Quería que el edificio fuera una puerta hacia una nueva ciudad y empezó elevando las alas desde el suelo, buscó la estructura que lo aguantara y le dio la forma.Carme Pinós (Barcelona, 1954) ha creado un espacio simple con vida propia dentro y fuera de él, pero cuyo aliento solo es posible con la pasión y el alma de quienes lo atraviesan en busca de algo que solo puede dar el Arte: sentimiento y calor. Premiado antes de que fuera una realidad por ACHE (Asociación Científico-Técnica del Hormigón Estructural), sus maquetas han sido adquiridas por el Centro Pompidou de París y su diseño ha despertado una gran curiosidad en el mundo de la arquitectura. Porque Carme Pinós es referente indispensable desde finales del siglo XX. Galardonada con numerosos premios, sus trabajos son objeto de análisis en destacadas universidades del mundo en las que colabora, y con CaixaForum Zaragoza ha vuelto a hacer realidad una de sus devociones: «Contribuir a hacer urbe, porque eso es para mí construir un edificio, me emociona. Siempre está viendo la ciudad, tiene una fuerte presencia y crecerá junto a ella».

- Ha hecho usted el primer CaixaForum de nueva planta.

- Me gustan las rehabilitaciones pero el privilegio de hacer un edificio emblemático, la expresión de sus estructuras, su potencia... es disfrutar mucho. Todo ha sido posible gracias a una suma de factores: mi equipo que es impresionante, una 'la Caixa' muy receptiva y que me ha respetado, y que no ha habido problemas, tan solo al principio con el movimiento de tierras.

- Sus edificios tienen siempre visión de futuro y vocación de llegar a ser parte importante del nuevo espacio que crean para la ciudad.

- Aquí los planes iniciales han cambiado y no sé qué es lo que habrá, pero la idea del edificio nace levantando las alas para liberar la planta baja y convertirla en una puerta para el parque que va detrás. Ésto está hipotecado de momento, aunque ha cogido su forma y su personalidad, y levantar las plantas, los volúmenes altos, le han convertido en un elemento escultural con una presencia fuerte. Ahora nos hemos quedado sin parque pero es imponente verlo cuando llegas con el AVE. Funcionalmente está muy bien, porque hemos tenido en cuenta todo, hemos visitado todos los CaixaForum y lo hemos hecho con el conocimiento de todos.

- ¿Era la primera vez que hacía un museo?

- Sí, pero, mire, los arquitectos tenemos que saber organizar nuestros programas de trabajo y yo tengo una ventaja y es que tengo muchos amigos comisarios de arte con los que he visitado exposiciones y sé de lo que se quejan, y a veces hasta nos 'odian' a los arquitectos. He intentado resolver todas estas cosas que ya tenía en la cabeza que les molesta. Es mi primer museo construido pero no diseñado porque suelo presentarme a concursos y gané el del Museo del Transporte en Málaga, que no se ha construido porque la crisis ha dado portazos a muchos proyectos.

- Usted tiene una historia profesional muy intensa.

- Ya soy algo vieja, y tengo muchos años de trabajo.

- Uno de sus edificios emblemáticos es el de oficinas Cube, en Guadalajara (México), que es también escultura en la ciudad y que invita a tener otro concepto de la arquitectura.

- El edificio tuvo mucha repercusión y ahora estoy haciendo el Cube 2 con el doble de altura. Sí, es singular realmente.

- A una estructura fría le dió calidez, como al cementerio de Igualada, y a este CaixaForum.

- Y fíjese que aquí hemos trabajado con materiales fríos, como el hormigón, que habla mucho de estructura y a mí me agrada esa presencia de cómo funcionan las fuerzas de la naturaleza, porque la estructura es naturaleza, es cómo llegan las fuerzas al suelo, por eso me gusta llevar el hormigón dentro. Le hemos puesto una capa de cera para hacerlo más cálido, porque si no hay calor en los espacios te echan fuera y yo no quiero que la gente se vaya. Me preocupa mucho que el usuario no se sienta atrapado por el edificio.

- Lo está, y hasta en la escalera.

- La escalera es de incendios pero me negué a renunciar a las ventanas, que las hay también hacia el interior; a rehusar a esta presencia del edificio constantemente. Antes, la parte noble de una construcción era la escalera, que era lo que necesitaba un arquitecto para solucionar, donde el espacio se hacía generoso, y hoy parece que está relegada a ser una instalación más, simples tubos. Hice ese esfuerzo de mantenerla y de que el recorrerla sea un bello momento.

- Entre los arquitectos parece que hay dos tendencias, los filósofos de la vida y la sociedad...

- Intento estar entre estos. En una ocasión alguien me dijo en tono burlón, y que consideré un piropo, que era una arquitecta humanista y le dije que qué más quisiera, porque lo estoy intentando.

- Cuando diseña piensa más en la gente que lo va a habitar y no tanto en su arte.

- Yo estoy siempre mirando con los ojos de la gente. De sus recorridos. Hoy tenemos unos programas increíbles que nos permiten tener la visión general y cada edificio que he hecho lo tengo en 3 D, incluso esos pequeños detalles, como la vista de cualquier ventana desde dentro y fuera.

- Es imposible no recordar que empezó muy joven y que lo hizo con premios.

- Tuve la gran suerte de tener un compañero y socio excepcional, Enric Miralles, y de empezar nuestra carrera con éxitos. Cuando nos separamos tuve que volver a comenzar y no fue en absoluto fácil, se lo aseguro. Ahora, a mis casi 60 años voy recogiendo frutos, pero ha sido duro. Tenía el viento de cara, pero tenía la fuerza. Soy feliz.

- Hizo la pérgola de la avenida Icaria, en el villa olímpica de Barcelona, todo un hito.

- Sí, empezamos fuertes y muy, muy libres, con todo un mundo por hacer. Teníamos referentes, y yo los tengo siempre, porque Le Corbusier es alguien que está en mis genes, ¡qué digo, ojalá fuera así!, está en mis pensamientos y se ve en mi obra.