Zahara trufa su ‘rave’ de sentimiento al abrigo del Jardín de Invierno

La de Úbeda cantó, tocó la guitarra y el teclado, aulló con desafuero y recordó que bailar estimula las neuronas.

CONCIERTO DE ZAHARA EN EL ESCENARIO DEL JARDIN DE INVIERNO DEL PARQUE GRANDE DE ZARAGOZA / 13-10-2022 / FOTOS: FRANCISCO JIMENEZ[[[FOTOGRAFOS]]]
Actuación de Zahara este jueves en Zaragoza
Francisco Jiménez

En marzo del año pasado, Zahara sacó al mercado su disco ‘Puta’. Muchas vestiduras se rasgaron por el término en letras grandes -facilón, grosero, fíjate tú- antes de que la artista de Úbeda explicase que el vocablo había marcado episodios de maltrato verbal y físico en su infancia y adolescencia. Volcadas en palabras y notas, ha ido expurgando aquellas cuitas: primero en solitario, luego en dúos y finalmente, en clave ‘rave’, con las máquinas marcando el paso. Este jueves por la noche, en el Jardín de Invierno, Zahara removió conciencias y despeinó literal y espiritualmente a una audiencia encantada con el reto.

La noche comenzó con Santoral, dúo zaragozano compuesto por Alberto Solobera y Elvira Vallés. Guitarra, secuencias, teclados, voces: la de Elvira, por cierto, sublime en el canto y el recitado. Nadan en el surrealismo, de Breton a Buñuel, de la cajita de música al muro de ruido. Asaz anárquicos, delicadamente melódicos, le piden un poco más de lo habitual a la vida y a la música. La autoexigencia deja rédito, aunque a alguno le choquen de primeras. ‘Noche de insomnio’ y el adiós con ‘Loco medieval’ dejaron alto el pabellón ése al que siempre se alude.

Zahara comenzó con ‘Taylor’; luces rojas sobre fondo negro, imágenes pelín apocalípticas en la pantalla, Martí Perarnau y Manuel Cabezalí (vaya dos escuderos-socios-fieras) a los lados. La ‘rave’ de Zahara no es ‘non-stop’; la electrónica es su aliada, no una tirana o un colchón en el que apalancarse. La andaluza maneja el ritmo de la velada con temple, y cuando el cuerpo le pide parar un poco, para. Anoche estaba a gusto, y se le notó. "Qué felices estamos de volver a esta tierra que tan bien nos trata, espero que os sintáis superbien y disfrutéis de esta ‘rave’ como os apetezca; y siempre que sea consentido, besaros y tocaros mucho".

Los versos lacerantes de ‘Camino a L.A.’ recordaban a los presentes que esta fiesta llevaba cargas de profundidad; acompañado el terceto de músicos por dos bailarinas a las que también se sumaba puntualmente Zahara en coreografía combinada, la canción fue cimentando una atmósfera tan inquietante como magnética, en la que el público pareció sentirse a refugio. En ese ambiente de confianza entre artista y audiencia, Zahara decidió seguir moviendo el timón a diestro y siniestro, y quiso que la noche tuviera todos los elementos previstos.

El acelerón final fue exactamente eso, una nueva subida de revoluciones; ya no aminoró la marcha. Como adiós, un ‘no bis’: música al viento y Zahara entregada al baile. Un broche de luz.

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