En las fiestas del Pilar, la risa va por barrios

La apuesta municipal por descentralizar el programa festivo llevó ayer a los Gigantes y Cabezudos a Santa Isabel y la revista de Luis Pardos a Miralbueno.

Una pareja y su peque se hacen un selfi con el Morico de fondo, ayer en Santa Isabel.
Una pareja y su peque se hacen un selfi con el Morico de fondo, ayer en Santa Isabel.
Aránzazu Navarro

La risa va por barrios, y en las fiestas del Pilar esto es un asunto muy serio porque la descentralización es una de las apuestas del programa festivo. Llevar la diversión a todos los rincones de Zaragoza fue una iniciativa que arrancó en 2015 con actos lúdicos en Torrero, Delicias, La Fuentes y Parque Goya y continuó en 2016 en La Paz, Almozara, Valdefierro y Rosales del Canal. En esta edición son Miralbueno, Montecanal-Valdespartera, La Jota y Oliver quienes recogen el testigo de la programación especial con pasacalles, música, actuaciones de revista y, por supuesto, los Gigantes y Cabezudos, que ayer también llegaron a Santa Isabel en su gira triunfal por la ciudad (excepto por su Casco Histórico).

Para ser jornada laborable, la cosa estaba animadica a las seis de la tarde en este barrio zaragozano, tomado por parejas jóvenes y niños, muchos niños (pero muchos, muchos), que se entregaban con pasión y ganas a la honorable tarea de atosigar a los Cabezudos. Para paciencia la de la Cigarrera, que de todos ellos era la que más fotos se hacía con sus legiones de fans, que ríete tú de los ‘groupies’ de muchas estrellas del rock. El Boticario, morrudo, rondaba cerca haciendo resonar el látigo en busca de algún trasero rezagado, aunque la cosa no iba más allá de alguna breve carrerita. Cosas de lo políticamente correcto. Lidia, una pequeña de coletas estratosféricas, tentaba al Torero subida a los hombros de su padre canturreando su coplilla. "El torero, como es tan chulo, salta la tapia y se rompe el culo". Aunque con su lengua de trapo aquello sonaba como "etodedo, omo é sulo, ata la tapa y el culo". Póngase el énfasis en culo. Menos valiente se mostraba Pedro, con un sofocón de órdago después de ver demasiado cerca al Verrugón. Que no decimos que sea feo, pero es que a ojos de este rubito de medio metro semejante cabezota debía ser lo más parecido al coco. Ya lo decía Marta, su madre. "El pobre tiene un miedo que para qué".

Y es que la comparsa levanta pasiones allá donde va. El General Palafox comanda sus tropas de larguiluchos y cabezones contra los pequeñajos ‘enemigos’ con el atronador fondo musical de las dulzainas y tamboriles y los ecos de los gritos de júbilo y la algarabía propia de tan multitudinaria concentración de menores. Y todo el mundo se lo pasa bomba, oigan.

La tarde de las variedades

Aunque bomba también se lo pasaban ayer otros espectadores, estos con la mayoría de edad más que cumplida, que disfrutaron como enanos de las evoluciones de las vedetes y artistas de la compañía de Luis Pardos, que se acercó al salón de actos La Ermita, en Miralbueno, con ‘Un Pilar de revista’. Para el pase de las 17.00 apenas había medio centenar de personas, pero a las 19.00 la cosa se animaría, según los trabajadores del recinto. En primera fila, Lucrecia y María José esperaban ansiosas que se apagaran las luces y diera comienzo la función. Venían desde el barrio de Delicias cargadas de ilusión por ver el espectáculo. "¡Cómo nos íbamos a perder esto con lo que nos gusta la revista!", acertó a decir Lucrecia antes de desentenderse de esta periodista y centrar la vista en el escenario, donde acababan de aparecer (por fin) tres señoritas con sombrero de copa, una trompeta y poco más.

Media docena de filas más atrás se sentaba Pilar, llegada desde Garrapinillos. Auténtica ‘groupie’ de la revista en general y de la compañía de Luis Pardos en particular. "La he visto en Utebo, en el World Trade Center Zaragoza, en el Teatro de las Esquinas, en Valdespartera... Me parece mucho arte", explicaba, completamente entregada al espectáculo. Sobre el escenario, una vedete en bikini pregunta al público mientras se mueve con picardía: "¿Valgo, o no valgo?". "¡Vales!", gritan los espectadores. Aplausos.

Los números se suceden para disfrute del público. Francisco, de las Delicias, estira el cuello para ver bien mientras una de las artistas se pasea por el escenario. "Estoy muy emocionado", exclama. Ríe con ganas en los números cómicos, cargados de dobles sentidos y situaciones pícaras. Y apenas reprime los "¡uy!" y los "¡ay!" ante las evoluciones de unos contorsonistas. Se lo pasa bien. Como Lucrecia y María José. Como Pilar. Y como Lidia y sus coletas estratosféricas tentando al Torero.

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