Los carteles del Pilar, del 'hype' al 'hate'

La jota y la Virgen son los iconos más representados, seguidos de los cabezudos y la silueta del Pilar

La elección del cartel ganador de las Fiestas del Pilar es un proceso en el que, al fin y al cabo, se acaba eligiendo la imagen que representa a toda la ciudad. Se ve en mupis gigantes y en las estaciones de tren de media España. Y por eso la elección del cartel anunciador de las fiestas del Pilar nunca está exenta de polémica ni deja indiferente a nadie.

Los ha habido para todos los gustos y, por supuesto, de todos los colores. Los ha habido incluso para fiestas y para ‘no fiestas’ por aquello de las suspensiones consecuencia de la pandemia de la covid. Los carteles del Pilar siempre generan una intensa discusión tanto en la calle como en las redes y, a los pocos minutos de dar a conocer la imagen, surgen fieros defensores y detractores de la obra ganadora.

Son cerca de 300 propuestas las que se presentan cada año y, si bien entre los autores predominan los diseñadores gráficos, también hay fotógrafos, ilustradores o ‘collagistas’ que prueban suerte en el certamen. A veces son abigarrados y otras, de una sencillez extrema. La paleta cromática también es elocuente: en los años de mayores fastos y mejores programas los colores chillones acostumbran a reinar, mientras que en las fiestas de años de crisis y capa caída se tiende a composiciones más sencillas y colores más cálidos.

En los carteles que aquí se exponen, los correspondientes a los ganadores de los últimos años, destaca también la polivalencia de los diseños pues, de un tiempo a esta parte, también es fundamental que la imagen pueda adaptarse a todos los formatos y soportes requeridos: ya no solo se trata de gigantes mupis en la calle sino también de pequeñas cartelas para las redes sociales y gifs animados para programas de internet. Por supuesto, también para la reinterpretación que hacen algunos patrocinadores de las fiestas como los cerveceros de Ambar, que acostumbran a escoger algún elemento de la imagen para jugar con él.

¿Cuáles son los reclamos más repetidos en los ya 92 años de concurso de cartel? Conviene aclarar que antes de que existiera el certamen en sí, ya se hacían carteles para las fiestas, aunque por encargo. Al margen del baile tradicional, si hubiera que hacer un ranquin, no cabe duda de que la Virgen es el icono más representado, seguido de cerca de los cabezudos y la silueta del Pilar. En el tercer cajón del podio se asentarían los muchos guiños al ‘baturrismo’, las flores de la Ofrenda y, sobre todo, por la explotación del traje regional entre los años 40 y 50. En aquellas décadas el costumbrismo estaba a la orden del día e, incluso, se diseñaron carteles protagonizados por César Augusto, Goya y los Reyes Católicos. El circo y la música en directo tiraron de la renovación estética que llegó en los años de la Movida y en los que desapareció la feria taurina que tanto protagonismo había tenido en los 60. En los años 2014 y 2015 se probó una fórmula que resultó fallida (elegido por votación popular) que no se ha vuelto a repetir.

Un Real Decreto de 1900 obligaba a anunciar todo concurso público

El Ayuntamiento de Zaragoza celebra tradicionalmente un concurso anual para seleccionar el Cartel de las Fiestas de la Virgen del Pilar del mes de octubre. El primer cartel anunciador de fiestas cuya imagen se conoce, gracias a su reproducción en el programa de fiestas de 1969, data de 1882. En cuanto al concurso, las convocatorias oficiales se regían, en lo concerniente a su publicidad, por un Real Decreto, aprobado en septiembre de 1900, que obligaba a anunciar todo concurso público, artístico o literario, organizado por cualquier entidad pública, en las columnas de la Gaceta para su mayor difusión. El concurso no era, aún con todo, el método único de selección del cartel: la Comisión Municipal de Festejos podía encargar directamente a un artista local, como Félix Lafuente, Victoriano Balasanz, Ángel Díaz Domínguez, Gil Bergasa o Marcelino de Unceta, el diseño de un boceto o bien, en otras ocasiones, ser los propios artistas los que ofrecían gratuitamente su obra, siendo este el caso de Elías García y Mariano Cerezo en 1902 y 1905, respectivamente. A partir de la década de los 20 se observa cierta continuidad en la celebración de estos concursos, a excepción de momentos de crisis social y política como la que se vivió en los años de 1920, 1936 a 1939; de crisis económica, en 1953, o por haber sido encargo directo de la Comisión Municipal de Festejos a un artista, como en los años de 1955, 1959, 1960, 1961, 1962, 1963, 1964 y 1974.

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