Baile de drones: el efecto de los hermanos Lumière en la ribera del Ebro

Las orillas del Ebro entre el puente de la Almozara y el de Santiago se desbordaron para disfrutar de esta novedosa propuesta que despertó la fascinación del prodigio técnico pero también decepcionó a algunos por las dificultades para verlo bien y por su brevedad.

No debió diferir mucho la atmósfera de este viernes en la ribera del Ebro con la que se viviría en algunas de las primeras proyecciones del cinematógrafo de los hermanos Lumière al filo del siglo XX.

Zaragoza se convirtió este viernes por un ratito en la ciudad de los prodigios con el primer vuelo de un enjambre de drones en unas Fiestas del Pilar. Una experiencia que produjo verdadera fascinación en forma de sonoras exclamaciones y aplausos con cada una de la figuras que formaron los 200 aparatos, el máximo permitido por la normativa española.

Ese marco legal amén de otros condicionantes técnicos y una afluencia de locos están también detrás de la otra cara de la moneda de esta innovadora pero también arriesgada propuesta.

Anunciado como uno de los acontecimientos de estos días y con unas temperaturas excelentes como aliadas, fueron decenas de miles de personas -entre ellos el alcalde, Jorge Azcón, y la vicealcaldesa, Sara Fernández- las que se acercaron al entorno de la ribera del Ebro, entre los puentes de Santiago y de la Almozara, para disfrutar del estreno. 

Las imágenes del gentío llegaron a resultar por momentos bastante más impresionantes que el propio espectáculo. Había personal por encima pero también por debajo de los puentes, inundando la calle hasta el punto de engullir a un autobús 23, que quedó atrapado en medio de la marea humana.

En este estado de cosas, el espectáculo perdió, por así decirlo, su escala. Muchos asistentes quedaron esquinados o alejados, incapaces de llegar a los puntos donde la visión era idónea: cualquiera de los puentes o en la zona del Ebro Food.

La experiencia en torno a este prodigio de la técnica creado y desarrollado por la empresa Umiles, fue, por tanto, por barrios, si bien hubo una queja común: su brevedad. Los diez minutos clavados de duración supieron a poquísimo, especialmente entre los que llevaban esperando más de una hora. Aunque también ellos fueron los que lograron la perspectiva perfecta.

Un total de 200 aparatos han dibujado una coreografía festiva a 45 metros de altura entre los puentes de Santiago y de La Almozara. Un total de 200 aparatos han dibujado una coreografía festiva a 45 metros de altura entre los puentes de Santiago y de La Almozara.

La gozaron con el vuelo sincronizado de estos robots aéreos, que formaron desde la silueta de la basílica del Pilar al manto de la Virgen, pasando por unos claveles o el nombre de Zaragoza, porque no hay que olvidar que esto era una ‘Ofrenda Light Show’. Hubo también muchas banderas de España y corazones que brillaron en el cielo entre aplausos y suspiros. Y esos fueron los únicos sonidos porque, aunque era un baile, no hubo finalmente música. Ante la imposibilidad de sonorizar la ribera, la organización propuso conectarse a una música especialmente creada para la ocasión por el Laboratorio Audiovisual del Ayuntamiento de Zaragoza. Se tenía que hacer a través de un enlace de YouTube, pero que la red se cayó y esto no fue posible. También es verdad que la mayoría de los asistentes desconocía esa posibilidad.

Entre los que lo vieron divinamente estaba, por ejemplo Eliseo. Él sabe de drones, se situó en el centro del puente de Santiago y al término del espectáculo subrayaba el alarde técnico de lo que allí se acababa de ver: «Yo creo que la gente no se hace idea del trabajo que hay detrás», reflexionó. Aunque a su juicio el espectáculo no resultó todo lo bien que debería porque «el lugar, sobre el río, es demasiado estrecho, está muy encajonado y un espectáculo así se tiene que verse en un lugar amplio». Él propuso Valdespartera o la Expo.

A Héctor y su padre, Miguel, lo que les aguó las vistas fueron los árboles de la ribera: «No hemos visto nada», dijeron decepcionados. A Esmeralda el vuelo de los drones le gustó mucho, pero le pareció «muy corto, hemos estado esperando una hora para esto... Además, no ha habido música ni ruido, ha quedado un poco raro». Directamente indignado estaba uno de los protagonistas de las fiestas, Diego de Pablo, el niño pregonero que tanto dio que hablar con su intervención en el balcón: «Ya os he dicho que no teníamos que haber venido», les decía a sus padres. Preguntado sobre qué mejoraría dijo:«Que hubiera salido un jotero y al final pusiera ‘Fin’».

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