Zaragoza

"Ni siquiera sé dónde vamos a estar viviendo este verano"

Los vecinos de la escalera 5 del edificio afectado de Valdefierro desconocen cuándo, cómo y dónde les realojarán cuando derriben sus casas.

Grietas en el patio del edificio, entre las escaleras 4 y 5
"Ni siquiera sé dónde vamos a estar viviendo este verano"
T. M.

¿Y ahora qué? Esta es la pregunta que más se hacen los vecinos de la escalera 5 del edificio afectado por una dolina en la avenida de Las Estrellas de Valdefierro de Zaragoza. Y es que, una vez digerida la noticia de la demolición de sus viviendas, las dudas que ya comenzaron a rondar en sus cabezas hace siete años cuando supieron que sus propiedades estaban construidas sobre una sima, han vuelto a hacerse presentes ante el mayor temor que desde entonces les preocupa: “¿qué va a pasar con nuestro futuro?”.


Llevamos mucho tiempo luchando por lo que nos corresponde. Hemos pagado las consecuencias de una mala gestión durante años y ahora ni siquiera sé dónde voy a vivir este verano”, dice Beatriz Méndez, que hasta hace tres semanas residía en un piso en la planta cuarta de la escalera afectada.


“Me siento amputada, esa es la palabra. Me han quitado algo que es mío, con todo lo que eso conlleva. Es mi casa, mi hogar…”. “Van a derrumbarla, pero ni siquiera nos han dicho dónde nos van a alojar, ni qué va a ser de nosotros”, dice la joven. “Ahora mi familia y yo vivimos en el piso de un familiar en Valdespartera, pero mis hijos continúan yendo a un colegio de Valdefierro. Tampoco nadie me paga los kilómetros de ida y vuelta que hago a diario para que vayan al cole. ¿Qué será de ellos en septiembre? ¿Podrán ir a la misma clase que el resto de sus amigos? Es duro, porque son preguntas sin respuesta”, comenta Beatriz, quien confiesa que se fue de su casa “por miedo”. “La incertidumbre es lo peor, como también lo es pensar que nadie te va a devolver todo el dinero que has invertido en derramas, estudios y más estudios. Tampoco sabemos qué va a pasar con el resto de hipoteca… El agobio y el malestar es constante”, asegura Méndez.


Quien asegura estará “hasta el final” en su casa es Nacho Pueyo, vecino del primero de la misma escalera. No controlar una situación “de la que te han hecho partícipe sin quererlo” es lo que más le cuesta asumir. Aún así, asegura que “duerme tranquilo”. “Siempre intento ver el lado positivo de las cosas y pienso que mientras tenga salud y trabajo para poder llevar esta situación debo seguir luchando por lo que me corresponde. Lo que no supone que la preocupación exista y las preguntas te asalten de vez en cuando”, dice Pueyo. “Cuestiones tales como: ¿voy a perder todo lo invertido? Si acepto que el Ayuntamiento me dé un piso, ¿quién se va a encargar de los costes de cambios de escrituras, altas de gas, luz, teléfono, amueblar la nueva vivienda…? ¿Podré continuar desgravándome siendo segunda propiedad? ¿Tendré que continuar pagando mi hipoteca?”.


“No sé qué es lo mejor y lo peor para mí, y eso sí me preocupa. Me compré un piso en una zona determinada y en la orientación sur, que es la que quería, con una hipoteca -160.000 euros- que se supone iba a terminar de pagar con 45 años. Todos los implicados en la construcción sabían que estaban cometiendo una negligencia. Las consecuencias las estamos pagando los vecinos, sin saber si en unos días nos quedaremos sin casa, y con una oferta de realojo sin determinar”, cuenta Pueyo. “Para el Ayuntamiento es la solución más fácil y la más económica. No se plantean que detrás de cada caso hay personas con cara y ojos que están sufriendo”, insiste el zaragozano. “Hay días que pienso que quizá es mejor aceptar un piso. Pero hay otros en los que creo que prefiero irme de alquiler. Todo dependerá de lo que ocurra en el juicio. Aunque claro, la sentencia tardará y mi casa, seguramente, ya la habrán echado abajo. Es de locos…”, comenta el afectado.


“En 2007 –continúa Nacho Pueyo- los mismo técnicos que ahora nos cuentan que hay que derribar la escalera 5, ya dijeron que había problemas. ¿Por qué no derribaron el edificio entonces? Ahora tampoco nadie asegura al cien por cien que, en unos años, haya que hacer lo mismo con el resto de escaleras. ¿Qué pasará entonces con el resto de vecinos? ¿Tendrán que volver a pasar por lo mismo, con los gastos que eso conlleva? Están jugando con el miedo de las personas. Se apoyan en probabilidades de futuro que solo generan malestar y unos daños morales que, esos, por desgracia no tienen precio. Si no que se lo pregunten a quienes han abandonado sus hogares por depresión”, concluye Nacho Pueyo.