Isiegas, casta y nobleza baturra

Impactó la dimesión ofrecida por el aragonés en la tarde de su alternativa.

Soberbio natural de Isiegas.
Soberbio natural de Isiegas.
Raquel Labodía

Cuántos recuerdos despertó y qué ilusión generó en una plaza que, ayer estaba preciosa. Los tendidos abarrotados. Pasado, presente y, seguro que un buen futuro, a través del apellido Isiegas. Enhorabuena.

Los mayores hablaban de su abuelo con esa nostalgia propia del que lleva setenta años sentado en la dura piedra mientras que los más jóvenes presumían de haber visto al nieto ante la dura novillada de Cebada en Villaseca de la Sagra. Unos se acordaban del rabo que cortó el abuelo y otros de la excelsa capacidad lidiadora del toricantano. Por suerte, Aragón ganó un torero.

De primera comunión y oro, se lió con suma responsabilidad y respeto el capote de paseo de Octavio y pisó con firmeza el amarillo albero para cumplir un sueño que se había ganadoa pulso.

Una emocionante ceremonia y un sincero brindis a su familia no merecieron el deslucido lote que le cayó en suerte. Metió los riñones y lo templó por ambos pitones en series en las que la suavidad fue el hilo conductor. Con la derecha le dijo a La Misericordia que él nunca ha sido de Madrid y con la zurda dejó claro que ha venido para quedarse. Con la espada fue un cañón.

El que cerró plaza quiso amargarle la tarde al salir siempre con la cara por encima de su hombrera mientras toreaba con el capote. Un trago. Se desentendió de las telas de Isiegas y no hubo manera de ligarle cinco muletazos seguidos para redondear su tarde. Qué pena, porque estuvo francamente bien con el toro. Desentendido quiso salir de najas de la muleta de un Isiegas que se jugó el tipo al tratar de aguantarlo en las telas. Lo pasaportó de otro espadazo en toriles. Qué orgullosos pueden estar Octavio, Ignacio y su familia. Entre unos y otros, han sacado unbuen de torero.

Expectación sin opciones

Paco Ureña entró por la vía de la sustitución tras caerse el lesionado José María Manzanares y bastó un quite por gaoneras al toro del Juli para dejar constancia de que quiere guerra. O su sitio.

Ya con su lote, clavó las zapatillas al recibir a su oponente con cinco estatuarios y pegó muletazos sensacionales con los que terminó por ahormar la embestidade un toro que siempre salió suelto. El cambio de mano fue sencillamente tremendo.

El quinto fue otro animal brutote y sin clase que tampoco se entregó en la muleta de Ureña. El murciano, que disfruta cuando enseña las femorales y cita con el pecho por delante, no terminó de contar toda la verdad a la que nos tiene acostumbrados. Le faltó ajuste y se dejó llevar en el tramo final mientras forzaba la figura con el compás abierto. Tan a gusto se encontró que se pasó de faena y casi escucha los tres avisos.

El Juli nunca se encontró cómodo. La sustitución no pareció gustarle y su lote albergó muy pocas opciones. Ninguna, la verdad. Su primero fue un caballo que se apagó tras la tercera tanda y el segundo de su lote tampoco quiso saber nada de su matador. De embestida descompuesta, no permitió lucimiento alguno. Sin suerte trató de torear de uno en uno sobre ambos pitones.

Entre las cuadrillas brillaron con luz propia varios nombres. Las bregas de Vicente Soler y Álvaro Montes fueron extraordinarias y con los palos estuvieron francamente bien Jesús Arruga y Agustín de Espartinas. 

Por lo demás los accesos a la plaza son desesperantes y el piso sigue sin estar en condiciones. Los toros no embisten. Se deslizan y derrapan.

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