La travesía transoceánica del traje de la ansotana

La sección de etnología del Museo de Zaragoza muestra un conjunto donado desde Argentina por la nieta de una emigrante del siglo XIX.

Otras piezas del museo
La travesía transoceánica del traje de la ansotana
José Garrido

En el Museo de Zaragoza aún recuerdan con emoción el día que llegó aquella caja a la Casa Pirenaica, la sección de etnología del museo que se encuentra en el Parque José Antonio Labordeta. Una caja con remite de Argentina y en el que primorosamente empaquetado venía un traje ansotano del siglo XIX. Y con él, un hilvanado de historias, la de la diáspora de los altoaragoneses, la de la añoranza de la patria y la de la sensibilidad hacia la indumentaria de nuestros antepasados.


Era el año 2001 cuando llegó el conjunto a las manos de Concha Martínez Latre, ahora responsable de difusión del Museo de Zaragoza. La curiosidad y el relato sospechado de los viajes transoceánicos que habrían vivido aquel traje y su poseedora la llevaron a indagar y ponerse en contacto con la emisora de tan inesperado legado.


La propietaria del conjunto, un traje de fiesta, había sido María Cativiela, ansotana que en 1884, con 18 años, se embarcó rumbo a Rosario (Argentina), donde conocería a su marido, también ansotano, y formaría su familia. La nieta de una de sus hijas era quien más de un siglo después enviaba el traje en un intento de preservarlo, y con él, los retazos de la historia familiar. “Es un vestido de fiesta que utilizaron las mujeres de la familia en ocasiones especiales, pero para ella era importante que se conservara y que se pudiera exponer”, explica Concha Martínez, que abundó en la historia de estas piezas y su contextualización histórica en un artículo publicado en la revista 'Temas de Antropología Aragonesa'.


El vestido puede verse en la planta baja de la Casa Pirenaica, con otros trajes ceremoniales de Ansó, y dentro de una pequeña muestra de singularidades de la indumentaria tradicional aragonesa, algunas originales y otras réplicas, como una pareja de novios de Zaragoza del siglo XIX, prendas de Alcañiz o típicas de los romeros de Santa Orosia.Primer museo de España

Envuelto en el entorno natural del propio parque, en un rincón casi bucólico, la Casa Pirenaica es uno de los centros más desconocidos para los propios zaragozanos. Se trata de una construcción que reproduce un modelo de vivienda tradicional, aunando elementos de diversos valles y pueblos, especialmente de los valles de Benasque, Ansó, Hecho y Sierra de Guara. Y junto a ella, la Casa de Albarracín, que acoge muestras de la evolución de la cerámica, y un breve recorrido desde las producciones neolíticas hasta el siglo XXI. 


El núcleo original del museo de etnología data de 1924, cuando la familia Cativiela –no tiene relación con la emigrante protagonista de la historia-, promovió la llamada Casa Ansonata donando trajes y mobiliario. Se instaló en el entonces Museo Comercial, en lo que hoy es la sede principal del Museo de Zaragoza en la plaza de los Sitios. Una fecha que lo sitúa como el primer museo de etnología de España junto con el de Ripoll, explican desde el centro. 


El legado de los Cativiela se contempla en la primera planta de la Casa Pirenaica, en la que se recrean estancias con maniquíes que reproducen rostros de personas de la propia familia benefactora en los años 20. “El valor del museo es todo el conjunto, la atmósfera que se intenta recrear de ese pasado no tan lejano de Aragón y del mundo rural”, dice Concha Martínez.


Así, se puede pasear por las alcobas y por una cocina, núcleo de la vida familiar en las casas de antaño, con el hogar empedrado, la cadiera en la que descansa el abuelo, muebles auxiliares y numerosos útiles de las tareas domésticas. Un salto en el tiempo que permite apreciar los modos de vida y costumbres ancestrales de la religiosidad, como el uso de capillitas o tablillas funerarias para los rezos.


En esa misma planta también se pueden ver prendas del Valle del Ebro, con elementos típicos como los zaragüelles, chalecos, fajas y sombreros en el caso de los hombres, y de los atavíos de las féminas, voluminosas faldas, pañuelos o los llamados ‘peinados de picaporte’ con los que se recogían el pelo.


La última planta del museo permite seguir de manera didáctica todos los pasos del laborioso proceso de la artesanía textil, desde el cultivo de las plantas del lino y cáñamo y la recolección y tratamiento de las semillas, hasta la elaboración de los hilos y los ovillos. El proceso concluye con un singular telar originario de las Cinco Villas del siglo XVIII. 


Para finalizar, una vitrina ayuda a entender las características y evolución de las formas de vestir de los aragoneses de antaño en función del medio físico, las modas y el proceso histórico en el que se circunscribieron. Entre otras curiosidades, se aprecian maniquíes que muestran la evolución de la ropa interior femenina, o cómo en las zonas de alta montaña pervivieron los tejidos propios y fue más tardía la asimilación de nuevas modas.