¿Quién es el 'Sope'?

Decenas de 'bombers' como el omnipresente 'Sope' plasman su firma en las paredes de Zaragoza.

Una pintada de gran formato en la capital aragonesa
Una pintada de gran formato en la capital aragonesa

¿Vandalismo o arte? La pregunta es vieja, pero el debate sigue más vivo que nunca. Ya (casi) nadie duda de que un grafiti trazado desde el buen gusto puede decorar la pared más desconchada y abandonada. Pero, ¿ocurre lo mismo con una simple firma plasmada desde la clandestinidad? Los propios grafiteros no se ponen de acuerdo y debaten sobre el 'talento' de algunos de ellos para el gran formato, como es el caso del omnipresente 'Sope'. "Aunque así nació el movimiento del grafiti, para mí es vandalismo. Hace años, cuando empezamos a pintar en Zaragoza, teníamos unos códigos no escritos y no pintábamos comercios, monumentos, o zonas residenciales. Sólo dibujábamos y firmábamos en edificios abandonados, fábricas, espacios alejados del casco urbano... todo eso se ha ido perdiendo y ahora, ante la falta de espacio, los más jóvenes buscan nuevos sitios para reivindicarse. Pero muchos no estamos de acuerdo". Así se explica Javier (seudónimo, ya que ninguno de los grafiteros consultados ha querido reflejar su nombre real ni su apodo para no ganarse enemigos en un mundillo, como poco, peculiar).


Este zaragozano, que ya supera la treintena, ha aprendido con el paso del tiempo a expresar su arte de la manera más legal posible: "Yo no tengo ningún problema, ni con el Ayuntamiento ni con la Policía. Me dirijo a los responsables y propietarios de espacios -fábricas, campos de fútbol municipales- que tienen fachadas amplias sin acondicionar. Acordamos unos términos y condiciones en los que me comprometo a no dibujar nada violento ni político y firmamos un contrato. A partir de ahí tengo total libertad para plasmar lo que quiera. La Policía ya me conoce y ni me pide los papeles, pasa de largo y no me molesta". Javier recuerda el reciente episodio de vandalismo en el puente de Piedra, donde apareció pintarrajeada la cruz en memoria de Boggiero, Sas y el Barón de Warsage: "Ese episodio fue muy comentado entre nosotros porque es algo que no se puede permitir. Zaragoza también es nuestra ciudad y no tiene sentido atacar un monumento de 20, 200 ó 2.000 años".


'Sope', 'Borde', 'Rasen', 'Co', 'Ira' o 'Fure' son algunas de las firmas más famosas que jalonan cientos de muros en la capital aragonesa. Los grafiteros detrás de estos sellos -de estilo 'bomber', y cuya ambición pasa por repetir su marca por cuantos sitios pueda, cuanto más visible mejor- cuentan con detractores, pero también con un grupo de seguidores que sueñan con emular sus 'hazañas' en las alturas. Antonio y Daniel, dos 'graffer' zaragozanos que apenas superan la veintena, aplauden la gallardía de sus homólogos, a los que tratan de imitar. "No creo que una firma haga daño a nadie. ¿Qué es mejor, una pared sucia y llena de carteles o una firma grande y bien hecha? Decir que es vandalismo es criticar por criticar, ya que la gente no entiende que no están hechas al azar y su ejecución lleva detrás una planificación", señala Daniel.


Su compañero remata: "Tampoco pasa nada por firmar en una calle en el centro de la ciudad o en la persiana de una tienda. Es una expresión artística, yo creo que expresa más una pintada que una puerta gris". Además, esta pareja alude a la "adrenalina" que experimentan cuando cometen el delito. Sobre el trabajo del que probablemente sea el grafitero más famoso de la capital aragonesa, 'Sope', no escatiman en elogios. "Es un 'bomber' de manual, tiene trabajos por toda Zaragoza, por los pueblos cercanos y por muchas ciudades de España y de otros países. Es el que más arriesga y por eso lo conoce hasta la gente ajena a las 'crews' (grupos de grafiteros) y a este mundillo", indican.


"Lo que no te puedes imaginar es el trabajo que lleva detrás una firma del 'Sope'", apunta David, un exgrafitero que ahora sólo trabaja a sueldo para tiendas, restaurantes y fábricas que buscan adornar sus fachadas y persianas. "La gente que se dedica a esto está constantemente mirando a las alturas, pendiente de nuevos lugares en los que poder pintar. Cuando encuentra uno, puede pasar varias semanas planificando, investigando qué día y qué momento son los óptimos para atacar ese muro. Tengo amigos que se han pasado noches del sábado enteras vigilando a los guardas de las estaciones para saber cuándo hacían los cambios de turno y así poder pintar los trenes. En el caso de las fachadas, investigan cómo acceder a los tejados, cuándo no hay nadie...". Otro tema es el dinero que un 'bomber' se puede dejar a lo largo de su carrera, que puede llegar hasta los 30 euros por firma.


David, de 28 años, es de la corriente que sostiene que no merece la pena salpicar la ciudad con un sello personal: "Aunque yo antes lo hacía, estéticamente ya no me gusta. Un montón de firmas en la pared quedan muy mal, no como un dibujo bonito. Cuando estás metido sí que te fijas en las líneas, los trazos, la composición. De hecho ese era mi único argumento para defenderlo, pero ahora veo que no compensa el daño que genera".


"Como yo lo veo, lo de estos grafiteros que buscan ser el más visto se reduce a una cuestión de ego, a ser el machito alfa y demostrarlo a todo el mundo. Esa es su motivación y lo que explica que inviertan tantas horas en planificar el trabajo y se jueguen el tipo. Pero creo que todo eso no merece la pena, a mí me motiva más el 'street art', hacer intervenciones artísticas que aporten, que sumen y que gusten a la gente. No hace falta ir ensuciando la ciudad ni fastidiar a los demás".