fiestas del pilar

Morante firma una faena cumbre

El de La Puebla bordó el toreo mientras que Diego Urdiales y Cayetano dejaron escapar sendos toros de una potable corrida de Garcigrande y Domingo Hernández.

La faena del perdón. Otra vez esa faena que hace olvidar broncas atronadoras y temporadas para el olvido. Pero cómo no. Si lo tuvo todo. Morante volvió a desnudarse y el toreo brotó de sus muñecas.

Tras abreviar con el mulo que abrió plaza, el mismo tendido que lucía el clavel en la solapa y presumía de morantismo a la entrada, pidió su cabeza mientras el de La Puebla se retiraba hacia las tablas. Una hora más tarde, se rompían las camisas mientras Morante bordaba el toreo. Le bastaron tres tandas para poner la plaza como un manicomio.

Con el mentón encajado en el pecho y totalmente abandonado, cuajó tres series sensacionales. No se puede torear con más pureza, con más verdad y más despacio. Dando el pecho, dibujó diez muletazos al ralentí en los que cabían varios olés y, sobre la izquierda, un par de carteles de toros. Sensacional. Sin embargo, lo emborronó todo con la tizona.

Diego Urdiales, que volvía a Zaragoza tras entrar en sustitución de José María Manzanares, no pasó de los detalles.

El buen segundo se marchó al desolladero con media faena dentro. La clase, la humillación y el recorrido del animal pidieron ajuste y mando. Ni lo uno ni lo otro. Faena pinturera que, además, marró con los aceros.

Con el manso quinto, el hombre no pudo hacer más. Otro mulo de Garcigrande que, como muchos de sus hermanos, ni siquiera debió a saltar al ruedo. Impresentable. Feo y lavado de cara, se desentendió de principio a fin. Tras descabalgar a Manuel Burgos, se aquerenció en las tablas y su lidia se convirtió en un capeo.

Urdiales lo probó sin suerte en el tercio, en los medios y en su querencia. Nada. No mereció más esfuerzo que el espadazo.

Un lote de Puerta Grande

Cayetano debería pagar un sobresueldo al hombre que acierta con la bolita del sorteo. Qué dos toros y qué dos petardos.

Quizá no valga con la raza que lleva en el apellido ni con las portadas en las revistas del colorín. El toreo de Cayetano no hace honor al gran número de corridas de toros que arrastra. Su toreo sigue sin adquirir la madurez propia de un torero con más de diez años de alternativa y ayer se asemejó más a un novillero que a una figura del toreo.

Con el tercero estuvo cogido en cada muletazo y la transmisión la puso siempre el animal. Cayetano compuso una faena en la que ni tan siquiera se colocó. Vulgar, acelerado y sin entender a su oponente, le trató hacer comulgar con trapazos y tirones antes de despedirlo de un bajonazo infame.

Si bueno fue el tercero, el sexto no se quedó atrás. Cumplió con dos picotazos, se creció en el segundo tercio y se movió con clase en la muleta de un Cayetano que no quiso verlo. Pegapases de manual que optó por acortarle las distancias al animal y terminó por ahogarlo. Sorprendentemente, lo despidió con una estocada entera y arriba. No se puede ejecutar la suerte tan sumamente mal.

Por lo demás, saludó el banderillero Joselito Rus, de la cuadrilla de Cayetano, tras parear de forma extraordinaria al sexto, y al romper el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Ignacio Zorita así como de Miguel Campos ‘el Chapi’.

Para reflexionar es que rechazasen los toros de Núñez del Cuvillo después de lo que saltó ayer al ruedo. Tras de verlos desfilar, solo las capas y los guarismos ayudaron a distinguirlos de los utreros de por la mañana.

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