No tenían licencia

El responsable de los contenedores ilegales los retira de la vía pública

El propietario de los depósitos de ropa y calzado que aparecieron en Zaragoza sin autorización municipal se ha puesto en contacto con la Policía y se los ha llevado de la calle.

El dueño de los contenedores ya los ha retirado
Contenedores de ropa ilegales_3
HERALDO.ES

El misterio de los contenedores ilegales de ropa y calzado que durante los últimos días habían aparecido en las calles de Zaragoza sin que el Ayuntamiento supiera su procedencia ni hubiese autorizado su instalación por fin se ha resuelto. Su dueño, que alegaba desconocer que fuera necesario algún permiso para llevar a cabo esta acción, se ha puesto en contacto con la Policía Local y los ha retirado de la vía pública antes de que actuaran las grúas municipales, que ya habían recibido la orden del Consistorio para llevárselos.


En principio, el Ayuntamiento no tiene previsto sancionar al responsable de la instalación de los contenedores, que ahora podría pedir la autorización para volver a colocarlos en las calles de Zaragoza. Una opción que, según indican fuentes municipales, se antoja complicada. En principio, el Consistorio no permite usar la vía pública para este tipo de iniciativas, ya sean para obtener beneficio de ellas o para alguna organización humanitaria, ya que existen puntos limpios en los que se recoge la ropa usada, así como diferentes oenegés que también gestionan estas donaciones.

Una docena de contenedores

Han sido muchos los zaragozanos que durante los últimos días se habían sorprendido por la aparición de una docena de contenedores blancos que aparecieron de la noche a la mañana a lo largo y ancho de toda la capital aragonesa. La única pista de su procedencia eran las pegatinas que adornaban estos depósitos, que invitaban a los ciudadanos a donar sus prendas usadas “por un mundo mejor”.


Sin embargo, casos parecidos que se han producido durante los últimos meses en varias ciudades españolas, como Madrid, Ávila o Guadalajara, hicieron sospechar a muchos vecinos de que esta solidaria iniciativa no era obra de alguna organización humanitaria, sino que podían pertenecer a una empresa privada que se estuviera beneficiando de la venta o reciclaje de estos productos.