Puerta grande negada a Padilla tras un nuevo susto en Zaragoza

El cartel estelar de la Feria del Pilar trajo el primer llenazo y dejó infinidad de detalles.

El cartel estelar de la Feria del Pilar trajo el primer llenazo y dejó infinidad de detalles.
Juan José Padilla pasea una oreja.
Aranzazu Navarro

La penúltima tarde de abono de la Feria del Pilar, la de mayor relumbrón, trajo el primer cartel de no hay billetes y a tres toreros tan trasparentes como heterogéneos. Cada cual se exhibió como es; sin tapujos ni enredos. Padilla dio otra lección de coraje que mereció puerta grande; Morante alternó el tarro de las esencias con el de la desvergüenza; y, entre tanto, se pudo disfrutar del momento de plenitud que atraviesa Talavante.

 

La corrida comenzó con percance. Padilla fue a buscar a su primero a portagayola y, al intentar una larga cambiada, el de Núñez del Cuvillo se cruzó y lo empitonó en el parche que cubre el ojo perdido en esa misma arena. Cinco años van desde aquello. Cinco años de operaciones, rehabilitación y superación que atravesaron como una centella los tendidos. El jerezano pasó a la enfermería y las pruebas que se le realizaron descartaron cualquier tipo de lesión interna, según confirmó después a EFE su apoderado, Diego Robles.


Padilla recibió un pitonazo en el párpado del ojo izquiero y Robles aseguró que el parche ayudó a amortiguar el golpe del cuerno y evitó daños mayores.


Morante se encargó de pasaportar al toro de Padilla. Se corrió turno, y allí apareció la poderosa mano izquierda de Talavante. Sobre ella inició su labor, enseñando a 'Vitorito' cómo se embiste de verdad y por abajo. Los dibujó largos y acompasados, antes de comprobar que por el pitón derecho apenas tenía recorrido. El cuvillo -como es habitual- fue de menos a más, y permitió otras dos series al natural. Las manoletinas acompañadas de circulares predecieron a una estocada desprendida. Cobró una oreja.


Con su segundo, 'Aguilito', también estuvo sublime. Brindó al público y comenzó con una arrucina en los medios. Después, se desmayó para exponer naturalidad e improvisación. Solo así se pudieron ver lances de tan bella armonía. Dejó siempre la muleta puesta en la cara, controlando distancia y colocación a la perfección. Una labor al alcance de muy pocos. De casi ninguno. Mató de media estocada y sumó otra oreja que pudieron ser dos si el enclasado animal no hubiese tardado tanto en doblar. Marchó recibiendo el cariño de toda la plaza.


No así a Morante, que volvió a dividir al respetable. La función del de la Puebla fue una montaña rusa de emociones. Fue abroncado por la desfachatez de acabar con un sobrero de Garcigrande a las primeras de cambio, sin intentarlo; y se reconcilió (con casi todos) después, gracias a media docena de verónicas y la media. Suavidad de ensueño, como la que definió su toreo al natural y en redondo. Mató de estocada completa y paseó una oreja al tiempo que su amigo Padilla aguardaba el regreso.


Repuesto de su parche, el 'Pirata' salió -entre una atronadora ovación- a comerse el ruedo. Volvió a echarse de rodillas para torear con emoción de capa: largas de rodillas, galleo por chicuelinas y a por las banderillas. A su estilo las puso. Como lo que vino después: su repertorio completo y en versión mejorada. Tres profundos naturales precedieron a la corta distancia. Ahí es un especialista. Los circulares fueron bien rematados con el de pecho. Y se adornó con molinetes y abaniqueo. Tras el desplante final, introdujo una gran estocada. Su raza fue premiada con oreja y se le negó la segunda. Incomprensible, considerando el contexto y lo visto antes en la feria.

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