feria del pilar

Un Aviador sin GPS

Gran ejemplar de Adolfo Martín, que emergió en una tarde aburrida. Escribano no acabó de dominarlo.

Manuel Escribano, este miércoles en La Misericordia.
Manuel Escribano, este miércoles en La Misericordia.
Raquel Labodía

La tarde era un vuelo de larga distancia trasladado a una plaza de toros. Miradas por la ventanilla, discusiones entre pasajeros, gritos inoportunos que interrumpían más de una cabezada, sueños desengañados… hasta que apareció él, un toro Aviador marcado con el número 73 que volvió a dirigir las miradas al ruedo a toda velocidad. ¡Qué motor manejaba en escasos 500 kilos! Vaya forma de querer tomar desde lejos la muleta de Manuel Escribano, que no fue el timón de dirección que precisaba el bello entrepelado de Adolfo Martín.

El inicio por la espalda, en los medios, trajo la primera turbulencia. El arranque lejano y codicioso no demandaba tirones. Al contrario. El dominio del pitón derecho era de mano baja, mandona. Y Escribano tan solo pudo con él por momentos. Los que precedieron a la incesante probatura de terrenos.

El torero sevillano recorrió todo el redondel sin terminar de poder con esas embestidas enrazadas, exigentes, que tantas veces lo proyectaron hacia el triunfo. Solo el cambio de pitón le ofreció un respiro. Por el izquierdo, Aviador era más tardo y templado. Pero para entonces ya se había percatado de que viajaba sin GPS, de que la hoja de ruta la marcaba él y no un Escribano digno, voluntarioso, que acabó escuchando un aviso en forma de ‘radar’ temporal.

Su disposición frente a un toro con el que había que cuadrarse, sumada a la gran estocada que enterró después, bien pudo valer una oreja. No lo entendió así la presidenta, Carolina Chaves, y se ganó una tremenda bronca del público, antes de que el gerenense diera otras dos vueltas al ruedo. Porque para entonces ya iban otras tantas. Y sin sistema de navegación para el buen aviador que le tocó en suerte. 

El otro, el que cerró plaza, fue a parar a las manos de un Daniel Luque que está para verle. Toreó muy lento, sobre todo por el pitón derecho. Y tragó lo suyo para refrendar el concepto en el que cree.

Lances tensos

Antes, cuando el festejo aún era una travesía aburrida, había tenido que callar a los viajeros molestos que abandonaban su asiento entre voces en el momento de entrar a matar. Por mucho que bramen el ¡viva España! a destiempo, no son más patriotas. Ni, mucho menos, aficionados.

Otro momento tenso se vivió cuando Manuel Escribano se dispuso a colocar el tercer par de banderillas al mencionado Aviador. Su inquietante ajuste al quiebro, al hilo de las tablas, implica que los compañeros permanezcan al quite tras las tablas, y algunos aficionados no comprendieron que los capotes se arrojasen desde fuera. Tan respetable su postuta como que el matador quiera exponer al máximo. Pero siempre sin restar rigor al espectáculo.

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