“Pasé la ofrenda el primer año que se hizo y ahora lo hago con mis bisnietas”

Las cuatro generaciones de la familia Gómez viven las Fiestas del Pilar entre jotas y eventos tradicionales.

Las cuatro generaciones juntas: Ana María, Marivi, Nacho, Sara e Irene
“Pasé la ofrenda el primer año que se hizo y ahora lo hago con mis bisnietas”
M. Sádaba

“Ir a la ofrenda todos juntos es muy emocionante”, relata Ana María, la matriarca de la familia Gómez. Ella comenzó su andadura en el mundo del folklore aragonés cuando solo tenía 15 años, momentos en los que todavía ni existía la Ofrenda de Flores. “Me puse a festejar en 1951 y entonces no me llamaba la atención la jota, pero mi marido, Ricardo Gómez, provocó que me convirtiera en la fanática que soy hoy en día”, señala.


De hecho, él fue uno de los primeros organizadores de este evento. “Junto a otros cuatro amigos se les ocurrió la idea y se lo propusieron al Ayuntamiento”, relata. Y así, desde 1958, Ana María ha pasado la gran mayoría de los años a darle un ramo a la Virgen del Pilar. “He ido durante muchísimo tiempo, sin embargo, cuando comencé a tener a mis hijos dejé de hacerlo porque los tenía que cuidar y ahora también voy fallando algún año sobre todo para poder preparar la comida a la familia”, detalla. Sin embargo, esto no ha sido impedimento para que haya pasado con toda la familia: hijos, nietos y la pequeña Sara, su primera bisnieta.


“Cuando éramos pequeños hubo muchos años en los que éramos los primeros en desfilar y tanto mi hermana Pili como yo bailábamos durante todo el día en el Gobierno Civil”, relata Marivi, la hija mayor de Ana María, y parte de la segunda generación familiar. Además, al recordar los últimos años se emociona. “Es muy conmovedor porque te acuerdas de cuando empezaste siendo muy pequeña y ahora ya voy con mis nietas”, explica. Por eso, su momento más importante es cuando pasa por la Virgen. “Hay años que te da un poco de pereza, pero siempre voy porque me faltaría algo si no lo hiciera”.


“El que lo vive al 100% es mi yerno Mariano”, exclama Ana María. El marido de Marivi lleva varios años dedicándose profesionalmente a la jota y para él, la Virgen del Pilar es sagrada. Prueba de ello es que un año vino de propio desde Nueva York, dónde estaba de gira, para acudir a la Ofrenda de Flores. “No concibo el día del Pilar sin ir allí porque cuando estoy debajo de la Virgen es un momento mágico”, relata.


A pesar de que las dos hermanas mayores han seguido la tradición de sus padres, no ha ocurrido lo mismo con sus otros dos hermanos. “Cuando era pequeño bailaba, pero no he tenido mucha andadura en este mundo y tampoco voy todos los años a la ofrenda”, sostiene. Sin embargo, cuando recuerda sus años 'chicos' se le dibuja un brillo especial en los ojos. “Vestirse era toda una ceremonia porque al ser tantos en casa, nuestras hermanas se tenían que preocupar de los pequeños, además, cuando llegabas a la salida siempre había alguien que te hacía el último retoque”, relata.


La costumbre ha ido continuando con el resto de generaciones. “Siempre hemos llevado a la Ofrenda de Flores a nuestros hijos, en mi caso, Patri nació en abril y en octubre estaba pasando por primera vez”, detalla Pili, la hermana mediana. Situación parecida es la que han vivido los hijos del resto de hermanos.


“Este ambiente lo hemos vivido desde pequeños, sobretodo, en casa de mis abuelos”, afirma Nacho, el hijo de Marivi. Por su parte, su hermano Sergio hace muchos años que no pasa a ver a la Virgen, en concreto, desde que empezó en el mundo de la hostelería. “No obstante, el día que tenga un hijo, volveré”, puntualiza. Y es que hacer el recorrido es una tradición familiar muy arraigada. “Casi siempre la solemos pasar todos los juntos y si no podemos, en algún momento nos juntamos”, relata Pili.


Prueba de ello es que Sara, primer miembro de la cuarta generación familiar, fue a la Ofrenda de Flores por primera vez cuando tenía un año. “El primero tuvo fiebre y no nos atrevimos a sacarla de casa, pero el segundo, aunque llovía mucho, la llevamos tapada con mi capa”, señala Nacho, su padre. Además, aquel año fue especial. “Era la primera vez que estábamos juntas las cuatro generaciones”, explica.


Quizás por la importancia que le han transmitido tanto su padre como su madre, Laura, también fiel seguidora de este día desde joven, la pequeña Sara vive el 12 de octubre como si de la noche de Reyes se tratara. “El día anterior ya me pongo nerviosa y estoy preguntando todo el rato: ¿preparamos ya la ropa?”, relata tímidamente. Para ella, el prepararse para salir a la ofrenda es todo un ritual: por la mañana se levanta después de una noche “movidita”, puesto que no consigue dormir bien fruto de los nervios, después su madre la peina y la viste para finalmente coger el tranvía y acudir a la plaza del Pilar.


Además, este año posiblemente las cuatro generaciones vuelvan a juntarse. “Seguramente me anime porque como mi marido falleció este año, sería un homenaje a él”, explica Ana María. A lo que tanto Marivi como Pili la animan. “Le dirán que va más guapa que nosotras”, asegura entre risas Marivi.

Un ambiente lleno de jotas

Pero no es solo el día de la Ofrenda de Flores. Para ellos, ir vestido de baturro puede ser casi cotidiano, puesto que muchos de ellos dan o han dado clases de baile. Este es el caso de Nacho y Laura que se conocieron en el grupo de jota. Asimismo, Ana María es la encargada de confeccionar cada una de las prendas que visten los miembros de la familia. “Cuando nace cualquier miembro nuevo siempre lleva al hospital unos pendientes de oro para las chicas y un traje tradicional aragonés para ellos”, detalla Pili.


Todo este ambiente se contagia y por ello en todas las generaciones encontramos a algún miembro que adora este mundo. “A los que más les gusta es a Ignacio y Javier, que son gemelos”, explica Ana María. Al mismo tiempo detalla que para ellos “cualquier momento es bueno para ponerse a bailar”. Además, a esta cuarta generación le gusta bastante el folklore aragonés. “¡Han empezado más pronto que cualquiera de los anteriores!”, exclama encantada la bisabuela. Y es que tanto a Sara como a Irene les encanta bailar, de hecho, la primera con solo seis años ya es toda una experta. Por su parte, Irene también prueba sus habilidades vocales. “La jota que más me gusta cantar es 'Agua'”, dice casi en susurro la pequeña de la casa.


Sin embargo, no todos son viven tan de cerca esta sentimiento. Gorka, el nieto más joven de Ana María, prefiere el fútbol a las jotas. “Este año comenzó a bailar pero se le cruzó un paso y se pasó al fútbol”, detalla su tía Marivi. De igual manera algunos de los yernos no “han entrado en la rueda”. “Me he vestido más antes de conocer a mi marido que ahora”, declara entre risas Esther, mujer de Carlos.