Texturas para dar vida al arte y disfrutar de los cinco sentidos

Texturas para dar vida al arte y disfrutar de los cinco sentidos

De la textura depende el dinamismo, las perspectivas y la vitalidad de una obra de arte, ya sea una escultura, una composición musical o una de las pinturas de la Cueva de Altamira. Pero también juega un papel protagonista en el mundo del vino, haciendo de cada sorbo un viaje inolvidable.

Botella de Vino Enate Uno.
Botella de Vino Enate Uno.

Los salientes de las rocas dieron vida a los animales pictóricos de los primeros hombres; miles de coloridas baldosas dinamizaron los mosaicos romanos, bizantinos e islámicos, dando lugar a composiciones hipnóticas que invitaban a acariciarlas; en el Impresionismo –y de la mano de Van Gogh– fueron pequeñas pinceladas las que se encargaron del volumen; y en el Cubismo el 'collage' revolucionó las perspectivas y las obras de los grandes de la época, como Georges Braque o Pablo Picasso.


Cientos de obras de arte con texturas diferentes, pero con las mismas intenciones: despertar el interés de quien las observa y producirle todo tipo de emociones, desde el enamoramiento irracional hasta el rechazo sin retorno.


Las texturas siempre han estado presentes en el arte aportando expresividad y significado, y provocando reacciones variables en el espectador. Sensaciones que responden al tacto y a la visión que completan toda obra de arte, aumentando su grado de vehemencia, y ayudando al creador a contar mucho más de lo que hubiese podido sin utilizar este recurso que se presenta de múltiples formas ante nuestros ojos. Al fin y al cabo, se trata de transmitir, de invitar a soñar al observador, de embarcarle en un viaje mágico y de enamorar sus cinco sentidos para que pida más arte.


En el momento que nuestros sentidos se desarrollan comenzamos a apreciar las texturas de nuestro mundo y a entender todo lo que nos rodea a través de sensaciones que recogemos con la vista y el tacto. Con el paso de los años, es la experiencia la que nos delata y recuerda lo que percibimos, y la que nos ayuda a consumir lo que más nos gusta en situaciones especiales, como en una primera cita, la graduación de la Universidad, o la mágica cena de Nochebuena rodeada de los más queridos.


Esta experiencia sensorial, presente en la tierra recién labrada, en las hojas verdes de la parra o el carácter de un buen vino a su paso por boca, es la que ha llevado a Enate, una de las bodegas más emblemáticas del Somontano, a trabajar las diferentes expresiones de sus vinos. Cada botella luce una etiqueta con una obra de arte contemporánea, donde los volúmenes y las perspectivas se rinden ante los ojos del consumidor, ayudando a que cada copa de vino sea un viaje único y una introspección a las texturas del arte de las cosas bien hechas.