el cuerpo a cuerpo entre los soldados redunda en la violencia execrable del combate. ¡Qué valor! exalta el heroísmo de Agustina de Aragón durante el primer sitio de Zaragoza, una de las escasas referencias a hechos concretos recogidos en toda la serie.

Un hombre vomita ante la presencia de un grupo de cadáveres en Para eso habéis nacido, el grabado número doce. El testigo es un sobreviviente. Pero también podría ser el propio Goya enfrentado a una escena real. ¿Qué reportero no ha sentido arcadas ante imágenes parecidas o incluso ha vomitado golpeado por el repugnante olor de los despojos humanos?

Llegamos al grabado 30, Estragos de la guerra, que algunos estudiosos lo consideran la primera escena de un bombardeo sobre la población civil y otros lo ven como un precedente del Guernica de Pablo Picasso, gran admirador de la obra de Goya.

El pintor convierte el ensañamiento en una de las cumbres de la historia del arte en el grabado 39, Grande hazaña! con muertos!, donde muestra a varios hombres mutilados colgados de un árbol. Otro grabado de gran intensidad es el 50, Madre infeliz!, que también podría haberse llamado Hija infeliz! o Mundo infeliz! Una niña, que utiliza los puños como un pañuelo para secarse las lágrimas, sigue la comitiva de tres hombres que llevan en brazos el cadáver de su madre. Podríamos decir que el realismo mágico también lo inventó Goya.

El hambre, el jinete esplendoroso del Apocalipsis, aparece bajo los títulos Lo peor es pedir o De que sirve una taza? Y la muerte rivaliza en No hay quien los socorra, Las camas de la muerte, Muertos recogidos y Carretadas al cementerio, componiendo escenas de una intensidad trágica, el resultado final del desastre bélico, el resumen de tantas guerras recordadas u olvidadas.

Murió la verdad se titula el grabado 79 y en él se ve a una bella mujer muerta a punto de ser enterrada. Los estudiosos consideran que la mujer simboliza la muerte de la libertad constitucional en tiempos de rebrote absolutista. Pero quizá Goya quiso ir más lejos y pensó que la verdad es la primera víctima de la guerra Y así se adelantó en más de un siglo al senador estadounidense Hiram Johnson, autor de la célebre frase "La primera baja en una guerra es la verdad”

Por sentirse en deuda con el más genial de los pintores y coincidiendo con el bicentenario de Los Desastres de la Guerra, el autor quiere reflexionar sobre los desastres actuales y sobre las consecuencias que sufren las víctimas civiles, la única verdad incuestionable de cualquier conflicto armado.

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