"A mis amigas les digo que torear es lo mejor de la vida"

Elena Mené es la única alumna de la Escuela Taurina de Zaragoza. Sueña con triunfar en un mundo en el que se siente "arropada y respetada".

Remate de pecho.
Remate de pecho.
L. Barbero

Su mirada es el fiel reflejo de lo que guarda en el interior. Una sensatez bañada en ilusión. Una madurez temprana, que no reniega de hacer realidad los sueños por complejos que parezcan. El de Elena Mené (Zaragoza, 2001) es ser torera, y hacia ello dirige todo el empeño. Con solo 13 años, ingresó en una escuela taurina. Ese espacio que parece reservado al otro género, y que ya valora como su segunda casa. Conoce cual maestro frustrado lo que cuesta ser alguien en este particular mundo. También lo que se puede llegar a disfrutar mientras se hilvana el futuro. Llegará o no llegará, pero que le quiten lo 'toreao'...



-Cuéntame Elena, ¿cuándo y cómo afloró esa pasión tan extraña para muchos?

-Desde muy pequeña, mostré interés por las corridas de toros. Mi padre es muy taurino y me inculcó su afición. Pertenezco a la Peña Taurina Peñaflorense y el año pasado, después de la Feria del Pilar, quise probar en la Escuela Taurina Torrero y Carmen incitada por un amigo. 


-Meses después, decidiste cambiar de aires hacia la que dirige Iván López...

-Así es. Me pasé a la otra junto a varios amigos. Ahí sigo, entreno dos horas al día los martes y los jueves. Me encuentro muy a gusto, la verdad. 


-Más allá de lo estrictamente taurino, ¿qué valores se aprenden en una escuela?

-Respeto y compañerismo, sobre todo. También estar segura de lo que una hace y confiar en sus posibilidades.


-¿Has oído hablar de la FP en Tauromaquia que plantea el Ministerio de Educación? Se ajustaría perfectamente a tu edad...

-Me interesaría algo así, pero habrá que ver si sale adelante aquí en Aragón. Lo veo bastante complicado porque no hay suficiente demanda.


-¿Qué opinas del movimiento contrario a la Fiesta que se ha disparado en los últimos tiempos?

-Cada uno tiene sus gustos y hay que respetarlos. A mí, por ejemplo, no me gusta el ballet. Desconozco totalmente ese mundo y no me intereso por él. Eso mismo deberían hacer las personas que no se sienten atraídas por la Tauromaquia, olvidarse de ella y no intentar prohibirla. Hay cosas más importantes en la vida que meterse con lo que aman los demás.


-¿Cuesta mucho compaginar los estudios y el toreo?

-En la época de exámenes se pasa mal, pero esto es como todo en la vida: si quieres algo tienes que sacrificarte por ello.


-¿Crees que este sigue siendo un mundo de hombres?

-Soy consciente de que aquí predominan ellos, pero jamás me ha tocado vivir un acto machista, ni nada por el estilo. Me siento arropada por mis compañeros, que me respetan.


-¿Cómo recuerdas tu primera experiencia frente a un animal?

-No sabía ni lo que estaba haciendo. Yo creía que solo iba a torear de capote, pero me dijeron que cogiera la muleta y me soltase. Me la había prestado un amigo porque yo entonces no tenía trastos y me pesaba mucho. Solo quería que la becerra se arrancase pronto porque se me dormía la mano y, por suerte, fue buenísima. La mejor que he toreado hasta la fecha. La cogí cuando estaba un poco cansadita y, una vez que la vi pasar por primera vez, se me olvidó que me podía coger. Disfruté una barbaridad. Fue en la ganadería de Fuente Royal, en Tabuenca.


-Al tiempo, me ha contado un pajarito que tuviste un buen susto...

-(Risas) Sí. A los tres meses, aproximadamente, unos amigos ganaderos me invitaron a escoger varias becerras para torearlas en su finca. Es una plaza complicada porque es cuadrada y los animales tienen mucha querencia a corrales. Intenté sacarla hacia los medios con el capote, se me cruzó y me dio dos buenas volteretas. Por suerte, todo quedó en moratones.


-¿Qué ensalzan quienes conocen tu toreo?

-Mi manejo del capote y lo erguida que toreo con la muleta. Me dicen que es una gran virtud plantarme serena.


-¿Hay algún espejo en el que te hayas mirado?

-Siempre me ha gustado mucho Enrique Ponce. Me parece un torero muy completo. Controla bien todos los tercios y es elegante como pocos. 


-¿Ves suficiente aceptación de la Fiesta entre los jóvenes como para que se mantenga?

-Es cierto que hay bastantes jóvenes que acuden a las plazas, pero debería crecer más la verdadera afición. En La Misericordia, muchos no saben ni quien torea, ni de qué ganadería son los toros... Van muy bien vestidos para colocar su foto en las redes sociales y poco más. Echo de menos conversaciones serias.


-Y a tus amigas, ¿cómo les haces comprender lo que se siente frente a un animal?

-No se lo sé explicar. Hace falta ponerse delante para comprobarlo. Si sale un animal bueno, es la mejor experiencia que se puede sentir en la vida.


-¿Te ves vestida de luces en unos años?

-Sé que va a ser muy complicado llegar a ser alguien importante porque aquí, en Aragón, no encuentras muchas ganaderías a las que acudir a practicar. No es tierra taurina, propiamente dicha, como pueda ser Andalucía o Extremadura. Allí da gusto. Además, mi madre no es partidaria de que siga con esto. Ese es un 'hándicap' importante.


-Te has anticipado a la siguiente cuestión. Decías que tu padre es muy taurino, pero ¿y tu madre?

-Todo lo contrario. No le gusta nada este mundo y no entiende muy bien qué hago aquí. Teme por que me ocurra algo y me dice que practique lo que quiera de salón, pero que todo quede ahí. Ese temor irá en aumento cuando, poco a poco, vaya enfrentándome a animales más grandes. No sé si será capaz de superarlo.


-Si logras superar todas estas adversidades y llegas a ser torera. ¿Qué significaría para tí?

-Un sueño. No hay otra palabra para definirlo. Habría hecho realidad la gran pasión que me ha dado la vida y que, pase lo que pase, mantendré siempre. 

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